Las sonrisas se dejaron atrás en el Palacio de la Moncloa durante este miércoles: la tensión traspasaba los gestos del presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, y del líder de la oposición, Pablo Casado, desde que se encontraron para reunirse al mediodía. La situación no era para menos: tras la publicación de la sentencia del procés, el desafío independentista se encontraba en pleno apogeo y vivían los momentos de mayor tensión con una Barcelona cercada e incendiada en varios puntos del centro de la ciudad. Cargas, barricadas, enfrentamientos.
La jornada no pintaba de diferente manera y ambos dirigentes desplegaron su faceta más institucional: dos hombres de Estado que se reunían para poder llegar a alguna solución de consenso y mostrarse apoyo mutuo durante la crisis que se estaba viviendo. Pero, entre el recuerdo de la última ocasión en que el Gobierno de España se vio en una situación similar, la cercanía de la próxima cita electoral —que tendrá lugar en algo más de tres semanas— y el cambio de roles entre los dos partidos, tanto el PSOE como el PP se han envuelto en una lluvia de reproches.
La diferente gestión que ambos partidos llevarían a cabo o las heridas que aún supuran para las formaciones sobre lo que les costaron sus acciones durante el 1-O, a nivel partidista, hace ya dos años, hacía que la situación no fuera sencilla ni para uno ni para el otro.
Marcar perfil frente a Sánchez
Primero, el presidente popular asestó una crítica velada, pero clara, en su intervención posterior ante los medios de comunicación: apenas llevaba un par de minutos subido al atril cuando soltó el primer dardo. “Quiero mostrar el apoyo unánime del PP a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y al uso legítimo de la fuerza. Esto supone una novedad en un partido de la oposición, que nosotros echamos en falta desde el Gobierno el 1 de octubre de 2017”, masculló Casado.
No se quedó ahí. Tras manifestar que su partido daría su apoyo al Gobierno de España a través de una labor de oposición “con sentido de Estado”, “leal” y “responsable”, el popular pasó al ataque. Sobre Cataluña no dudó en presumir que su partido “es el único que tiene experiencia para afrontar este tipo de desafíos”. “Nosotros sí estamos preparados [para actuar] en caso de que sea necesario. Ahora de forma urgente [como oposición] o después del 10-N, desde el Gobierno. “No nos va a temblar el pulso”.
Posteriormente, fuentes de la dirección popular aseguraban que no Casado no había pasado la línea de la exigencia del 155, como acostumbraba meses atrás, por la jurisprudencia sentada por el Tribunal Constitucional, que ahora obliga a decir hasta cuándo se aplica este mecanismo legal. “A lo mejor nos toca aplicarlo a nosotros”, comentaban.
La prudencia tenía su explicación. Las previsiones de Génova es que, si la campaña sigue la misma tónica, no sólo rebasarán la frontera psicológica de los cien escaños, sino que se ven con opciones serias y reales de alcanzar la Moncloa. Por eso, hasta el 10-N, mantendrán el apoyo al Estado. Después, ya se verá.
El Gobierno no quiere desgaste por Cataluña
El Gobierno, por su parte, también tenía preparada la estrategia. Consistía en tratar de que Cataluña no perjudicase su discurso de cara a la campaña. Los dos últimos ciclos electorales estuvieron marcados, entre otros factores, por Cataluña, que influyó en el resultado en Andalucía, y la aparición de la extrema derecha contra la que Sánchez clamó movilizando a buena parte de la izquierda el 28 de abril.
Ahora, vuelve Cataluña y tanto Gobierno como PSOE llevan desde el lunes ocupando todo espacio mediático para explicar su gestión de la crisis. Hasta ahora, eso se hizo cargando tanto contra los independentistas como contra Unidas Podemos y Vox, dejando que las posiciones de PP y Ciudadanos quedasen en un segundo plano. Este miércoles, eso se rompió definitivamente cuando Pablo Casado decidió mostrar perfil propio y desmarcarse del Ejecutivo.
La respuesta no tardó en llegar. José Luis Ábalos, secretario de Organización del PSOE, compareció en Ferraz tras la rueda de prensa de Casado en Moncloa. La aparición de Ábalos era una clara respuesta a Casado y no sólo como número tres del PSOE, ya que en varias ocasiones habló en nombre del Gobierno.
Reproche al PP de Rajoy
"Les pido que no traten de excusarse frente a la presión que puedan recibir para lanzar algún mensaje de carácter electoralista o simplemente para tranquilizar a sus propias filas", pidió a Casado. A medida que avanzó su comparecencia, también subió el tono. "La sentencia que hoy está gestionando este Gobierno es a consecuencia de unos hechos que se produjeron durante la gestión del anterior Gobierno. Algo tendrá que ver con cómo se gestionó aquello".
Se trata de "hechos que ocurrieron, no me atrevería a decir que se permitieron, que ocurrieron en aquel momento en el que se plantearon hasta dos referéndum de independencia, dos leyes de desconexión y una declaración de independencia", reprochó. "Si la opción es seguir en la oposición, estar peleándose con Vox y con Cs por el mismo espacio, a lo mejor lo está haciendo bien", según él.
Por la tarde, le tocó el turno a Calvo. "Cuando se habla de altura de miras y lealtad con el Gobierno es no meter presión y estar detrás de las decisiones que toma el Gobierno", advirtió a Casado. Al líder del PP pidió que "el compromiso de Estado sea verdadero" y que respalde al Gobierno en su labor por "culminar todos estos días en términos pacíficos y democráticos".
“Enrocamiento” frente a “mentiras”
Y, en medio, saltaron las chispas entre los dos grandes partidos españoles a raíz del debate televisado para la campaña electoral. El tira y afloja había sido total, según fuentes que participaban en la reunión en la Academia de Televisión que trataba de cerrar los flecos sobre la celebración del programa. Tanto, que en estos momentos, que se lleve a cabo continúa en el aire.
Unos decían que “sólo cedían ellos, están enrocados”; los otros, que “mentían”. El resto de formaciones políticas trataban de sacar partido de la situación, pero lo cierto es que tan sólo PSOE y PP explotaron sus desavenencias para enfrentarse, una vez más, durante la jornada.
Sánchez, por la unidad
Finalmente, al filo de las diez de la noche, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, pidió "unidad" de los partidos políticos y, para ello, "dejar en segundo plano intereses de partido para así dar una respuesta unitaria a este desafío". Sánchez fue mucho menos explícito que los demás dirigentes del PSOE o del Gobierno que hablaron del asunto este miércoles y prefirió centrarse en un mensaje a la sociedad catalana y a la Generalitat.
"La única esperanza de los grupos violentos es que cometamos errores. Su única esperanza es vernos exaltados y divididos. Nos quieren exaltados para que caigamos en sus provocaciones y alimentemos una espiral violenta. Y nos quieren divididos para debilitarnos y tratar de imponer su voluntad sobre la democracia. Y nos deben encontrar como exige la gravedad del momento: firmes, serenos y unidos", dijo Sánchez.
A esa hora, continuaba la violencia en las calles de Barcelona, por segunda jornada consecutiva. Daba igual que varios dirigentes llamaran a la acción "pacífica" y condenaran lo sucedido en las noche del martes, como el conseller de Interior Miquel Buch. Pero quedan protestas... y queda campaña.