A Agustín Laje (Argentina, 1989) no hay tema polémico que se le resista. El politólogo y escritor argentino, enemigo acérrimo de la corrección política, es muy popular en redes sociales por sus tesis beligerantes contra la ideología de género, el proabortismo o el feminismo hegemónico, al que tilda de “radical y neomarxista”.
Laje es coautor de El Libro Negro de la Nueva Izquierda: Ideología de género o subversión cultural, un bestseller publicado en español, inglés y portugués. La tesis del libro es que la nueva izquierda ha dejado atrás la lucha de clases para generar una “lucha de sexos”.
En Argentina figura en el puesto 34 dentro del ranking de las 100 personas más influyentes. Su canal de Youtube cuenta con más de 450.000 seguidores. Desde ahí libra lo que él denomina “la batalla cultural” contra la izquierda. Una batalla que le ha hecho ganar muchos seguidores entre las formaciones conservadoras de todo el mundo, en España particularmente en Vox. En esos círculos es considerado un gurú.
Laje recibe frecuentemente amenazas de muerte por redes sociales y tiene que ver cómo muchas de sus conferencias programadas en distintas universidades tienen que cancelarse ante la presión de grupos radicales de izquierda.
Charlamos con Laje sobre feminismo, ideología de género, el pin parental, el estado de la socialdemocracia en España, Vox o el auge de los populismos. El escritor emplea un tono facultativo, pausado y pedagógico que choca con su contenido polémico, beligerante y, muchas veces, sarcástico.
¿Cómo se identifica políticamente Agustín Laje?
Yo me siento cómodo con la etiqueta de “derechas”. Es una etiqueta muy imprecisa, pero en su imprecisión guarda toda esa fuerza política. Hay una inclinación a buscar las palabras exactas, los rótulos precisos… Y así tenemos a libertarios, liberales, paleolibertarios, conservadores… Hay todo una fauna de categorías y subcategorías dentro de la derecha que solo logran políticamente fragmentar el espacio político.
Recuperar el término derecha, como hace Vox, es una buena forma de articular distintos conjuntos de ideas que se parecen mucho. Y la política es el arte de aproximar a los similares, no unir a los idénticos -ese es el arte de las sectas, en todo caso-, por lo que necesita de una palabra que pueda englobar a toda la fauna categorial. La derecha como concepto tiene una indefinición que la inclina perfectamente para eso. Yo cuando me preguntan, me asumo como de derechas, lo primero. Luego, dentro de esa fauna, me considero paleolibertario.
También se reivindica antifeminista. ¿Por qué?
Porque el feminismo representa uno de los peligros más patentes que hoy está viviendo una sociedad que quiere ser libre. Lo realmente peligroso del feminismo es que tiene un discurso liberador, no se asume como autoritario, pero asumiéndose como liberador termina siendo un autoritarismo eficiente. Oculta su autoritarismo en consignas que, en principio, todos podríamos compartir: está mal pegarle a una mujer, es despreciable aquel sujeto que asesina a una mujer y merece toda la condena de la ley, no es caballeroso piropear a una mujer por la calle, la mujer tiene derecho a escoger sobre su cuerpo…
Fíjate que se presentan consignas en las que todos estamos de acuerdo, pero en el fondo hay más. El arte del autoritarismo en el feminismo consiste en expresar una cosa, pero en el fondo vender otra. Y la gente se lo termina creyendo.
Se puede disentir del feminismo hegemónico y seguir reivindicándose feminista. Está el ejemplo de Camille Paglia, Catherine Millet, Christina Hoff Sommers…
Yo las considero mujeres valientes porque se están enfrentando a lo hegemónico del feminismo. El problema es que lo hegemónico del feminismo es el único feminismo válido. No creo que políticamente haya un espacio para un nuevo tipo de feminismo con nuevas reivindicaciones.
Aquí en España he escuchado reivindicar algún feminismo de tipo liberal. También lo he escuchado en América Latina. Cuando vas a lo concreto de las demandas de este feminismo liberal, te das cuenta de que es un feminismo rezagado en el tiempo. Es un feminismo casi del siglo XVIII, que quiere reconfigurar la primera ola para este siglo. Esa primera ola pasó y no hay manera de darle contenido actual, sus demandas se superaron.
Cuando uno piensa en la reivindicación de la igualdad ante la ley, que se lo he escuchado a feministas disidentes o liberales, lo cierto es que nuestras sociedades no tienen problema de igualdad ante la ley. Es más, hay desigualdades contra el hombre y no contra la mujer
No creo que hoy en día el feminismo sea una buena plataforma para proteger a la mujer
Por ejemplo…
Por ejemplo, el tema de la custodia de los hijos. La ley siempre privilegia a la mujer cuando se divorcia de su esposo. O, por ejemplo, lo que sucede en España con la presunción de inocencia para los varones.
Cuando una feminista habla de igualdad ante la ley creo que hay un desfase cronológico importante que lo vuelve una ilusión política. Hay una desesperación por decirse feminista. Hay una incapacidad para concebir hoy que alguien sea antifeminista, y estas personas dicen ser feministas liberales por esa incapacidad. No creo que hoy en día el feminismo sea una buena plataforma para proteger a la mujer.
¿Abnegar del feminismo no es, precisamente, entregar la batalla cultural a esa izquierda que se ha apropiado del movimiento?
La política es un juego de amigos y enemigos. Por tanto, si quieres apropiarte de las ideas, de las palabras y de los rótulos con los cuales se autoidentifican tus enemigos, tienes que tener la posibilidad de hacerlo. Si no, podrías caer en una politización de tu propio sector. Y eso está faltando.
Cuando la derecha se articula en torno a la noción de antifeminismo, esa derecha mantiene una identidad política mucho más interesante y atractiva para el grueso de la gente que esa derecha culposa y vergonzosa que se quiere seguir llamando feminista pero no puede hacerlo. Esa es la diferencia entre PP y Vox.
El rótulo feminismo está cada vez siendo más emparentado con el establishment: CNN, la ONU, la Open Society de Soros… Es decir, con una serie de élites internacionales. Si la derecha asume su antifeminismo, se rodea de un aura de rebeldía que nunca ha tenido. Es más conveniente para la batalla cultural decirse antifeminista que decirse feminista liberal.
¿Cree que el feminismo radical se ha institucionalizado? La directora del Instituto de la Mujer, Beatriz Gimeno, entiende la heterosexualidad como una herramienta para “subordinar las mujeres a los hombres”.
El ataque a la heterosexualidad viene desde los años 70. En El segundo sexo [Simone de Beauvoir] ya hay alusiones interesantes al tema lésbico. El feminismo concluye en esta separación amigo-enemigo. El hombre, por definición y en un sentido universal, es el enemigo. Por tanto, el lesbianismo es la única conducta sexual aceptable. ¿Quién se acuesta con su enemigo? Una traidora.
Insisten constantemente en que el hombre es el enemigo, el asesino, el opresor, el violador… por lo que la única alternativa es el lesbianismo. Pero el lesbianismo aquí se concibe como una decisión sociopolítica, no sexual. Son tan fanáticas que algo tan íntimo y personal como lo sexual queda en el lugar de lo producido por una ideología política. Pienso, por ejemplo, en Monique Wittig. Ella escribe El cuerpo lesbiano, y ahí define el lesbianismo como una actitud política antes que como una orientación sexual. El lesbianismo, en su cosmovisión, consiste en rechazar el dominio político, económico y cultural del hombre.
Lo que dice Beatriz Gimeno no es nada nuevo. La diferencia es que antes lo decían desde la resistencia y hoy lo hacen desde las altas esferas del poder público estatal e internacional.
¿Qué es la ideología de género? ¿Qué relación tiene con el feminismo?
La ideología de género es el producto necesario del feminismo de género. El feminismo entendió que seguir concibiendo a la mujer como un sujeto con una naturaleza específica no era una buena estrategia político-ideológica. Simone de Beauvoir es un punto de inflexión claro en esto.
Ella viene a decir que el grueso de la opresión de la mujer no se fundamenta en características biológicas sino culturales. Esa conclusión desató un proceso dentro del feminismo que empezó a desarraigar de contenido biológico el hecho de ser mujer. “No se nace mujer, se llega a serlo”. Ese proceso ideológico e intelectual culmina en el feminismo queer, que es lo que denominamos ideología de género.
La ideología de género asume que la sexualidad es unidimensional, tiene una única dimensión que es cultural. Y como la cultura es una construcción histórica, puede ser deconstruida. Por eso el feminismo aboga por la deconstrucción.
La ideología de género, en conclusión, es un conjunto de ideas políticas e ideológicas que tienden a desarraigar de todo contenido natural a la sexualidad humana para explicarla únicamente por la cultura. Y la cultura debe deconstruirse para que el sujeto pueda construirse a sí mismo. La autopercepción como principio definitorio de la realidad.
Negar la binariedad hombre-mujer desde el punto de vista biológico priva de sentido al feminismo.
Judith Butler se da cuenta de esta contradicción en el prólogo de El género en disputa. Es interesante señalar que en España se ha desatado una contradicción porque se ha deconstruido a la mujer y, a la vez, se quiere seguir representando a eso que no existe. Si la mujer como naturaleza no existe, ¿a quién estás representando cuando dices defender a la mujer?
Hay subsidios, trabajos y becas que dependen de que la teoría de género siga siendo una teoría y no una ideología
Hay un sector de la izquierda que defiende que la ideología de género es un invento de la Iglesia católica para infundir el odio a los homosexuales.
Esto lo dicen porque no pueden asumir que la teoría del género es en el fondo ideológica. Si admiten que la teoría del género es ideológica, ¿cómo seguirían legitimando un aparato estatal inundado de burócratas de género? ¿Cómo seguirían justificando los doctorados de género?
Hay mucha gente viviendo hoy de la teoría de género. Es como si existiera la Secretaría de Marxismo. Presentan la teoría de género como científica para legitimar una maquinaria de la que viven miles de personas. Hay subsidios, trabajos y becas que dependen de que la teoría de género siga siendo una teoría y no una ideología.
¿Cómo justifica que es una ideología?
Tanto si quieres ir por la definición marxista como por la de la ciencia política contemporánea vas a encontrar el mismo resultado: es una ideología. Es una ideología porque mistifica la realidad al presentar la sexualidad como causada por la cultura y niega la evidencia de ciencias empíricas como la medicina o la biología. La sexualidad no depende de la autopercepción ni de la cultura.
Es una ideología también porque ha logrado movilizar políticamente a dos grupos sociales: las feministas y las organizaciones LGTB. La teoría de género es una ideología desde cualquier óptica.
El feminismo contemporáneo cree que la igualdad de sexos pasa por una discriminación positiva hacia la mujer. ¿Qué opina de la Ley Integral de Violencia de Género?
El concepto de discriminación positiva es un concepto que, cuando se pone en práctica, aniquila el fundamento de la Justicia, que es la igualdad ante la ley. No puede haber justicia si los hombres no son tratados igualmente por la autoridad pública. El punto de partida de la Ley Integral de Violencia de Género es que la ley pública no debe tratar igual a sus ciudadanos. Hay ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda: mujeres y hombres.
¿No cree que hay casos legítimos para la discriminación positiva?
Puede ser legítima en caso de discapacidad, por ejemplo. Con la discapacidad ocurre algo: hay una incapacidad para realizar ciertas actividades que una persona que no tiene esas incapacidades puede hacer. Por ejemplo, un ciego. A un ciego le instalamos sonidos en los semáforos para que pueda guiarse por el mundo y pueda cruzar la calle sin que le pase un auto por encima. El Estado ahí hace una distinción, pero hay una desventaja evidente y significativa.
¿Y no hay una desventaja física significativa entre el hombre y la mujer?
Bueno, por eso mismo existe el agravamiento de las penas en Derecho Occidental. Si yo golpeo a una mujer en la década de los ochenta, antes de las leyes de género, el juez me juzga con otra vara. La diferencia física opera sobre el agravamiento de la pena. Antes de la noción de feminicidio ya estaba agravada la pena en nuestros códigos penales, ya había una conciencia jurídica de que golpear o matar a una mujer era algo que merecía una pena mayor que golpear o matar a un hombre. En este caso no hay igualdad ante la ley pero está justificada porque no hay una igualdad de origen.
La mujer nunca va a tener la misma fuerza física que un hombre. Paradójicamente, reconocer que no hay una igualdad física implica reconocer que la mujer tiene una especificidad biológica concreta, que es lo que niegan quienes impulsan las leyes de género.
¿Cómo se podría combatir la lacra de tantos asesinatos de mujeres por parte de sus parejas o exparejas?
El primer paso es acabar con el chiringuito de género. La ciudadanía está pagando con sus impuestos a gente que no hace nada productivo para la sociedad. Además, el chiringuito oculta las razones reales de la violencia en la sociedad. ¿Por qué la Ley Integral de Violencia de Género no puede hacer nada para mejorar la situación de la mujer? Porque parte de premisas ideológicas que son irreales.
Hay un problema que se debe resolver: hay hombres que matan a mujeres. ¿Cuáles son las causas? El chiringuito de género dice que los hombres matan a las mujeres por el hecho de ser mujeres. Punto final. Todos compramos ese cuento y el Estado pone en marcha todo un sistema de políticas públicas en función de un diagnóstico incierto.
¿Qué estudio empírico o científico demuestra que los hombres que golpean a las mujeres las golpean por el odio que tienen a las mujeres por el hecho de ser mujeres? Esto bloquea toda capacidad para determinar las verdaderas causas de esa violencia.
Cuando vayamos a investigar esas causas, el problema es que encontremos otro tipo de causas: drogas, alcohol, la fragmentación de la familia, estrés laboral… Pero estas variables no se estudian porque el chiringuito de género dijo que a las mujeres las matan por ser mujeres.
La ley de Violencia de Género lucha contra un fantasma: el heteropatriarcado. Y estamos financiando a aquellos que están disparando contra un fantasma. Viven muy bien, con mucho dinero y una beca estatal eterna.
Hay un mandato ideológico mediático que dice que la mujer, por definición, es un ser angelical que no miente
El Gobierno impulsa una modificación del Código Penal para blindar el consentimiento sexual. Todo lo que no sea un sí explícito, pasará a ser un no. “Solo sí es sí”, dicen. ¿Qué le parece esta propuesta?
Esto puede plantear muchos problemas. En Suecia ya hay sitios donde hay gente que pide una firma en un documento para cubrirse y no tener problemas. Lo que están haciendo es reventar la base de las relaciones sexoafectivas entre hombres y mujeres: la confianza y la espontaneidad. La noción de confianza se destruye en virtud del terror a poder ser acusado de violador.
La acusación de una mujer es inapelable. Hay un mandato ideológico mediático que dice que la mujer, por definición, es un ser angelical que no miente. Hemos visto el caso reciente de Johnny Depp. Todos decían que él mentía, que era un golpeador y un machista hasta que aparecieron los audios de la mujer.
Esto genera una desconfianza permanente en el hombre a la hora de encarar las relaciones sexuales. Esta propuesta ejerce un poder tiránico de la mujer sobre los hombres. El Estado está proporcionando mecanismos a la mujer para la venganza.
¿Cree que el feminismo puede dejar de ser una ideología hegemónica?
Hoy se habla del machismo como ideología, pero no del feminismo como ideología. Hablamos del machismo como una suerte de actitud connatural a eso que llamamos hombre. Ojo. No vaya a pasar que el feminismo tire tanto de la cuerda que empiecen a aparecer intelectuales machistas, un sistema de reflexiones machistas sistemáticamente articuladas. Y la cosa se va a poner mucho más complicada porque la guerra va a ser total.
Puede aparecer un machismo como un feminismo invertido. Ojalá que no. Pueden aparecer machistas políticos e ideológicos que den la guerra contra las mujeres como hay mujeres hoy dando la guerra contra los hombres.
Usted defiende que el socialismo del siglo XXI nace con Hugo Chávez. ¿Es Podemos la expresión política del chavismo en España?
Aquí existe una serie de condiciones sociales y políticas que impiden la posibilidad real de ver un chavismo español. La primera traba para ser chavista en España es la Unión Europea. España, como país miembro de la Unión Europea, no tiene soberanía completa sobre sus políticas económicas. Por otra parte, en España hay una clase media muy sólida a la que le gusta el bienestar y que no soportaría lo que está soportando el pueblo venezolano.
En Venezuela, había clases altas y bajas, con una clase media debilitada y sin protagonismo. La clase media es la que suele poner freno a esos ataques directos al bienestar económico. La clase alta se va del país, agarra su ahorro, vende sus empresas o las maneja desde el extranjero. En cambio, las clases bajas no tienen a dónde ir. Y las clases medias, si no son fuertes, no pueden frenar el proceso económico de aniquilación de los mercados.
Y mencionaría una tercera traba. En España todavía hay una derecha autoconsciente que se ha canalizado políticamente en Vox. En Venezuela, Argentina o Bolivia no había eso. Una derecha consciente, con principios claros y canónicos. De hecho, España estuvo a punto de perderlo cuando el PP empezó a correrse hacia el centro.
Vox, la Unión Europea y la clase media son las trabas que impiden un chavismo español. Ahora bien, España se está intentando aproximar en tanto que Podemos está dentro del Gobierno.
¿Percibe una deriva de la socialdemocracia en España? Históricamente el PSOE había rechazado los nacionalismos y populismos. Pedro Sánchez es hoy presidente del Gobierno gracias a que ha pactado con ellos.
Entiendo que gran parte de esa socialdemocracia se siente defraudada y traicionada por Sánchez. Pero creo que la socialdemocracia está pasando por la misma crisis por la que ha pasado el centro-derecha: una pérdida de sus propios valores.
Yo no soy socialdemócrata ni de cerca, pero entiendo que ha pasado por una pérdida de su identidad que ha abierto la posibilidad de una fagocitación de lo que es la izquierda más populista. Y viceversa. El PP ha perdido su identidad y ha abierto las puertas a que una derecha identitaria y fuerte, que es Vox, tome ese espacio.
Lo curioso del pin parental es que la izquierda siempre lo ha defendido en realidad
¿Qué opina sobre la posibilidad de que los padres puedan evitar que sus hijos cursen talleres sobre sexualidad en horas lectivas? En España es una polémica candente: el asunto del pin parental.
Esto se enmarca dentro del problema de los derechos humanos universales. La Declaración de los Derechos Humanos establece en su artículo 26 que hay una preferencia educativa a la hora de escoger la educación de los hijos por parte de los padres. La libertad educativa es un derecho de los padres.
Lo curioso del pin parental es que la izquierda siempre lo ha defendido en realidad. La izquierda, cuando estaba fuera del poder, siempre ha solicitado que sus hijos puedan ser retirados de las clases de Religión. Es exactamente el mismo principio. La familia es una unidad social fundamental que cumple funciones afectivas, psicológicas, económicas esenciales.
Por tanto, hay un derecho preferente en la familia a la hora de transmitir valores, ideas, costumbres, tradiciones a los propios hijos. Ahora bien, si la familia es disfuncional el Estado tiene que hacerse cargo del niño. Disfuncional en el sentido de que no cumple con las funciones que he mencionado.
¿Y si se da el caso de que los padres son unos fundamentalistas religiosos?
Según. Si ese fanatismo religioso pone en riesgo los derechos físicos del resto de las personas, sí habría que tomar medidas. Por ejemplo, si tus padres son islámicos radicales yihadistas y te instruyen para que te inmoles en el bloque de al lado con un chaleco de bombas. Ahí el Estado tiene que tomar parte, pero no para limpiar la cabeza del chico sino para proteger a los vecinos. El principio pasa a ser otro. El principio nunca puede ser que el Estado dirija la forma de pensar de los ciudadanos.
El Estado está para proteger a los ciudadanos. ¿Cuándo está legitimado el Estado para frenar un proceso educativo parental? Cuando está pensando para dañar a un ciudadano. ¿Qué es hoy un fanático religioso? Hoy en día, un fanático puede ser alguien que va a misa todos los días o que quiere llegar virgen al matrimonio. Esas ideas no comprometen a la sociedad, son una elección de vida.
Si hay una familia que instruye al niño para golpear a las mujeres, ahí hay un problema porque está en riesgo la seguridad de los demás. Cuando el político quiere decidir en qué se educa al niño, está usurpando un derecho natural a la familia. El Estado está expropiando a la familia parte del poco poder que le queda para empoderarse aún más y volverse más totalitario.
Usted ha expresado públicamente su apoyo a Vox. ¿Qué le atrae del partido de Santiago Abascal?
Hay tres motivos de mi simpatía hacia Vox. En primer lugar, se asumen sin complejos de derecha. Los rótulos muy particulares son una forma de eludir lo que se te viene encima si te reivindicas de derechas. Si yo digo que soy paleolibertario la gente ni entiende, entonces yo digo que soy de derechas porque genera un ruido.
En segundo lugar, en su seno confluyen distintos tipos de derecha: conservadores, liberales y paleoliberales. Y en tercer lugar, es una derecha que ha superado el discurso económico y se ha metido en el discurso cultural.
Lo que marca a la derecha en general es un discurso economicista típico de la Guerra Fría. La derecha, en general, no ha superado la Guerra Fría. Vox la ha superado en gran medida. Lo económico está en un segundo plano en Vox, lo que importa son los asuntos culturales. Me gusta de Vox que es una derecha subversiva.
¿No cree que algunas de sus propuestas son maximalistas o, incluso, populistas?
Es maximalista, sí, pero creo que en la batalla cultural debes ser maximalista. Pienso en ese artículo de El País que decía que la heterosexualidad es peligrosa. Ellos están siendo maximalistas. La izquierda ha sido siempre maximalista y ha cosechado frutos por serlo.
El problema de la derecha es que siempre le ha hecho asco al pueblo. La democracia exige construir un pueblo, por su propia lógica. El problema es cuál es el pueblo. El pueblo es una ficción y las ficciones se construyen. El arte de la política en la democracia es cómo construir el pueblo.
El populismo, a mi juicio, es prácticamente indisociable de una democracia. Vox tiene valores republicanos que se expresan en una pretensión de estar encarnando al pueblo español. La construcción del pueblo siempre es necesaria.
Cuando la derecha no ha querido apelar al pueblo es cuando no ha hecho política. La izquierda sí ha sabido apelar al pueblo
¿Y qué pueblo ha construido Vox?
Los españoles versus los enemigos de España. Esa es la línea de separación. En la medida en que la derecha quiere hacer política, necesita una construcción política del pueblo. ¿Es Vox populista? Sí, en gran medida. ¿Veo eso con malos ojos? No, es algo natural dentro de la democracia.
Cuando la derecha no ha querido apelar al pueblo es cuando no ha hecho política. La izquierda sí ha sabido hacer política y apelar al pueblo. El pueblo de la izquierda hoy son las mujeres y los homosexuales.
¿Sobre qué valores debería construir el pueblo la derecha?
Sobre los valores del respeto, las buenas formas, la buena presentación en público. Suena naif, pero todo eso se ha perdido. Ser un tipo amable, trabajador, responsable, que equilibra el ocio con la labor… Todo eso que se ha perdido y la gente sigue valorando. Las élites de la progresía lo desprecian.
Para ellos esta serie de valores son los propios de la vieja burguesía manejada por una suerte de títeres capitalistas y heteronormativos. Hay que reivindicar estos valores y la solidez del Estado-nación frente al totalitarismo de un mega Estado internacional, que es lo que se está generando poco a poco. Hay que reivindicar las tradiciones propias como lo que nos ha hecho ser lo que somos y concebir el pasado como fuente de riqueza, no de maldiciones. La izquierda percibe el pasado como algo negativo.
¿Cómo se combate el monopolio cultural de la izquierda?
Hacen falta tres requisitos: políticos, intelectuales y medios. Políticos para llevar al Estado ideas que necesitan tener soporte de aquel que monopoliza el uso de la fuerza. Es decir, si no hubiese un Vox no habría un pin parental. Intelectuales porque la lucha cultural es una lucha por el monopolio de las ideas. Si no tienes gente que produzca ideas, no tienes munición.
La munición en la guerra cultural no es de plomo, es intangible. Son las ideas. La intelectualidad está fallando en España. No hay ningún intelectual que esté proponiendo unir a la derecha. En último lugar están los medios. Las masas no consumen libros ni discusiones académicas, consumen televisión, radio, cine y diarios. Ahí es donde peor estamos. Los medios de comunicación están ausentes en la batalla cultural. Están comprometidos con las ideas progresistas y por eso la derecha está haciendo su labor a través de las redes sociales.
La guerra de guerrillas se está haciendo en las redes sociales. La guerrilla se escondía en el monte porque en el monte podía ganar la batalla contra un ejército muy superior. Escondida en el monte y moviéndose en el monte como pez en el agua. La derecha se mueve en las redes sociales como pez en el agua porque no hemos tenido oportunidad de tener un espacio real en los grandes medios de comunicación.