El regreso al centro se ha consumado a golpe de verso. En el gabinete de Albert Rivera resuenan los Cantos iberos de Gabriel Celaya (Hernani, 1911). El último giro de Ciudadanos lleva el nombre de un poema de aquel libro: España en marcha. Y no es casualidad. El candidato liberal, a lo largo de estos días, lo ha tenido sobre la mesa. Le encandilan dos lemas. Ése que apremia a “vivir, a anunciar algo nuevo” y aquél que empuja a “transformarse”, a “crecer”. Por tanto, en el levantamiento del cordón al PSOE hay música macroniana -“En marche”- y lirismo celayista.
Unas estrofas que, hace ya mucho, lee también Pablo Iglesias. El líder de Podemos vibra con la poesía social de Celaya, cuyo verdadero nombre fue Rafael Múgica. Apostó, en concreto, por la versión musicalizada de España en marcha -obra de Paco Ibáñez- para clausurar uno de sus mítines en la Puerta del Sol. En otra ocasión, gesto serio y ceño fruncido, recitó mirando a cámara el mítico La poesía es un arma cargada de futuro. Eligió su parte más reivindicativa, la de “poesía para el pobre”, “poesía necesaria como el pan de cada día”.
Por si no fuera ya demasiado explícita la coincidencia -a ver si el verso va a fraguar un pacto inesperado-, Irene Montero enunció de arriba abajo el España en marcha de Celaya durante una proclama. A Iglesias le fascina de Celaya su canto a los desfavorecidos. A Rivera le seduce en términos de “transformación”.
“Lo hemos tenido en cuenta. Es un poema que encaja muy bien con nuestro momento”, cuenta a este diario un miembro de Ciudadanos que ha diseñado la última estrategia con Rivera. Esta fuente reseña que “España en marcha” tiene mucho de presente y futuro, de “huir de los bandos”: “Es la parte que más nos gusta”.
Y Celaya, cuya peripecia vital es una novela, vale para una cosa y la otra. Él mismo vivió en carnes la tragedia de las dos Españas. Primero, como gudari en lado republicano; después, engrosando el autoproclamado lado nacional. Siempre en calidad de ingeniero -ésa era su formación-. Entre medias, estuvo preso en un campo de concentración franquista en Palencia.
A partir de los cincuenta, Celaya se volcó en la poesía social, un género que, prácticamente, lleva su nombre. De la mano de Amparo Gastón -su segunda esposa-, bebió el ideario comunista, que hizo suyo hasta el final de su vida. No obstante, también rompió con el PCE. No podía ver a Santiago Carrillo.
Durante la dictadura, Celaya convirtió su piso de la calle Nieremberg, en Madrid, en un lugar de conspiraciones antifranquistas. José Caballero Bonald, que pasó por allí en varias ocasiones, lo definió así: “Aquella casa pasó a ser lo más parecido que había a una sala de juntas de la oposición”. Un ambiente, por cierto, imbuido de “pródigos trasiegos etílicos”.
“Celaya", apuntó en una semblanza Caballero Bonald, "fue siempre un comunista muy a su aire, díscolo por sistema y no poco intempestivo, de fértiles desobediencias”. “Eminente” y “fogoso”, el poeta vasco, enamorado de San Sebastián, se resistía a acatar las consignas de los comisarios.
Gabriel Celaya murió en Madrid en 1991. Un día, escribió: “Salvemos las distancias, venzamos las nostalgias”. A ver si los políticos que le leen con fruición reparan también en este verso… y tenemos gobierno.
España en marcha
Nosotros somos quien somos.
¡Basta de Historia y de cuentos!
¡Allá los muertos! Que entierren como Dios manda a sus muertos.
Ni vivimos del pasado,
ni damos cuerda al recuerdo.
Somos, turbia y fresca, un agua que atropella sus comienzos.
Somos el ser que se crece.
Somos un río derecho.
Somos el golpe temible de un corazón no resuelto.
Somos bárbaros, sencillos.
Somos a muerte lo ibero
que aún nunca logró mostrarse puro, entero y verdadero.
De cuanto fue nos nutrimos,
transformándonos crecemos
y así somos quienes somos golpe a golpe y muerto a muerto.
¡A la calle! que ya es hora
de pasearnos a cuerpo
y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo.
No reniego de mi origen
pero digo que seremos
mucho más que lo sabido, los factores de un comienzo.
Españoles con futuro
y españoles que, por serlo,
aunque encarnan lo pasado no pueden darlo por bueno.
Recuerdo nuestros errores
con mala saña y buen viento.
Ira y luz, padre de España, vuelvo a arrancarte del sueño.
Vuelvo a decirte quién eres.
Vuelvo a pensarte, suspenso.
Vuelvo a luchar como importa y a empezar por lo que empiezo.
No quiero justificarte
como haría un leguleyo,
Quisiera ser un poeta y escribir tu primer verso.
España mía, combate
que atormentas mis adentros,
para salvarme y salvarte, con amor te deletreo.
*** De: Cantos iberos, 1955.