La ruptura es total entre Unidas Podemos y el PSOE. Iremos a elecciones el 10 de noviembre, las cuartas en cuatro años, como se encargaron unos y otros de recordar a la salida, en sus comparecencias atropelladas ante la prensa. Pablo Echenique, junto a sus cinco compañeros de negociación, y Adriana Lastra, sola, parecían ambos haber elaborado un argumentario en una sala previa al vestíbulo de la ampliación del Congreso de los Diputados con el objetivo de señalar la derrota del ahora rival y antes "socio preferente". Porque todas sus tesis buscaban mucho más la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio.
Ni el secretario de Acción de Gobierno de los morados ni la vicesecretaria general socialista supieron dar razones de por qué si es tan "urgente que haya un Gobierno estable", como ambos sostenían, y "no hay diferencias sustanciales en lo programático" no eran capaces de llegar a un punto de acuerdo. Lejos de eso, lo que compusieron los dos fue una sinfonía de alabanzas a sí mismos y un catálogo de reproches a la contraparte: "Ya sospechábamos que querían elecciones", dijo Echenique; "vuelven a impedir un Gobierno progresista", respondió Lastra.
PSOE y Podemos se culpan de que vaya a haber elecciones repetidas conscientes de que lo mejor que les puede pasar es que todo quede igual. Y ni siquiera eso, porque el lado socialista sí puede perder: tras la visita a las urnas, cualquier pacto pasará por una vicepresidencia para Iglesias.
Los dos bandos admiten que tendrán que volver a sentarse -los mismos u otros actores, pero con las mismas banderas morada y roja- para una ceremonia repetida y con más tensión sobre la mesa. Eso o que sumen las derechas, con lo que tanto Echenique como Lastra y, sobre todo, sus jefes, Pablo Iglesias y Pedro Sánchez, muy probablemente se quedarían aún más secos de argumentos.
Pero el caso es que no hay una sola encuesta que vaticine un vuelco tal que acerque a Pablo Casado a la Moncloa. Y eso que tanto PSOE como Podemos son conscientes de que "las derechas siempre se ponen de acuerdo". Pero no mientan la bicha, no vayan a alimentarla.
Pistoletazo a la campaña
Lo que sí que transmite la dirección de Podemos es que en el momento en el que Carmen Calvo, María Jesús Montero y Adriana Lastra se levantaron de la mesa este martes se acabó la tregua. "Sánchez ya no se libra de mi foto a su izquierda en el Consejo de Ministros", ha apuntado Pablo Iglesias a sus más allegados según ha sabido este periódico.
Y además será después de una campaña durísima, en la que el líder morado se empeñará en recuperar todos los votos que al PSOE le cayeron regalados el 28-A por el miedo que supo azuzar a que Vox lograra una segunda sorpresa al nivel de la andaluza: escaños suficientes como para sumar con PP y Ciudadanos. En Podemos están convencidos de que muchos de los votos que se fueron entonces regresarán "a casa" a causa de la frustración de que Sánchez nos los haya rentabilizado con un gobierno de coalición que frene las políticas del "trifachito.
Admiten que cuando Iglesias rompió en directo con Sánchez desde su escaño en el último debate -"no nos pisará ni humillará nadie... y si no llegamos a un acuerdo es muy posible que usted no sea presidente nunca"- se alcanzó el punto álgido de la "desconfianza mutua", tal como la definió dos semanas después Sánchez en Marivent, tras despachar con el Rey.
El equipo de Iglesias lleva tiempo preparándose para volver a la carretera. Cuando salieron del Congreso tras el fracaso en la investidura de Sánchez el 25 de julio, el secretario general morado y su jefe negociador, Echenique, se comprometieron con sus compañeros de Ejecutiva a no salir de Madrid en todo el mes de agosto, como ya informó este periódico. Y así lo hicieron... pero para nada. No recibieron la llamada del PSOE y pasaron los 31 días de veraneo en casa mirando el teléfono, que no sonaba.
Entretanto, repasaban la lista de "desplantes y humillaciones" que enumeran sus equipos a quien quiera escucharlos mientras explican cómo los fueron aceptando a cambio de "seguir favoreciendo la negociación". Ahora los usarán para elaborar las estrategias de campaña.
Y aunque la campaña de las elecciones repetidas durará oficialmente sólo una semana, lo cierto es que en cuanto se constate que Felipe VI no tiene candidato al que designar, se dará el pistoletazo de salida. "¿Alguien se cree que el que más va a perder es Podemos si se repiten elecciones?", advierten, "que nadie cuente con eso".