En el resto de Europa, cuando alguien dice "Víctor Manuel", se refiere a los reyes italianos. En España, no hay equívoco posible. Víctor Manuel es el hijo del ferroviario, el niño que alumbró sus primeras canciones con la guitarra del tío Kiko, el joven que combatió el franquismo con la "camisa blanca de la esperanza", el coordinador musical del Partido Comunista más literario, el treintañero que puso patas arriba los escenarios junto a Ana Belén, el músico que escribió la banda sonora de la Transición.
Víctor Manuel San José (Mieres, 1947) todavía no ha sufrido el síndrome de Bartleby, aquel personaje de Melville que quedaba paralizado ante cualquier proceso de creación. Sigue activo, "con el corazón tendido al sol". Cuando no canta, escribe un libro.
El último se titula El gusto es mío (Aguilar, 2019). Una suerte de memorias gastronómicas. Porque la música y los olores -dice Víctor Manuel- son lo más valioso que tenemos para fabricar los recuerdos.
Si cierra los ojos y pone un dedo al azar sobre un mapa de España, acierta. "Sí, ahí también he dado un concierto". Verbo fluido, conduce esta conversación el guía más indicado para un free-tour por la política de ahora comparada con la de antes. Ah, "Sólo pienso en ti" era su Yesterday.
¡Un hombre en delantal en la portada del libro! ¿De la canción-protesta a la cocina-protesta?
No, ni me lo había planteado -se ríe-. Es una imagen muy doméstica, realizada ex profeso para un libro que habla de cocina. Parece que soy el gran chef, pero luego todo resulta mucho más modesto de lo que parece. Las catorce recetas que se incluyen son muy fáciles.
Las cocinas en España siguen siendo termómetro de la (des)igualdad. Usted lo cuenta: “En aquella época los padres sólo entraban para comer”.
Hemos mejorado mucho. La gente joven comparte las tareas del hogar, se reparte los trabajos. En aquella época, no. Mi madre, por ejemplo, trabaja tanto como mi padre, pero además se ocupaba de la casa. A mi padre jamás se le pasó por la cabeza freír un huevo o limpiar un cacharro. De ahí venía otra derivada: las madres no nos dejaban hacer nada a los hijos en la cocina.
Antes de empezar… ¿es verdad que Javier Gurruchaga pidió una tortilla francesa en Arzak?
Sí, sí. Come tartas como una lima. Todo el tiempo. Pero come mal. Cuando viene a casa, no sé qué darle. Preparo para el resto y luego él pide una chistorra, una tortilla francesa… Me encontré el otro día con Elena Arzak y se acordaba perfectamente. Imagínate… Arzak, que es como un templo. Y Gurru pidió una tortillita. Es chocante, sí.
Me han dicho que, cocinando, usted sigue siendo comunista, que le gusta repartir entre los amigos: a todos por igual.
¡Sí, sí, todos comen lo mismo! Debo de tener estómagos muy agradecidos alrededor porque siempre dejan el plato vacío.
Publica sus memorias gastronómicas. ¿Qué ha descubierto de sí mismo que no sabía?
Tenía cosas dentro medio dormidas. Cuando empiezas a rascar, salen a flote. Sobre todo la infancia, que es el pozo de agua donde uno más abreva. Me ha gustado recordar cómo iba con mi madre a comprar un cerdo. Solía ser domingo y en primavera. Luego le dábamos comida caliente todo el año para que se pusiese guapo. Y después lo acuchillaban.
Las pesadillas del Víctor Manuel niño, que escuchaba los gritos del cerdo cuando se quedaba dormido…
El que no lo ha vivido no puede hacerse a la idea… Es tremendo. Ahora los matan eléctricamente. Los más levantiscos piden volver al sistema antiguo. Para un crío es tremendo, una sensación de brutalidad… Tenía que contarlo, es lo que viví.
¿Los olores son lo más poderoso que tenemos para fabricar los recuerdos?
Los olores y la música, las dos cosas. Hay una serie de olores que se nos incrustan cuando somos pequeños. De repente, te vienen a la cabeza. No puedo olvidar el olor de la leche recién ordeñada, o el del cucho, que es el estiércol de las vacas…
En Asturias se venera muchísimo el cucho. En contra de lo que se pueda pensar, no huele mal. Es un olor amable, que sale de un animal que sólo come hierba. Es un icono para el campesino asturiano. Incluso existe un refrán: “Dios y el cucho valen mucho, pero mucho más el cucho”.
¿A qué olía la España de los años cincuenta y a qué huele ésta?
Aquella España olía a miseria. Había muy poco de todo. En cualquier lugar se improvisaba un estercolero. Bajando de donde yo vivía, cruzando la vía del tren, había uno. Echaban la basura al río. Iba al colegio y lo veía, lleno de ratas e inmundicia. Esa España en blanco y negro era de pesadilla.
Ahora estamos más perfumados, pero en cuanto rascas un poco huele a estercolero. No nos hemos terminado de quitar esa costra. Algunos, voluntariamente. Y eso impregna el ambiente. Basta con escuchar a los diputados… ¡Y eso que muchos no lo vivieron! Pero ver cómo vuelve, y de qué manera tan fea, “la España eterna”…
Antonio Banderas dijo recientemente que, en 1985, tenía la sensación de que Franco llevaba más tiempo muerto que ahora. ¿Lo comparte?
No… Eso está muy amortizado. Otra cosa es que hayan estado con el cadáver dando vueltas hasta antes de ayer. No se hizo en su momento, cuando había que haberlo hecho. Esa vuelta repentina es parcial. Tengo la sensación de que hay muy poca gente interesada. Es un debate autoimpuesto, artificial y perfectamente inútil.
Parece que cuando el PP deja de gobernar nadie más tiene derecho a hacerlo
¿Los políticos actuales han manchado la “camisa blanca de la esperanza”?
Esa camisa blanca era una aspiración. Siempre ha estado manchada. Cuando escribí la canción, creo que hace treinta y ocho años, hablaba de una España en blanco y negro que quería ir hacia la luz. Y eso se ha hecho. No tenemos nada que ver con el país que afrontaba la Transición pero, sí, podríamos estar infinitamente mejor de lo que estamos.
Entre los cocineros que tenemos en el Congreso, ¿quiénes echan más discordia a la cazuela?
La actitud de la derecha siempre es un poco parecida. No hace falta remontarse tanto… Fíjate en la oposición de 2004, cuando ganó Zapatero. Era una oposición de facinerosos. Hablo del PP. Lo que estuvieron diciendo por esa boquita y lo que siguen diciendo… No deja de sorprenderme. No sé de qué me hablan, no entiendo ese lenguaje, ese choque frontal de trenes.
Parece que vuelve lo mismo. Parece que, cuando el PP deja de gobernar, nadie más tiene derecho a hacerlo. Esa actitud me choca. Y parece que también le choca a Borja Sémper.
Los parlamentarios van a acabar volviendo a poner de moda sus canciones. ¿Se acuerda de aquello de “convivir venciendo a los demás”? A ver si el Congreso va a ser “ese tren de madera tan viejo que no puede andar”.
La gente tiene mucho interés en la política. Ahí está la efervescencia, el seguimiento de los debates… Pero el que viene de un poco más lejos se aburre. Parece un camino cegado, que no lleva a ningún sitio.
Yo no digo que todas las fuerzas políticas tengan que entenderse, pero debe haber unos márgenes. Por ejemplo, me molesta muchísimo cuando veo luego a los enfrentados tomando copas y abrazándose.
Como pensando: “Nos podían ustedes haber ahorrado la bronca en el Congreso”.
Sí, sí. Cuando les ves compadreando, piensas: “¿Y ahora qué les pasa?”. Ya sé que no te puedes estar matando continuamente, pero deben contemporizar, encontrar un punto medio que se llama buena educación.
Acaba de cumplirse su sueño de juventud, cuando era coordinador musical del PCE y le escribía canciones a Pasionaria. Por primera vez desde la II República, habrá ministros comunistas en el gobierno. ¿Le convence o le desasosiega?
Me ilusiona, no tienen por qué hacerlo mal. Este país está lleno de listos y de expertos. Estamos muy acostumbrados a ver a un fresador como ministro de Sanidad. Entonces, no sé por qué un economista sorprende como ministro de Consumo.
En cualquier caso, estoy seguro de que nadie se va a echar nada al bolsillo, de que nadie va a robar. Cuando Carmena era alcaldesa, respondía así a las críticas: “¿Roban? Pues no”. Otra cosa es cómo lo hagan. Ésa es la siguiente fase.
Claro que en la Transición había diferencias políticas, pero los diputados no eran tan groseros
¿Por qué tiene esa seguridad de que no habrá corrupción en el nuevo Gobierno? Yo no pongo la mano en el fuego por ningún político. Estamos curados de espanto.
He estado entre militantes del Partido Comunista durante toda la vida. Como organización, era un partido atroz. Pero siempre he visto gente abnegada. Nadie se llevaba los lápices y los folios a casa. Eran personas entregadas a que este país fuera alguna vez diferente de lo que era entonces. Y eso me lo creo. ¿Cómo no voy a hacerlo?
En la política, hay mucha más gente honrada que corrupta. Con toda seguridad. Me creo más a los que he conocido. He estado cerca de ellos. Es gente íntegra y honrada.
Por cierto, ¿cómo era Pasionaria? Le escribió aquello de “veremos a Dolores caminar por las calles de Madrid”.
Sí, vivía muy cerca de aquí, a unos doscientos metros. Ella había escuchado la canción y, cuando regresó a España, quería conocernos. Se me pusieron los pelos de punta en el entierro de Dolores, la gente cantaba… Pasamos una tarde en su casa. Era entretenida, vital. Nos cantó, nos regaló una cajita de esmaltes rusos. Pero no la vi más.
Ahora se ponen el cariñoso saludo de Adolfo Suárez a Pasionaria y la foto de Fraga con Carrillo como espejos en los que mirarse.
Quiero creer que todo el mundo es así. Al menos en la Transición se limaron muchas asperezas. Había diferencias, pero la gente no era tan grosera. Parece que eso ahora es imposible, que si no se están insultando no se dedican a la política.
Por aquel entonces compuso un himno electoral para el PCE, ¿lo haría ahora para Pablo Iglesias?
No, no. Además, los partidos ya no utilizan ese tipo de himnos. Aquella fue una campaña diseñada por Rafael Sarró, militante y publicista. Me hicieron un encargo muy concreto. Me dieron el eslogan, “Pon tu voto a trabajar”, y me dijeron: “A ver qué se te ocurre”. No creo que me lo vuelvan a pedir.
¿Y si se lo piden?
No, no, tampoco.
Leí en una entrevista con 'ABC' que votó a Podemos “con la nariz tapada”.
Sí. Fue al hilo del maltrato que hacían del periodo constitucional. Tanto se les llenó la boca con el “qué mal lo hicieron”… Un día, hablando con un dirigente de Podemos, le dije: “Calma, calma, se hizo lo que se pudo. Yo voté la Constitución con la nariz tapada, igual que os he votado a vosotros en las últimas elecciones”.
No soy nacionalista. Por eso no le compro a nadie todo lo que me entrega. Trato de discriminar lo que me interesa dentro del cesto. Así decido.
¿Sus viajes a Rusia y Alemania del Este fueron una especie de desengaño respecto al comunismo aplicado a un país?
Yo no sabía cómo se vivía allí. La información circulaba muy raramente. Había una fe ciega en lo que hacían determinados países. Bueno, yo nunca he tenido fe ciega… Intento mantener un punto de escepticismo que me hace quedarme un pasín atrás.
Sí recuerdo haberme peleado con la gente de los gobiernos de la RDA, Rusia, Cuba… Atisbaba cosas que no entendía. Cuando vi la película La vida de los otros, pensé: “Seguro que estoy en los papeles de la Policía secreta”.
¿Qué le pasó en la RDA?
Fue muy duro. Un dirigente de la RDA vino a hablar con nosotros acerca de un cantautor llamado Wolfe Biermann. En el Partido Comunista le habíamos entregado un carné y lo trajimos a España para que diera un concierto. Biermann era de la Alemania occidental, pero se pasó a la del Este y luego renegó de ella. Criticó a sus antiguos camaradas, les echó un chorreo… Tremendo.
Yo le dije a aquel dirigente: “Si este país no puede soportar a un cantante, ¿qué coño de país es esto?”. Apaga y vámonos. Fue una situación muy violenta. No me invitaron nunca más. Pero en Rusia fue igual.
Cuente.
Ana y yo dimos un recital en un conservatorio. Ella cantaba una canción de Nicolás Guillén: “La mano que no se afloja hay que estrecharla enseguida. China negra, blanca o roja, con nuestra mano tendida”.
La traductora, cuando llegaba a “China”, se paraba. Era la época en la que esos países no se llevaban. A la tercera que se paró, dije al micrófono: “Di China, me cago en Dios”. Se quedó lívida, dijo “China” y todos los alumnos se rieron. Nos dijeron: “Ya no os van a volver a invitar”. Bien, no pasa nada. Cuando confrontas con la realidad, ves cosas ridículas que no te gustan. Eran unas carencias brutales, en todos los sentidos, no sólo en el de la libertad de expresión.
Seguro que hay partes del comunismo inadaptables a la sociedad en la que vivimos
Entonces, surge un viejo debate: ¿es el comunismo una ideología que no funciona o la culpa es de quienes la han aplicado?
Yo creo que es la aplicación. Seguro que hay partes del comunismo inadaptables a la sociedad en la que vivimos. El problema es que, para levantar la torre, se da a priori la concesión de que todos los que van a fabricarla son maravillosos, honestos, honrados… y como eso no ocurre, empiezan las corrupciones.
Con lo mal que se llevaban Pablo Iglesias y Pedro Sánchez… Aquel “insomnio”… y el otro día, en el primer Consejo de Ministros, me acordé del “hey, sólo pienso en ti, juntos de la mano se les ve por el jardín”.
Todo el mundo tiene derecho a rectificar, pero me da mucha pereza intelectual justificarles. Os entiendo, pero no voy a justificaros. Entiendo que queráis gobernar, que es posible y ojalá os salga bien, pero lo demás me da mucha pereza.
El político debe tener una actitud flexible, pero pasar en tan poco tiempo de un extremo a otro es, como mínimo, chocante. Lo que ha hecho Pedro Sánchez es algo que muchos esperaban: formar un Gobierno de izquierdas. Frágil, sí, pero intentará cosas distintas a las que hizo la derecha durante ocho años.
Iglesias se ha enfrentado a algo que les ocurrió a muchos militantes del antiguo Partido Comunista: la generación de riqueza, un buen sueldo… ¿Qué le pareció la polémica del chalé?
Es una tontería. Si lo puede pagar… Cada uno se compra lo que quiere. Lo que es completamente ridículo es preguntar a la militancia si se lo puede comprar.
Usted vivió de cerca el auge del PSOE y la consolidación del felipismo. ¿Está de acuerdo con eso de que “mucho votante socialista se ha quedado sin partido”? Me refiero a los pactos con el separatismo.
Sí, pero nadie me acaba de explicar qué otra cosa se podía hacer. Fíjate en el PP durante la época de Herri Batasuna: quería que se murieran los miles que les votaban. Eso es imposible. ¿Qué más se te ocurre? ¿Hay que tirarlos al mar? ¿No pactar con ellos?
Si no se conlleva, la vida en este país será invivible. Lo mismo sucede ahora con Cataluña. El Estado no debe ceder en según qué cosas. Lo tengo muy claro y a mí no me gustaría que ocurriese. Pero se debe buscar un terreno para el entendimiento.
¿Qué tal digiere el nacionalismo?
El nacionalismo siempre está muy urgido, da igual el español que el catalán. Todo es para pasado mañana. Los nacionalistas españoles quieren mandar los tanques. Los nacionalistas catalanes quieren votar ya e irse. Es ridículo. Este país no es así. Calma y prudencia.
Los separatistas dicen: “Los políticos -presos- tienen que estar en la calle porque no han hecho nada”. A mí sí me parece que han hecho algo. Algún juez tendrá que dictaminar. Es evidente que han hecho algo y lo saben. Es una provocación permanente. En algún momento, alguien decidirá parar.
Me llama mucho la atención cuando un nacionalista pide coraje a Sánchez. Coño, tened coraje vosotros y explicad a la gente en qué jardín os habéis metido.
En su libro, bromea: “Si, con los ojos cerrados, pongo un dedo sobre un mapa de España, seguro que he tocado allí”. Y después añade aquello de que “nadie es más ni mejor que nadie”. Ese mensaje parece estar en entredicho.
Hay gente que se cree superior al de al lado. He conocido asturianos que se creen mejores que los de León o Cantabria. Para mí, esa gente no tiene nada que decir, no pinta nada. Contados uno a uno, nadie es más listo que nadie.
Cuando los nacionalistas se erigen en nombre de la nación catalana… ¿pero qué me estás contando, tío? Eso es estar fuera de la realidad. Es una revuelta de ricos, de gente de pasta. Han liado a muchas personas.
El otro día leí un buen artículo de Javier Cercas. Proponía que se le encargue la extinción del incendio a quien lo provocó: Artur Mas. Parece que se va de rositas, que no va con él. Tú empezaste, chico. Trata de ponerte al mando y encarrilarlo. Se presentan en Europa con el aval de los fascistas belgas… Da risa. Esa no es la Cataluña que he conocido toda mi vida. Me deprime mucho.
Llamar fascista a Serrat, a estas alturas, es ser un imbécil
Ahí está la anécdota del concierto de su amigo Serrat.
Sí. Llamar fascista a Serrat, a estas alturas, es ser un imbécil. Mi generación aprendió el catalán a través de las canciones de Juan.
Hablemos del PP… Una curiosidad: ¿por qué cree que los artistas, cuando se reúnen para apoyar a algún partido, suelen mirar a la izquierda? No recuerdo ningún grupo de cantautores con Aznar, Rajoy o Casado.
Supongo que hay muchos artistas que comulgan con sus ideas, pero que no lo dicen. La que se declaró fue Norma Duval y la gente la machacó. No estoy de acuerdo. No hay que hundir a nadie por sus ideas.
El error del PP es pensar que todos los artistas son de izquierdas. Eso es mentira. Te podría dar una lista muy larga de gente de derechas en el mundo del espectáculo. Recuerdo cuando Aznar entregó con gran alegría la sede de la Academia del Cine al mundo del espectáculo. Supongo que se arrepintió en cuanto llegó lo de la Guerra de Irak. Él, en algún momento, también confió en atraer a una serie de gente. Pero, claro, aparecen el Prestige o Irak y se te va a tomar por culo el tenderete.
Los cantantes de la actual generación tienen mucha más reticencia a hablar de política que la que tenían ustedes en los ochenta. ¿Por qué?
Bueno, es normal. Han visto las hostias que nos han dado a los demás.
Se las daban, pero siguieron significándose.
¿Cómo me voy a callar a estas alturas? Ahora, el fantasma de las redes sociales… Te machacan de un día para otro. Me vienen a la cabeza ejemplos de gente a la que han sacado de los escenarios… Así, de repente.
¿Vivimos un cambio de ciclo en el mundo de la canción? Murió Camilo Sesto, Juan Pardo se ha retirado…
Sí, incluso ha habido ya varias capas generacionales. ¿Qué ha ocurrido? La industria del disco ha desaparecido. La precariedad se ha instalado en esta profesión, como en casi todas. No hay dinero para nada. La gente se autoexplota. Así llevamos veinte años. Te vas adaptando.
Hay un tipo de ingresos que no volverán: derechos de autor, venta de discos… Hay que hacer más carretera. Pero, claro, salir a cantar salimos los que podemos. ¿Qué pasa con los chavales talentosos que están empezando? ¡Incluso pagan por dar conciertos!
España es un país en el que la gente apenas está dispuesta a pagar por sus mayores elementos de disfrute: el cine, la música, los periódicos…
Sí. Consideran que las cosas tienen que ser gratis y nadie se ha encargado de explicarles lo contrario. Me pusieron verde porque dije: “En esto de la piratería, sólo creo en la Guardia Civil”. Nadie entiende con buenas palabras que no debe piratear.
España, en ese sentido, es un país atípico. Ahora, sí se está empezando a tomar conciencia con la reproducción en streaming, pero apenas llega dinero al autor.
Hombre, con la 'Puerta de Alcalá', algo les llegará…
Tampoco te creas. Para cobrar un céntimo debes reunir 1.500 reproducciones. ¡Si se queja hasta Beyoncé!
Volvamos adonde estábamos… ¿Ve a Casado capaz de guisar una alternativa de gobierno?
De momento, no parece que pueda sacar una moción de censura adelante. Si se mira en el espejo de Vox y va hacia la derecha, será peor. Los huérfanos están en el centro. Ciudadanos debió cubrir ese espacio, pero ha desaparecido del mapa. Recomponer todo eso es una dura tarea.
¿Arrimadas puede ser la 'Ana Belén del Congreso'? Alguien que revolucione el escenario y, de repente, coseche el cariño de la gente.
No lo sé. Las únicas referencias que tengo de ella son las cosas que dice. Quizá a partir del próximo Congreso interno consiga manejar la barca con más destreza. No sé qué le pasa por la cabeza. Sé que hay tensiones internas, pero no conozco mucho más.
Vox ha capitalizado el voto de los descontentos... Tengo la esperanza de que no crezca más
Una vez escribió: “Si el peligro es que me llamen mal patriota los que sólo hacen las cosas por pelotas… Menuda gloria. Aquí estoy. Cautivo, sólo y desarmado”. ¿Hablaba de Vox sin saberlo?
Vox ya existía entonces, aunque ellos no lo sabían. Vox estaba dentro del PP. Durante la Transición se llamaba Fuerza Nueva, que no obtuvo muchos votos. Ahora tratan de ir no se sabe bien dónde. Hay cosas chocantes… Pero, ¿de verdad creéis que España es como la que contáis? Han capitalizado el voto de los descontentos, igual que hizo Podemos en su día.
Cuando España se vaya rehaciendo y siendo más gobernable, Vox tendrá menos terreno de juego. Tengo la esperanza de que Vox no crezca más.
Usted fue perseguido por la extrema derecha en los años ochenta. ¿En qué se diferencia Vox de aquellos movimientos?
A nosotros nos pusieron dos bombas. Firmadas por los Guerrilleros de Cristo Rey. Eran otras circunstancias. Eso no puede resucitar. No sabíamos quién puso los explosivos. Pero un día, en Vitoria, me levanté al día siguiente después de un concierto… Estaba con Ana. Abrí El País a la hora del desayuno. Vi la cara de un detenido, que confesó haber puesto la bomba.
Le habían pillado porque estaba en la calle Cardenal Cisneros y tapaba la salida de otro coche, cuyo conductor le pitó un poquito. Entonces se bajó y le pegó un tiro. Contó que había puesto otra bomba en una papelera en Malasaña, que había matado a una mujer embarazada. Puso otra bomba en El País, que mutiló al conserje. Luego lo nuestro…
Por lo visto, está por Paraguay, adonde se fue tras cumplir la pena. Esa España ya no existe. Incluso las fuerzas de seguridad eran muy permeables a todo esto. Recuerdo al sargento de la Guardia Civil que subió conmigo a ver la casa tras la explosión. El hijo de la gran puta me dijo: “Esto ha sido el aire”.