Su sonrisa le precedía allá donde iba. De calva lustrosa y barba perfectamente descuidada, José García Molina era un experimento al servicio de Pablo Iglesias. Sólo en la sede gubernamental de Toledo logró Podemos meterse en un gobierno autonómico en toda España. Pero lo que le ha pasado a la formación morada con las cosas de comer es que por jugar con ellas, se ha quedado sin nada. Y el barón territorial emergente, en la calle.
Este miércoles, la cúpula completa de Podemos castilla-La Mancha ha presentado su dimisión por el descalabro total en la región. Y es que el pasado domingo 26 de mayo, Podemos se hundió en toda España.
Se dejó 1,5 millones de votos a nivel nacional en las europeas respecto de las generales de menos de un mes antes y cayó en todas las Comunidades Autónomas hasta alcanzar la irrelevancia en muchas de ellas. Pero lo del barón regional con trono en Toledo fue espectacular: de vicepresidente y aspirante tapado a la herencia en el próximo Vistalegre a la calle.
Los de Iglesias cayeron desde los 27 diputados hasta los 7 en Madrid; de 6 a 4 escaños en Extremadura; de 9 a 4 en Asturias (aún tiene la llave para el PSOE); de 6 a 2 en Murcia, de 14 a 5 en Aragón; de 10 a 6 diputados en las Islas Baleares; de 7 a 3 en Canarias (aunque puede condicionar el Gobierno); de 7 a 2 en Navarra; de 4 a 2 asientos en La Rioja (donde apoyará al PSOE para dar el vuelco a 24 años del PP); de 10 a 1 solo en Castilla y León; y alcanzó la desaparición total en Cantabria y Castilla-La Mancha, parlamentos en los que pierde los tres escaños que tenía.
De este modo, García Molina es hoy un vicepresidente en funciones con la carta de despido en la mano, cuya única perspectiva es la de regresar a su plaza en la Universidad a dar clases de Educación social. Porque en Podemos también ha pasado de ungido a apestado. En los últimos meses traicionó la confianza del secretario general y empezó a mover hilos sucesorios con aliados equivocados y una estrategia que se ha demostrado errada. ¿Resultado? El cero del domingo duele menos, pues la debacle se ha llevado a quien quería mover sillas.
La cuña de Iglesias en el PSOE
José García Molina lucía su satisfecha sonrisa la noche del 24 de mayo de 2015. Aquel domingo, Podemos se confirmaba como pieza imprescindible del cambio en España y él, como el dueño de la llave que podía sacar a la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, del Gobierno manchego.
Con una representación parlamentaria ridícula en comparación con la del PSOE de Emiliano García Page -tres escaños por los 14-, la suma permitió la investidura del socialista poco después. Y cuando llegó la ocasión, Podemos puso precio al fin de la inestabilidad en la que mantenía a Page.
La vuelta de Pedro Sánchez a la secretaría general del PSOE, en junio de 2017, fue el momento elegido por Iglesias para ordenar a su peón manchego -"el más pablista que había entre los secretarios regionales", explican fuentes de la dirección de Podemos- que forzara la situación con uno de los pocos susanistas que resistían.
Sin presupuestos aprobados y debilitado internamente en el seno de su partido, Page claudicó y aupó a García Molina a una vicepresidencia segunda de nueva creación. El puesto, sin atribuciones concretas, era un título para la tarjeta de visita, un cargo sin atribuciones concretas. Su asiento en el consejo de gobierno se unió al de Inmaculada Herranz, para la que se creó -también ad hoc- la Consejería Encargada de la Coordinación del Plan de Garantías Ciudadanas.
Ésa era la joya de la corona, la prueba del algodón de que PSOE y Podemos podrían gobernar en coalición y ser efectivos para ambos bandos. De hecho, durante la campaña electoral de las últimas generales, el secretario de Economía morado, Nacho Álvarez, esgrimía un estudio de la Universidad de Castilla-La Mancha en el que se basaba el Plan de Garantías Ciudadanas puesto en marcha por el Ejecutivo regional: "Por cada euro invertido" en beneficios sociales como la garantía de ingresos, "la producción regional aumenta en 1,43 euros". El documento, elaborado para la Consejería de Podemos, añadía que "por cada 100.000 euros de inversión se generan 1,59 empleos nuevos".
El plan de choque lanzado a finales de 2017 por el nuevo Gobierno de coalición que salvaba los Presupuestos de Page -y la legislatura-, concedió 153.000 ayudas en el año 2018, que beneficiaron a 111.000 hogares. Pero el presidente socialista negó la aprobación de la ley integral a sus socios.
No más 'pablismo' desde el 'errejonazo'
García Molina dejó de ser pablista cuando vio la espantada de Íñigo Errejón el 17 de enero de este año. A la semana siguiente, urdió un conato de rebelión regional. Iglesias -de permiso paternal-, Irene Montero y Pablo Echenique reaccionaron con virulencia contra el fundador del partido huido a los brazos de Manuela Carmena. Lo llamaron "traidor" y negaron cualquier posible entendimiento desde el minuto uno, provocando la renuncia de Ramón Espinar como líder del partido en Madrid y, ese mismo día, la reunión de los secretarios regionales a instancias de García Molina.
De ese cónclave salió la llamada "declaración de Toledo", que ponía en cuestión la estrategia de la dirección estatal de Podemos, y reclamaba "entendimiento" con "todos los actores del espacio del cambio". Sonriente por su presunto liderazgo, a la semana siguiente el barón castellano-manchego abandonó su pablismo y lideró las voces críticas en un Consejo Ciudadano de urgencia para el que Iglesias se vio obligado a interrumpir su baja.
Desde entonces, diversos medios han publicado informaciones que insistían en que Espinar buscó el acercamiento a Errejón y no le dejaron. Además de críticas con la dirección de Podemos que fuentes cercanas a ésta atribuían "sin duda" al entorno de Ramón Espinar, "que debe de estar buscando pescar algo removiendo las aguas" y enfrentando egos en la dirección. Al mismo tiempo, el antiguo secretario regional madrileño se dejaba ver con García Molina en diversos actos programáticos y de campaña.
Un portavoz autorizado del partido advertía la semana pasada que esos movimientos podían ser un simple "canto del cisne" pues las encuestas ya auguraban "un mal resultado en Castilla-La Mancha". Pero "no tanto, es cierto", admiten en la sede central de la formación morada. Nadie se esperaba la desaparición que, en todo caso, resuelve el problema interno.