Existe una tradición, cada vez más arraigada en España pero histórica en los países de nuestro entorno, de no llamarlos expresidentes, sino "siempre presidentes". A todos los que han pasado por el puesto, en nuestro caso por la Moncloa. Y quien más años la ocupó fue Felipe González, quien este lunes se ha sentado junto a Mario Vargas Llosa -moderados por Bertín Osborne- en el auditorio de la Casa de América para inaugurar el XII Foro Atlántico que presiden el premio Nobel peruano.
A su entrada al acto, el presidente González ha pasado revista a la situación política española, estancada en procesos electorales irresueltos, como el de las generales del pasado 28 de abril. "Hemos sustituido el bipartidismo por el bloquismo... y no se sabe muy bien por qué, los partidos que marcan el discurso de cada uno de los bloques son los de los extremos, no los más centrados".
Mantenía el exlíder socialista -en esto sí es un ex, y ahora se verá por qué- una pose algo reticente a entrar en detalles. Pero siempre le ha gustado escucharse a Felipe, así que tras hacerse el remolón a las primeras preguntas de la prensa, ha cogido carrerilla y ha diagnosticado la España de hoy, a sus partidos políticos, la crisis catalana, el "populismo mediocre" que nos invade y lo de Ferraz y la Moncloa... de lo que más sabe.
"Sánchez no me ha llamado, ni una vez", ha espetado González, quien luego ante el auditorio se reivindicaba "más como un político viejo que como un viejo político, porque pienso en el futuro y opino... aunque ya no tenga la edad para liderar". Y tanto que no, pues en estos dos meses, el presidente hoy en funciones -ése que sólo ha pasado 10 meses ejerciendo- no ha buscado el rato para mojar su consejo en café, ni ha intercambiado siquiera impresiones con quien llegó a Moncloa con un 150% más de apoyos que él -202 escaños frente a 84-.
Añadía indulgente Felipe que, en todo caso, Sánchez "ni lo necesita, ni tiene obligación" de consultarle. Pero dada la dialéctica libre y potente del líder socialista durante dos décadas, quizás no lo hace para no escuchar sus reflexiones antes mencionadas, ésas que lo tienen perplejo ante el hecho de que Podemos le marque el paso a la izquierda y Vox a la derecha.
"Es difícil ser optimista sobre la formación de Gobierno", ha dicho quien ocupó la Moncloa con mayorías absolutas y con minorías mayoritarias negociando investiduras y presupuestos, si bien se ha mostrado confiado en que Pedro Sánchez lo consiga "porque lo necesita el país".
El caso es que, con esa falta de contacto, González se ha sonreído, socarrón, cuando se le ha preguntado por la calidad del trabajo de su sucesor al frente del PSOE y del Gobierno de la nación. "Imagino que está haciendo un buen trabajo", ha dicho, "lo veo en foros importantes", ha añadido en referencia a la fotografía del último Consejo Europeo -en la que se le veía en un corrito restringido en una esquina junto a Angela Merkel, Emmanuel Macron y el presidente Donald Tusk-, "al menos está trabajando bastante, se mueve mucho", ha concluido.
Es cierto que González ejerce en los últimos años mucho más como embajador poderoso de las libertades en Latinoamérica en general y en Venezuela en particular que como expresidente español. Y quizá esa posición tan firme, que no le arredra en lo dialéctico, lo separa del Gobierno Sánchez, que -con Josep Borrell al frente- se ha inclinado más en el posibilismo negociador de José Luis Rodríguez Zapatero, el otro inquilino monclovita socialista. "La verdad es que no hay tiempo", dijo luego en el foro, "y yo pediría una posición más firme a la Unión Europea", apuntando por la tangente para no tirar a dar a sus compañeros de partido.
"PP y Cs no saben lo que quieren para España"
De vuelta a la política nacional, González jugaba a hacerse el sorprendido con las actitudes de la oposición, representada por el Partido Popular y Ciudadanos. En eso no ha cambiado nada desde que era un joven líder que buscaba el Gobierno, pasando por sus 14 años en Moncloa y su condición posterior de "jarrón chino". Felipe jamás le ha dado árnica a los partidos a la derecha del PSOE, y sólo después de que salieran del Gobierno se ha fotografiado afable con sus líderes, José María Aznar o Mariano Rajoy.
Así, González se ha pronunciado sobre los pactos PP y Cs con Vox. Duda el "político viejo" de que ambas formaciones tengan claro "qué es lo que quieren para España", e incluso "para sí mismos". Así que manda a populares y naranjas "al rincón de pensar" a la espera de que "cuando lo tengan claro, vuelvan y tomen posiciones".
Y, entre sonrisas socarronas y alguna broma, concluía sus reflexiones Felipe felicitando al juez Marchena por su "implecable labor" en el juicio a los líderes del golpe separatista del 1-O. Aunque gastaba más rato de palabra haciendo mención a los insultos del portavoz de Vox en Murcia, Juan José Liarte, que en un mensaje en Facebook llamó "tiparraca embustera" a la ministra de Justicia en funciones, Dolores Delgado, y le recordó que "de las p*** sólo se pueden esperar putadas". González se ha limitado a señalar que con esas declaraciones "se define a sí mismo y a su grupo".
Y es que lo que más le preocupa al presidente González es la deriva de las democracias, "ahora que casi no hay dictaduras militares, por suerte", hacia "la mediocridad populista". Y como buen socialista, escoraba sus críticas, implíctias al PSOE por su apoyo en Podemos, más hacia el entendimiento del PP de Pablo Casado con el partido de Santiago Abascal, con los Ciudadanos de Albert Rivera como beneficiario a título lucrativo.
Para González, Vox tiene demasiada "libertad para expresar el fondo de sus pensamientos", ya que hay partidos que lo están legitimando, "cuando deberían estar defendiendo valores que la formación de extrema derecha no respeta.