Poco más de una hora duró la reunión en el Congreso de los Diputados entre los negociadores del PSOE, Adriana Lastra, y de ERC, Gabriel Rufián. El objetivo de la número dos socialista y portavoz en la Cámara Baja era conseguir el beneplácito de ERC a la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno.
El objetivo de Rufián, otro muy diferente. Una "mesa de diálogo de igual a igual" entre el Gobierno central y el Gobierno autonómico catalán. Es decir una vuelta a lo pactado entre Quim Torra y Pedro Sánchez en la cumbre de Pedralbes del 20 de diciembre del año pasado y que incluye una mesa de partidos al margen del control del Parlamento autonómico catalán.
El resultado fue el que se preveía. Un "no" de Gabriel Rufián que todos saben provisional a la espera de unas cesiones que los republicanos creen seguras. "No ha habido ningún indicio de que el PSOE vaya a abandonar la vía represiva para afrontar el conflicto político en Cataluña", dijo el líder de ERC tras la reunión en el Congreso. En realidad, los republicanos sólo están ganando tiempo y añadiendo presión al PSOE, sabedores de que la investidura depende única y exclusivamente de ellos.
Órdago contra órdago
Existe un segundo motivo detrás del no de Rufián. PSOE y Podemos pueden permitirse el lujo de escenificar un acuerdo de Gobierno en sólo 24 horas, pero ERC necesita más tiempo para vender entre sus votantes el trágala de un hipotético sí a un Gobierno del PSOE. De ahí también la respuesta de Pedro Sánchez. "El PSOE y Unidas Podemos somos las dos únicas organizaciones a nivel nacional que apuestan por el diálogo dentro de la Constitución y el Estatuto para resolver la situación en Cataluña".
Dicho de otra manera. Para ERC, la alternativa a un Gobierno del PSOE y Podemos son terceras elecciones o un Gobierno del PSOE junto a PP y Ciudadanos. Algo que el presidente del Gobierno en funciones se encargó de resaltar ayer cuando pidió a "aquellos que se oponen" que le expliquen "qué alternativa proponen". No parece, sin embargo, que ese camino pueda llevar muy lejos a Sánchez. En ese órdago, él mismo –y no tanto el PSOE– tiene mucho más que perder que ERC.
Para Pedro Sánchez, sin embargo, no hay alternativa a ERC. Unas terceras elecciones debilitarían su autoridad sobre un PSOE que ha visto cómo se le esfumaban 728.000 votos y tres escaños en unos comicios que han arrojado un escenario mucho peor que el de abril de este año. Su segunda opción, un pacto con el PP y Ciudadanos, sólo se produciría tras la previsible entrega de su cabeza en favor de la de un socialista moderado. Algo, como es obvio, inaceptable para Sánchez.
Una bala en la recámara
Además, ERC juega sobre seguro y puede permitirse lujos que el PSOE no puede, como el de "celebrar" los bloqueos violentos de carreteras en Cataluña bautizándolos como "una forma de protesta" en boca del mismísimo vicepresidente de la Generalidad Pere Aragonès. Unas declaraciones que gustan tanto entre el separatismo catalán como poco en Madrid, y menos aún entre los barones socialistas.
Entre el partido republicano es vox pópuli que si Pedro Sánchez ha anunciado su pacto con Podemos con tanta premura ha sido precisamente para evitar las críticas internas por el mal resultado de las elecciones. Una debilidad compartida con Pablo Iglesias, que ha perdido 635.000 votos y siete escaños, y que afrontaba una situación similar en su propia formación.
Los resultados tampoco han sido buenos para ERC. Los republicanos han perdido 145.000 votos y dos escaños, mientras que JxCAT y la CUP, partidarios de la línea dura y del choque frontal con el Estado, han ganado uno y dos respectivamente. Pero ERC tiene una bala en la recámara. El futuro procesamiento por desobediencia de Quim Torra y su previsible inhabilitación, lo que muy probablemente provocará la convocatoria de elecciones anticipadas en Cataluña.
A fuego lento
El anuncio de un preacuerdo de gobierno con propuestas tan generales que podrían ser asumidas en un 90% hasta por el PP acallará esas críticas internas durante un par de semanas. Pero ERC sólo debe esperar y dejar que PSOE y Podemos se cuezan a fuego lento, entre las críticas de sus propios escépticos, esperando un sí que sólo llegará en el momento que a Oriol Junqueras le interese. Si algo tiene el líder de ERC es tiempo.
Las prisas del PSOE por alcanzar un acuerdo rápido con ERC pretenden evitar también la consolidación entre los medios de una realidad enormemente incómoda para el socialismo constitucionalista: la de que la investidura de Pedro Sánchez depende, en la práctica, de un presidiario condenado a trece años de cárcel por el Tribunal Supremo por los delitos de sedición y de malversación de fondos públicos.
No ayuda a los planes del PSOE que la gran vencedora moral de las elecciones generales entre el separatismo haya sido la CUP. Mireia Vehí, diputada por el partido antisistema, ya ha anunciado su no a la investidura de Sánchez: "No compartimos el preacuerdo entre PSOE y Unidas Podemos ni la idea de que no hay alternativa. La izquierda no puede comprar una propuesta de mínimos obviando que la alternativa real pasa por el reconocimiento de la autodeterminación, la amnistía y los derechos sociales".
Ayer, Pedro Sánchez se negó a contestar a una pregunta sobre una de sus principales promesas de campaña, la de devolver el delito de convocatoria de referéndums ilegales al Código Penal. A cambio, ERC no pronunció las palabras "referéndum", "autodeterminación" ni "indulto". Al menos, en público. Pero tanto PSOE como ERC conocen perfectamente cuál es el elefante en la sala de reuniones. Ambos partidos coincidieron, eso sí, en la necesidad de "seguir manteniendo reuniones".