Hace unos días, un ex dirigente socialista de la vieja guardia felipista comentaba lo siguiente ante un reducido grupo de periodistas: “Pedro Sánchez nos ha sorprendido: estábamos convencidos de que repetiría la jugada de la moción de censura e intentaría formar eso que Rubalcaba calificó de gobierno Frankenstein, aliado con Podemos y con los independentistas… pero la realidad es que ha demostrado con creces no querer saber nada ni de unos ni de otros, y si no fuera por el fiasco de Navarra –que tampoco significa gobernar con Bildu–, habría dejado sin un solo argumento a la derecha del PP y, sobre todo, de Ciudadanos”.
El problema es que, sin esos apoyos, Pedro Sánchez tiene muy difícil construir una mayoría que le permita gobernar y, a día de hoy, el tablero político se mueve ya en el escenario de una repetición electoral.
La opción de dejar fuera a Podemos y a los independentistas es la que maneja como más deseable el equipo que, liderado por el secretario de Organización, José Luis Ábalos, diseña la estrategia de Sánchez para seguir en la Moncloa. En ese entorno se recuerda que la moción de censura fue una circunstancia anómala que pudo producirse “por la confluencia de dos factores fundamentales: la animadversión de todas las fuerzas políticas hacia el PP y la indolencia del propio Mariano Rajoy. Nosotros fuimos a la moción de censura sin ningún pacto previo, nos la jugamos a una carta, y ganamos porque Rajoy no supo, o no quiso, responder a la jugada”, señalan fuentes del equipo.
Fue, de hecho, el desinterés de Rajoy lo que permitió que la moción saliera adelante. Pudo haberlo evitado, y no lo hizo. El marianismo y el sorayismo se habían instalado en el ensimismamiento y no atendían a los avisos sobre sus errores acumulados en cuatro años de legislatura. Es más, emplearon todos sus esfuerzos en anular las voces discordantes que intentaban –intentábamos– advertir de lo que se venía encima y que pudo haber acabado con el PP. Desde luego, Rajoy fue responsable de que su partido perdiera el Gobierno y las elecciones.
No es del PP de donde Ábalos quiere obtener la ayuda para llegar al Gobierno, sino de Ciudadanos
Lo cierto es que un año y dos meses después de la moción, la realidad política nos conduce, de nuevo, a otra convocatoria electoral –la segunda– por más que en sus proclamas los dirigentes socialistas afirmen querer lo contrario. Si fuera así, Sánchez no estaría ofreciendo a la opinión pública un road show de reuniones con diferentes agentes sociales para, supuestamente, elaborar un programa de gobierno progresista que ya debería tener redactado porque fue el que llevó a las elecciones del pasado 28-A.
¿Cuál es entonces el objetivo? ¿Forzar a Unidas Podemos a través de terceros? Parece muy poco realista, aunque tampoco le haría ascos Sánchez a un apoyo del partido de Pablo Iglesias sustentado en un acuerdo programático de esos que luego se cumplen según convenga y sin entrada de los morados en el Gobierno. Como eso no parece que vaya a ocurrir, sólo quedan dos opciones: o el PP y Ciudadanos ceden y se abstienen, o habrá que volver a las urnas.
Lo primero parece imposible. Los contactos discretos con el PP no han facilitado el acercamiento. El equipo de Teodoro García Egea lo tiene muy claro: “No vamos a darle la abstención, y mucho menos el apoyo, a Pedro Sánchez”. Y aunque en privado reconocen que ha habido interlocución y que el propio Ábalos ha mantenido contacto con la cúpula del PP, la realidad es que no van a facilitar un gobierno de Sánchez, “ni siquiera en un escenario de conflicto tras la sentencia del Supremo”. “Otra cosa es que nos pida ayuda para responder a ese escenario: ahí puede contar con el PP, como el PP contó en su día con el PSOE, pero nada mas”, dice una de las nuevas incorporaciones al equipo de Pablo Casado.
Pero no es del PP de donde Ábalos quiere obtener la ayuda para llegar al Gobierno, sino de Ciudadanos. Y como sabe también que Albert Rivera no va a modificar ni un milímetro su posición actual, la única opción posible es esperar a que unas nuevas elecciones modifiquen el escenario y faciliten un acuerdo que hoy se antoja inalcanzable.
El escenario que maneja el PSOE tras nuevas elecciones es el de una crisis en Cs que allane el acuerdo
Salvo el último barómetro del CIS, que tiene la credibilidad que tiene, no hay todavía sondeos serios que permitan aventurar qué puede pasar en unas hipotéticas elecciones, y el mes de agosto no es el mejor para elaborar una encuesta, así que habrá que esperar a septiembre para tener más datos. Sin embargo, dicen fuentes socialistas tener “la sensación”, fundamentada en algunos estudios sociológicos, de que unas nuevas elecciones les serían favorables, pues subirían a costa de Podemos, de la misma forma que el PP lo haría a costa de Ciudadanos y de Vox.
¿Esa subida sería suficiente como para sumar una mayoría absoluta con un segundo partido? “Puede que no con Podemos, pero sí con un Ciudadanos a la baja”, añaden. En efecto, el escenario que maneja el PSOE es el de tener un resultado similar al del PP en 2016 –en torno a los 130-135 escaños–, lo que haría bajar al partido de Pablo Iglesias a los 30 escaños; es decir, que seguiría necesitando el concurso de terceros para alcanzar el Gobierno.
Sin embargo, el ascenso del PP, que podría estar sobre los 80 escaños, se produciría a costa de Vox y Ciudadanos. El partido de Rivera, que ahora cuenta con 57 diputados, podría bajar entre 10 y 12 escaños como consecuencia de su escoramiento a la derecha y su posición de bloqueo, lo que abriría una crisis, sino de liderazgo, sí al menos de estrategia en el seno de la formación naranja, y con esa probabilidad juega el equipo de Ábalos para lograr un acuerdo lo suficientemente sólido como para poder formar Gobierno.
No hay que olvidar que ese acuerdo ya se produjo una vez, y podría volver a repetirse. Además, dicen en el PSOE que eso le permitiría a Ciudadanos “equilibrar el desgaste sufrido por sus pactos con el PP y con Vox”, y le volvería a situar como partido necesario para la gobernabilidad. Aunque de eso es, precisamente, de lo que huye Albert Rivera.