Pedro Sánchez anda de ronda por España. Este lunes ha cerrado un "acuerdo en lo sustancial" con los dirigentes de Compromís para que le den el sí en una eventual segunda investidura. Los nacionalistas valencianos tienen un sólo escaño que ofrecerle, el de Joan Baldoví, pero en esta situación de bloqueo cada voto cuenta.
Y además, el líder socialista -como hizo Pablo Iglesias antes para presionarle a él- se está reuniendo con diferentes colectivos sociales: asociaciones feministas, de profesores o de Memoria Histórica estrecharán sus manos en este agosto antes y después de que despache con el Rey en Marivent.
Entretanto, el presidente en funciones va dejando macerar la división interna que habita en Podemos y sus confluencias -su otro objetivo-, y que se adivina después de la investidura fracasada del 22 al 25 de julio. Todo para lograr eso que Felipe VI pidió el domingo: "Una solución antes que ir a elecciones" de nuevo.
Así, en el PSOE se alimenta la especie de que hay 11 diputados de los 42 que lidera Iglesias que podrían romper la disciplina de voto en septiembre. Los cuatro de Izquierda Unida y los siete procedentes de En Comú Podem. Ambas formaciones ya han abierto la puerta a "un acuerdo programático" sin ministros para Unidas Podemos "viendo que la opción de la coalición ha fracasado".
En realidad, la división ya estaba sembrada desde la semana de la investidura fallida.
En la mañana del jueves 25 de julio andaban las cosas removidas en el seno del Grupo Confederal de Unidas Podemos-En Comú Podem-Galicia en Común. A mediodía había que volver a votar a Pedro Sánchez, la segunda y definitiva. Y según fuentes oficiales de Izquierda Unida, Alberto Garzón quería que sus cuatro diputados dieran el sí. Las mismas fuentes afirman que el cabreo con el que había salido Iglesias de la sesión del martes 23 aún le duraba al líder de Podemos y que éste se inclinaba por el no.
"No nos dejaremos pisotear ni humillar por nadie", había acabado su intervención el secretario general morado casi a gritos mirando a la cara esquiva del candidato socialista. "Si de aquí al jueves esto no cambia, me temo que usted no será presidente nunca". Y bajó el micro. Sánchez ni se atrevió a contestar. Algunos desde el PSOE dijeron que así era mejor, para que se viera lo "poco fiable e irascible" que es Iglesias. Otros admitían que no quedaba bien que el candidato se quedara sin respuesta por segunda vez en la misma tarde -ya había balbuceado ante Albert Rivera sin decir nada más que "bueno, no le voy a convencer" minutos antes-.
Aunque de algún modo, ni lo uno ni lo otro. Del duelo no salieron victoriosos ni el socialista ni el de Podemos. Porque, efectivamente, ya habían dejado de ser "socios preferentes", pero el jueves Sánchez apareció en el hemiciclo tan ufano como siempre, culpando a todos los demás grupos de que nadie le votara a favor -salvo el cántabro José María Mazón-, e Iglesias finalmente se atemperó y optó por la abstención. Eso votaron todos y cada uno de los 42 diputados del grupo. "Pero tenía ganas de votar no, y puede que se compensara con el sí que defendía Garzón", aseguran desde IU.
Cómo desmontar a Iglesias
La prueba irrefutable de estas idas y venidas en el sentido del voto es que Irene Montero, de baja por su avanzadísimo estado de gestación, había pedido a la Mesa poder emitir su voto de manera telemática hasta cinco minutos antes del inicio de la sesión. Para evitarse lo que había ocurrido dos días atrás, cuando había enviado un no varias horas antes de que, finalmente, la dirección confederal que reúne a los de Iglesias con los Comuns, con IU y con los gallegos rebajara la beligerancia hasta la abstención para "dejar una puerta abierta a la negociación de última hora".
Las fuentes oficiales de Podemos niegan que Iglesias estuviese en el no el jueves por la mañana. Pero, dadas las maniobras de Montero, no les queda otra que admitir que ese sentido del voto sobrevoló siempre entre las posibilidades. También niegan que la división entre IU, Comuns y el resto del grupo sea real. "Al final, votarán lo mismo en septiembre", aseguran.
El caso es que si hay ruptura interna, esas cuentas a Sánchez sí le saldrían. Sus 123, sumados al escaño del PRC, se quedan cortos ante los 151 noes inamovibles de PP, Cs, Vox, N+ y CC. Pero los 11 posibilistas de En Comú Podem e IU podrían activar la investidura si ERC y PNV -además del valenciano Baldoví- mantienen su compromiso de que "si hay acuerdo, no obstaculizaremos la investidura". Eso son 21 votos más: en total, 156. Suficientes en una segunda votación que sólo exige más síes que noes.
Y si Iglesias reacciona volviendo al no para forzar elecciones, Sánchez podría ir a las urnas del 10 de noviembre con su otro objetivo cumplido: desmontar a Iglesias como líder de una competencia real por la izquierda.