Pasados diez días de las elecciones generales del 28 de abril, Pedro Sánchez hizo un primer movimiento extraño: convocó a los tres líderes principales de la oposición a una ronda de contactos más propia de lo que suele hacer el Rey tras una cita con las urnas. Esa primera toma de temperatura llenó una semana a caballo entre las reacciones a los resultados y el inicio de la campaña de las municipales, autonómicas y europeas.
Pero antes de que se vieran en Moncloa, Pablo Iglesias y Pedro Sánchez -supuestos "socios preferentes" para el nuevo gobierno- ya se habían intercambiado mensajes. En ellos, el líder de Podemos ofreció una lealtad que incluía incluso negociar su postura en "temas de Estado", como los europeos y Cataluña.
La relación entre ambos hoy no está en su mejor momento. La personal, sí: se entienden y sienten que hablan un mismo idioma ideológico, según explican a este periódico fuentes de Podemos. Pero la política se está enfriando después de cuatro citas en la sede de la Presidencia que no han llevado a "ningún avance en lo sustancial", en palabras de un portavoz oficial del equipo de Iglesias.
Y eso que, según ha podido saber EL ESPAÑOL, en aquellos mensajes cruzados entre el presidente, ya en funciones, y el candidato de la formación morada, el de Podemos ya le anticipó su nueva actitud, luego exhibida en las contadas comparecencias públicas que -más allá de la campaña del superdomingo electoral- ha concedido el secretario general. Tecleando sobre la pantalla de su móvil, Iglesias emitió un doble mensaje: por un lado, que hace falta un Gobierno de izquierdas, estable y de coalición; por el otro, que es consciente de su peso en ese eventual Ejecutivo.
Y ahí estaba el verdadero cambio de actitud de Iglesias. Lejos de aquella comparecencia tras verse con Felipe VI en 2016, cuando poco menos que se pidió ser vicepresidente, controlar el CNI y RTVE junto a otros ministros de su propia formación, ahora el líder de Podemos ofrecía lealtad absoluta. Iglesias comprende que no puede reclamar "ministerios de Estado", como Defensa, Interior o Exteriores. Y es más, está dispuesto a no ser un verso suelto en el Ejecutivo con aquellos asuntos, como su posición a favor del referéndum de autodeterminación catalán.
Como partido, Podemos seguiría manteniendo sus posturas, aunque sin beligerancia. Y como ministro, Iglesias sería leal a las posiciones colegiadas del Gobierno de coalición.
Con esa asunción propia de las consecuencias de su caída en las urnas -Podemos perdió 1,3 millones de votos y seis puntos, pasando a ser cuarta fuerza en el Congreso- pretendía el líder de la formación morada salvar las evidentes reticencias que en el seno del PSOE despierta su eventual entrada en el Gobierno.
"Podemos en el Gobierno no es problema"
Dos días antes de las elecciones, el diario El País publicaba una entrevista con Sánchez en la que se destacaba con letras grandes que para él "nunca" sería "un problema que Podemos entrara en el Gobierno". Curiosamente, en aquella entrevista el día del cierre de campaña del 28-A, Sánchez sostenía que él "jamás" se había negado "a una coalición" con Podemos.
Sin embargo, hoy las fuentes de Moncloa insisten en recordar que "desde el primer día" -aquella cita de la ronda de contactos-, Iglesias sabe que "no habrá ministros de Podemos" y que todo "es un teatro que él mantiene para hacerse fuerte". La respuesta en el partido morado viene acompañada de una risa irónica: "Es tanto como si nosotros dijéramos que desde el primer día, Sánchez sabe que o hay coalición o no sale presidente", advierten las fuentes, "es evidente que no hay suma para que gobierne en la que no seamos imprescindibles".
Además, Iglesias ya sabía todo esto. O se lo temía, según fuentes de su entorno más cercano, cuando rememoraba los nueve meses de Gobierno del PSOE tras la moción de censura. "No cumplían nunca, cada cosa negociada se rebajaba al día siguiente", recuerdan estas fuentes. Y de ahí el empeño de entrar en el Consejo de Ministros. "Queremos negociar un programa de gobierno que cambie la vida de la gente", explica Iglesias. Y para eso exige garantías, "que sólo hallamos formando parte de ese Ejecutivo".
Dentro de esa reflexión que al líder de Podemos le ha llevado a comprender que está situación distinta a la de aquel que se negó a apoyar el "pacto del abrazo" de principios de 2016, pues, está la proporcionalidad en cantidad y calidad.
Proporcionalidad en calidad y cantidad
Sus fuerzas mermadas de uno a tres en escaños -"aunque de uno a dos en votos", se empeña en recordar cuando se le da oportunidad- le hacen sentirse legitimado para reclamar tres o cuatro sillas en ese "Gobierno de cooperación", como se empeña en llamarlo Sánchez, y a centrarse en las cosas de comer.
Por eso, aquellos primeros mensajes intercambiados con el líder socialista incluían no sólo a qué renunciaba Iglesias, sino a qué aspiraba: departamentos con presupuesto y capacidad ejecutiva en temas laborales, sociales y medioambientales. Es decir, a brocha gorda, las carteras Trabajo, Sanidad y Transición Ecológica, aunque eso nunca se ha llegado a explicitar en los encuentros con Sánchez, según las fuentes consultadas en Podemos. "Porque nunca se ha avanzado", insisten.
Han sido cuatro reuniones en las que las posturas, en lugar de acercarse un ápice, se han ido alejando. Y tras las que Podemos ha ido engordando el cuaderno de notas con afrentas del PSOE, filtraciones maliciosas de Moncloa e incluso notas de prensa oficiales con atribuciones "insólitas" a la contraparte: palabras supuestamente pronunciadas por Iglesias, como que estaba dispuesto a votar "negativamente" a la investidura. "Eso no se hace", lamenta una fuente cualificada del partido.
Y entonces, ¿Iglesias votaría no? "Hay tres escenarios", zanja este portavoz: "O coalición, que es bueno para España; o Sánchez logra la abstención de la derecha, que es bueno para que Podemos haga una oposición dura; o nuevas elecciones... y ahí quien más pierde es Sánchez, al tiempo".