El descalabro es absoluto, total y a nivel nacional. No hay territorio en el que se gane un solo voto y sí hay plazas clave donde Podemos, directamente, desaparece. Si Pablo Iglesias se tomaba las elecciones autonómicas, municipales y europeas como el refuerzo definitivo para ir a Moncloa a exigir un asiento en la sala del Consejo de Ministros, en la noche de este domingo se le ha ido toda ilusión. Pedro Sánchez podrá hacer lo que considere con él, porque a Unidas Podemos no le quedará más que aceptar el diseño de investidura y legislatura que le ponga el PSOE por delante.
Si hay un perdedor de la noche ése es Iglesias. El proyecto de los "ayuntamientos del cambio" sólo ha durado una legislatura, pues sólo se mantienen Valencia -en manos de Compromís y con Podemos eliminado del consistorio- y Cádiz -liderado por su archienemigo Kichi, líder anticapitalista de la mano de Teresa Rodríguez, la díscola lideresa andaluza-.
La Coruña y Santiago se las entrega al PSOE y se queda de muleta menor de sus mayorías. La Barcelona de su socia Ada Colau cae en manos del independentista Ernest Maragall. Y el fracaso es completo en Zaragoza y Madrid, que gobernará el PP con el apoyo de Cs y Vox.
Anoche Iglesias no habló, evitó dar explicaciones de este hundimiento que logró enmascarar en la noche del 28-A, alimentando la posibilidad de "formar un Gobierno de coalición para garantizar las políticas de izquierdas". Sus electores no lo deben de haber creído: en sólo un mes ha caído del 14% en las generales al 10% en las europeas y otro millón y medio de votos.
La división y la cara venganza
No es lo mismo venir de gobernar que de no hacerlo, es evidente, pero la jugada de la división no sólo le ha costado a Podemos este tercer descalabro seguido, tras el del 2-D en Andalucía y el de las generales del 28-A. Es que le ha evitado el que podría haber sido su primer verdadero éxito a nivel nacional: el de la Comunidad de Madrid.
Los resultados en la región madrileña indican que Ángel Gabilondo se lleva en la Comunidad lo que Manuela Carmena lograba en la capital; que el PSOE de Pepu no pasa de cuarta fuerza en la ciudad, donde la alcaldesa saliente se quedaba con toda la otra izquierda... es decir, que si el efecto arrastre de la exjueza -y volvemos a lo de estar gobernando- hubiese ayudado a un Podemos con Íñigo Errejón, es de lógica pensar que Pablo Iglesias habría tenido opciones de lucir su primera gran bandera morada del triunfo.
Ahora los cuchillos vuelan, y el que primero lance puede tener ventaja. Quien ha empezado ha sido el outsider Juan Carlos Monedero, siempre fiel a Pablo.
Es cierto que las circunstancias se conjuraron para perjudicar a Podemos, es cierto. La espantada de Errejón destrozó todos los planes en enero, y se unió a la lentísima reacción de los de Iglesias -con el líder cambiando pañales en casa hasta el mes de marzo- y a la sensación de caos cuando hasta ultimísima hora parecía que la otra izquierda llevaría incluso tres listas al otro lado del PSOE.
El resultado ha sido que Podemos se queda como una fuerza absolutamente residual en la Comunidad (5,56% y 7 escaños) y, al mismo tiempo, como culpable de la derrota de Carmena: el pasado viernes, Iglesias pidió el voto para Carlos Sánchez Mato, candidato de Izquierda Unida-Madrid en Pie "porque Manuela va a ganar igual". No lo ha hecho, pero todas las miradas se fijan ahora en esos 42.851 votos de IU-Madrid en Pie y su 2,63% de apoyos que no le han valido para entrar en el Ayuntamiento pero que le habrían dado la victoria a Más Madrid.
De haberse podido quedar con todo Madrid en sus manos, a este fracaso estratégico. La venganza de Iglesias le ha salido carísima.
El ridículo regional
Pero es que Podemos no sólo pierde su poder municipal, es que además se queda raquítico como fuerza de apoyo del PSOE en las Comuniades Autónomas. En Aragón pasa del 20% al 8%, se deja 9 escaños de los 14 con los que contaba y su hundimiento entrega la región al PP.
Los populares podrán gobernar una región en la que Javier Lambán se parecía consolidar como uno de los barones con más peso del PSOE. De hecho el socialista mejora mucho sus resultados y gana las elecciones, pero la suma de PP, Cs, PAR y Vox propiciará el vuelco.
Menos dramática para la izquierda es la desaparición total de Podemos en Castilla-La Mancha. Emiliano García Page se salva de la quema por su enorme victoria con mayoría absoluta en la región. Y es que Podemos abandona la Asamblea regional retrocediendo 30.000 votos.
Curiosamente, el Ejecutivo de coalición manchego que forzó Iglesias a mitad de legislatura para ensayar ante Pedro Sánchez las bondades que ahora le querría pedir en Moncloa ha sido su tumba. Han sido José García Molina y su ambición los que han pagado el precio del caos que se apoderó de ese consejo de gobierno. Y si en lo político este fracaso es apuntable también a la iniciativa del secretario general, tampoco se va a lamentar mucho en lo personal la caída de García Molina, pues el pablismo del barón manchego de Podemos ya empezó a ponerse en entredicho cuando respondió al errejonazo convocando una revuelta de secretario regionales en Toledo.
También logra la mayoría absoluta Guillermo Fernández Vara en Extremadura. Pareciera como si todos los votantes que probaron una vez las mieles de un izquierdismo más puro se hayan arrepentido. El simpatizante de izquierdas está regresando a los brazos del voto útil al PSOE. Podemos pierde dos de sus seis escaños extremeños.
La formación morada desaparece asimismo del Parlamento cántabro, convirtiéndose no sólo en fuerza extraparlamentaria, sino en casi inexistente, con sólo 10.000 votos en toda la región y un 3,12% de apoyos.
Y salva a última hora un escaño -uno solo de los 10 que tenía- en Castilla y León. Curiosamente, el derrumbe en esta región no se corresponde con la apuesta decidida de la formación de Iglesias por ella en su estrategia. Podemos ha llevado mítines importantes a Valladolid para explicar que "el conflicto territorial no es sólo Cataluña", ha reservado candidaturas con peso y extensas partes de sus programas para "la España vaciada"... pero ésta sólo se le ha vaciado de votos.
La caída es igualmente llamativa en Murcia -de seis a dos diputados y ocho puntos menos-, y en Navarra -donde cae de siete a dos asientos y pierde nueve puntos-. En ambas regiones sus votos no contarán para formar mayorías. Sí que podrá sumarse a coaliciones multipartito que sostengan un Ejecutivo socialista en Baleares y Canarias, a pesar de perder casi la mitad de sus apoyos en ambas.
Y es que la formación morada sólo tiene la llave del Gobierno del PSOE en Asturias y en La Rioja, una conquista inesperada del socialismo. Pero en ambas regiones, tras un retroceso considerable, sólo puede ofrecer esos pocos votos que completen la mayoría de los socialistas, ganadores de ambos comicios.
Con tan poco músculo Iglesias ya no puede echar ese pulso que buscaba con Sánchez.