La España que madruga desayuna. Y desayuna bien. No son ni las nueve de la mañana y los alrededores de Vistalegre son un bullicio de tostadas con jamón, "serrano o ibérico, pero español" según insisten los voxeros más madrugadores incidiendo en el gazapo de Sánchez en Extremadura. La Razón abre con una entrevista a Abascal, retratado en uno de los toros de bronce de la plaza. El periódico está inédito, y ya van haciendo cola la buena gente de Roquetas en la entrada de la plaza: es octubre, es temprano y ya caen 18 grados.
Los extremeños enseñan una borgoñona con un lobo, "por la fuerza, la manada", explican. "La manada no, la camada", dice otro voxero más al día de lo que se puede decir y lo que no. La bandera la ha diseñado Manuel Bueno, que tiene nombre unamuniano y no ha podido "subir a Madrid" desde Almería, su Almería.
En la cola, un sevillano de Barcelona grita, a las diez menos cuarto, el himno de la Guardia Civil y es aplaudido por la concurrencia que se sabe la música y no tanto la letra. Un jubilado vestido del Racing de Santander le pregunta al SAMUR que quién torea, Abascal, le responden. Y se va por donde vino con el Marca en el sobaquillo. Y Lola, que lleva la señera emparedada con la bandera de Vox y grita con orgullo que "¡Viva Tabarnia!".
La España que madruga, la España viva, monta guardia donde los toreros de invierno, en el corazón de Carabanchel -ironías de la Historia-. Se ven muchos náuticos, muchos castellanos en pies de andaluces, que son los que arman más jarana y han salido en autobús en cuanto anochecía. El día de verano nos da la imagen de bermudas y pins, el look que deben llevar en Sotogrande. Todavía, los que han venido de Barcelona, echan cuentas de a cuanto por barba sale el kilometraje y el viaje a Madrid y se ven más banderas de España, pero con menos ostentación que hace un año y se entiende que por la mera entrada del partido en las instituciones.
"Me quitaré el luto cuando Abascal sea presidente", que le hice una promesa a Ortega Smith, dice un señor de Albacete que se pasea con un patinete -y perdonada sea la rima- y un crespón en sus banderas; el luto es simbólico y es por España; lo curioso es que entra y sale de la plaza mientras otros hacen cola: la derecha se motoriza.
Ya en el interior, Sánchez del Real, speaker desde el burladero, pide aplausos para todos los "funcionarios", incluido los "de Hacienda". Francisco Serrano me confiesa que ha venido en el AVE de las siete desde Sevilla, y el primer voxero que tocó pelo institucional en la Junta de Andalucía reconoce que se ha metido "un madrugón, de los gordos". Es verlo entrar en Vistalegre y crecerse.
A las 11.15 y en el cogollo de la plaza se emite un video de Espinosa de los Monteros en el Congreso donde, tirando de hemeroteca, justifica las cosas de Vox con el Orgullo Gay. Proyectan videos de La Tuerka, los silban, y los contrarrestan con vídeos ñoños y resultones: un reencuentro en un aeropuerto, un matrimonio que envejece de la mano por un paisaje otoñal. Puro Disney.
A las 11. 32 Ortega Smith entra a zancadas largas y pregunta por "la sala de espera, la sala de espera" con tono de bronca pistola. Lo sientan y se tranquiliza. Desde la organización me dicen con ojos vidriosos que a la prensa, tanto tiempo vetada, nos han puesto un burladero.
Vistalegre da videos de subsaharianos en Melilla, cruzando la valla y encomendándose -los subsaharianos- al Corazón de Jesús conforme se santigua. También se emiten fragmentos de Abascal en el Congreso que son jaleados y que son subtitulados. Hay un corte de Sánchez y lo pitan, sale Susana Grisso y la plaza es un clamor de abucheos contra la periodista catalana. Después llega Sánchez Dragó, bien acompañado, con una camiseta con versos de Gainsbourg. O Hermann Tertsch, en un nervio de protocolos.
Para calentar el ambiente, van poniendo en las pantallas intervenciones de Clara Serra vs Monasterio, con el graderío elogiando a la aristogata.
Cuando, con retraso, Espinosa de los Monteros suelta su intervención hay una bandera recosida entre la señera y la real en un burladero. Hay manchas de petróleo en la enseña de Patricia Muñoz, que, a lo Mariana Pineda, ha tejido y entretejido la española y la catalana, y la muestra con los desgarros que le han provocado los CDR. Sigue haciendo calor.
Por megafonía anuncian que hay barra libre para los que se han quedado fuera. Tertsch tuitea y el juez Serrano hace como que atiende. 13.500 dicen que se han dado cita en Vistalegre.
Cuando Ortega Smith sube los once escalones del escenario, bajo dos columnas dóricas, se escuchan toses y un "Viva España" en sordina. Lleva los pantalones a la altura de los sobacos y la camisa abierta: hace calor.
Después lo obvio, la catarsis, Abascal está sudado y le gritan "guapo". Abascal hace un discurso hasta moderado, y le van aplaudiendo bajo lo que se supone que son las columnas de Hércules. Abascal dice no tener miedo "a nada ni a nadie".
Y a la puerta de Vistalegre, unos simpatizantes hacen la cuenta la vieja para ver de cada uno, cada cual para pagar el autobús. Volverán durmiendo, eso sí. Explicándose entre sueños qué es el "tricentrito" que decía Abascal.
Abascal fue fiel a su público cuando dijo que desenterrar a Franco equivale a "derrocar a Felipe VI". Los tendidos aguantaron el aliento y aplaudieron no muy convencidos.