"Suena la percusión, las guitarras...". Lo dijo Carmen Calvo, que disfrutaba de una comparecencia agosteña y sin límite de tiempo. La vicepresidenta en funciones pisó la Cámara para dar cuenta del Open Arms, pero la música le permitió interpretar el solo que había pensado: datos, agradecimiento a la Armada, alabanzas a su propia gestión... Todo ello trufado de algún que otro dardo a la oposición.
Calvo, igual que Cayetana Álvarez de Toledo en la bancada contraria, genera una especial inquina en sus adversarios. PP, Ciudadanos, Vox y Podemos, henchidos por las cuentas pendientes, arremetieron sin cuartel contra la vicepresidenta. También se dispararon entre ellos. Y ese fuego cruzado abrió camino a Calvo, que no tuvo que dedicar demasiado tiempo a las contradicciones protagonizadas por el PSOE en materia de inmigración.
Los cambios de puerto, los resbalones de Pedro Sánchez, su delicada relación con la ONG, el reparto de los inmigrantes, las negociaciones con las potencias europeas... De todo eso, de lo pragmático, apenas habló Calvo. Y cuando lo hizo, fue mediante un sedoso viaje por la superficie.
Para más inri, la polarización del debate centró a los socialistas. Abascal vinculó la inmigración ilegal con las Manadas y Podemos describió Open Arms como una sacrosanta entidad sin pecado concebida. En medio, equilibrado a la fuerza, quedó el PSOE.
"Fue la única comparecencia que pudimos forzar", reconocían a la salida algunos diputados de PP y Ciudadanos. Dicho de otra manera: como el Gobierno apenas "da la cara", había que "aprovechar" la tarde del martes para pedir explicaciones por el Open Arms... y saldar todas esas cuitas.
El PNV y Santiago Abascal se tachaban mutuamente de "supremacistas". Relucían las lecturas de Sabino Arana. Cayetana acuñaba una teoría que equiparaba a Salvini con Sánchez, lo que sorprendía a sus propios compañeros. Arrimadas recordaba los sucesos del Orgullo. Y Carmen Calvo ni siquiera tenía que beber agua para apuntalar la réplica.
El rotulador rojo de Calvo
Al lado de un Pedro Sánchez abstraído en la corrección de un documento -quizá parte de la propuesta programática con la que pretende seducir a Podemos-, la vicepresidenta dedicó sus ratos en el escaño a cargar su libreta de respuestas ad hominem. Rotulador rojo en mano, no se olvidó de nadie. Y por suerte -debió de pensar-, la oposición sí se olvidó de ella en determinados momentos.
El tuit de Marcos de Quinto, el "resorte contra el bipartidismo" que guía a Arrimadas, la desconfianza que separa al PSOE de Podemos, la victimización tras ser apodada Calvini... Los minutos pasaban y la vicepresidenta jugaba más al ataque que a la defensiva.
En ese clima de confusa refriega, Calvo repitió el mantra pactado entre Moncloa y Ferraz: "Europa debe darse cuenta de que su frontera sur es España (...) Es un problema de la Unión, no solo nuestro (...) Mañana llegará el Audaz con quince inmigrantes a bordo...". Incluso pudo dibujar el panorama que soliviantó a Cayetana: ése, según el cual, la inmigración se gestiona mejor desde que está el PSOE. Por eso, entre otras razones, la portavoz del PP la equiparó a Salvini: "Hacen demagogia".
Calvo aseguró que, en agosto de 2018, murieron 68 personas en el Estrecho, frente a una sola víctima durante este mismo mes en 2019. También se arrogó el éxito de que Europa haya enviado 140 millones de euros a Marruecos para controlar la inmigración.
"Con las políticas de inmigración sí que se defiende a España", concluyó la vicepresidenta. Los diputados socialistas aplaudieron a rabiar. Arrimadas, que afinó en su segundo turno, tenía razón en algo: "Hacía seis meses que no había una sesión de control en el parlamento. No se atreven a dar la cara". Este martes, obligados por los votos de la Diputación Permanente, el Ejecutivo se vio obligado a hacerlo. Aunque salió casi indemne.