La manifestación feminista del 8 de marzo en Madrid volvió a mostrar su cara más amarga. Los dirigentes de Ciudadanos se vieron obligadas a abandonar la marcha ante los insultos y ataques recibidos por parte de algunas participantes en la protesta: "Nos lanzaban esmalte de uñas y nos llamaban putas".
Así lo explica Begoña Villacís, vicealcaldesa y portavoz del partido naranja en el Ayuntamiento de Madrid e increpada por algunos de los exponentes de colectivos antisistema que buscan patrimonializar la bandera del feminismo y hacer la causa cada vez más excluyente. Y en nombre de la sororidad, es decir, de la hermandad entre mujeres.
Esta exhibición pública de intolerancia hubiera empañado menos la conducta de respeto de la mayoría de participantes si algunos responsables públicos no estuvieran dispuestos a justificarles. Este fue el caso del líder de Más País, Íñigo Errejón, que en Twitter rebajó los ataques a meros "reproches" por la política de pactos de Ciudadanos.
A diferencia del año pasado, Villacís, Lorena Roldán, Marta Rivera y Marcos De Quinto, entre otros dirigentes del partido, pudieron llegar hasta la plaza de Neptuno. Allí un grupo de chicas se sentaron frente a su pancarta para impedirles el paso. Villacís tiró de ingenio y junto a Marta Rivera levantaron la pancarta por encima de sus hombros para poder proseguir con la marcha.
"Ahí empezó la presión. Un montón de policías. Nos daban empujones, nos lanzaban esmalte de uñas y nos llamaban putas", explica a EL ESPAÑOL.
"Vete al Burguer King"
Un agente de la policía se acercó a Villacís: "Les aconsejo que salgan ustedes, ya no podemos garantizar su integridad”. Las dirigentes naranjas decidieron irse para no poner en un "aprieto" a la policía.
Su marcha de la concentración no fue suficiente para que los intolerantes cesaran en su abucheos, insultos y lanzamiento de objetos. Entre estos intolerantes, unos cuantos hombres -uno de ellos con el chaleco de organizador de la protesta- que prefieren la ideología a la igualdad. Y por eso se veían legitimados a gritarles mientras les señalaban la puerta.
“Villacís vete al Burger King”, fue uno de los gritos que se escucharon."He trabajado en Zara más tiempo que cualquiera de ellas", reivindica Villacís que, con 19 y 20 años, doblaba camisetas en una de las tiendas de Amancio Ortega antes de empezar la universidad.
Luego llegaron las empujadas, la presión ambiental, y el odio en sus ojos. "Fuera fascistas, putas". Esta era la consigna de quienes reivindican la sororidad y, parafraseando el refrán, ven la paja en el ojo ajeno pero no la viga en sus miradas de odio.
"Te quedas chafada, como frustrada y decepcionada. Suena naíf, pero es una injusticia. Por defender una ideología, nos echan a mujeres, a madres, a trabajadoras".
Pasada la tormenta, pide que "nunca" nos "acostumbremos" a ello. "Impresionan ver sus caras de odio. Nos ha pasado más veces, pero cuando te miran... Es como si fuera la primera vez".