Pedro Sánchez sacó adelante su prórroga al estado de alarma por 15 días más, con "los amplios poderes" que ello comporta, gracias a sus viejos "enemigos". Lo hizo justo 15 días después de su primera comparecencia, cuando empezó a cambiar de objetivo para ese apelativo que ahora adjudica al coronavirus. Y, precisamente, la "unidad" y la "lealtad" que no cesó de reclamar desde el atril este miércoles por la noche en el Congreso de los Diputados se la dieron, votando sí, el Partido popular, Vox y Ciudadanos.
Obtuvo 321 votos a favor: 40 presenciales y 281 emitidos telemáticamente. Nadie se atrevió a votar en contra. Pero varios de sus socios parlamentarios minoritarios, los que le apoyaron la investidura, se salieron del carril. Hubo 28 abstenciones: 3 presenciales -las de Gabriel Rufián (ERC), Maite Aizpurua (Bildu) y Mireia Vehí (CUP) y 25 emitidas telemáticamente, las de estos grupos sumadas a las de JxCat.
Los tres partidos del centro derecha se unieron al Gobierno -¿alguien se acuerda de cuando eran el "trifachito"?- pero afeó al jefe del Ejecutivo diversos aspectos de su gestión de la emergencia. Pablo Casado, que pidió banderas a media asta para los fallecidos, le espetó: "Estoy siendo el líder de la oposición que usted no fue", en referencia a cuando, en la crisis del ébola, "usted nos hizo 25 manifestaciones, en las que nos llamaban asesinos por el sacrificio del perro de una enfermera infectada, una, que finalmente se curó".
Santiago Abascal, recién recuperado de su infección, por su parte, advirtió de que ésta será la última vez que apoye al socialista. "Lo hacemos por patriotismo, usted es un presidente ilegítimo, pero es el presidente. Eso sí, destituya ya Pablo Iglesias, a Fernando Simón y al ministro de Sanidad, hágalo ya o tendrá más muertos, y más ruina los españoles".
Mientras, la representante de Cs, María Muñoz, reclamó la misma lealtad que se les pide, porque "gobernar no es sólo dictar decretos". Y reprochó que "en este estado emergencia" no se permitiera a su líder, Inés Arrimadas -a punto de dar a luz- participar en el debate de manera telemática.
Pero todos votaron a favor. Los tres partidos "arrimaron el hombro" y se sumaron por "responsabilidad", al tiempo que varias de las formaciones que invistieron a Sánchez, y sobre todo ERC, lo dejaban de lado. Incluso Gabriel Rufián jugaba a opositor y hasta a patriota: "O paramos el país o nos quedamos sin país", espetó a Sánchez exigiéndole, además, el cierre total de toda actividad económica no indispensable.
No me dé las gracias...
En su réplica, Sánchez sí se acordó del 'trifachito' y se centró en repartir golpes, como un púgil al que acorralaran sus propios asistentes. Así, para rechazar las críticas de haber errado en sus cálculos, volvió a parapetarse en los científicos, citando a Fernando Simón, "que ya el 7 de marzo advirtió sobre las residencias de mayores". Pero no explicó por qué entonces dejó para este fin de semana su toma de control.
El presidente también negó haber actuado tarde. Aunque lo hizo afeando las cifras de muertos e infectados "que eran más altas" en otros países cuando declararon su estado de alarma. Todo, a pesar de que este jueves lleva una carta firmada con muchos de ellos para pedir un esfuerzo mayor a la UE.
Y finalmente, reprochó personalmente a Casado que el PP presida CCAA, "algunas de ellas muy afectadas por el virus", y que "no se proveyeran de batas y mascarillas antes del 14 de marzo, cuando decretamos el estado de alarma". A este golpe bajo, el líder popular contestó sorprendido: "Oiga, que soy yo el que le apoya, no sus socios. No me dé las gracias, pero dése cuenta".
Estado de necesidad
Todo eso fue en las réplicas, en las que cada grupo fijó su posición tras la media hora de intervención del presidente. En la transcripción de su discurso, distribuida a la prensa una hora después de que a las 21.34 iniciara su lectura en el Congreso, Pedro Sánchez tenía previsto pedir siete veces "lealtad" y "unidad". Siempre juntas.
Pero su estado de necesidad y el énfasis de la emergencia -que lo traicionaron a veces en la dicción- lo empujaron a soltarse: el sintagma "lealtad y unidad", en esta forma o la viceversa, salió hasta en 12 ocasiones de su boca.
Porque como la cosa iba de solicitarle a la Cámara que le extendiera por 15 días más los casi plenos poderes que le otorga la Constitución tras declarar el estado de alarma, Sánchez cambió el tono bélico que venía gastando en las últimas dos semanas, cuando cayó en la cuenta de que el coronavirus le torcía la legislatura.
Y es que igual que la "etapa de contención" contra el virus saltó rápido a la de "mitigación" -hubo sólo un día en el que Fernando Simón o Salavador Illa nos hablaron de "contención reforzada"-, lo mismo ha ido pasando con las alocuciones del presidente.
Debilidad parlamentaria
Ya no tocaba arengar a la ciudadanía con apelaciones victoriosas al "coraje y la resiliencia" frente a un "enemigo implacable y desconocido". Sino reconocerse ante la Cámara y con los hechos -que no de palabra- como el jefe del Gobierno más débil de la democracia ante la amenaza más grave a la nación.
Juntos, los partidos de la coalición que lo conforman, no suman más que 155 diputados, sólo cinco por encima de la suma de los grupos a los que hasta que vino la pandemia agrupaban con desprecio en el "trifachito". Casado esta vez no hizo bandera de ello, pero en un Congreso otra vez semivacío, Sánchez se topó este miércoles con la realidad de que hay "más lealtad en la oposición que entre sus socios de investidura".
El independentismo de los grupos que invistieron al presidente le dieron esta vez la espalda. Otros minoritarios sí le apoyaron, pero con graves desacuerdos. Como los gallegos del BNG y los antisistema de de la CUP, que exigieron parar toda la producción. Y hasta Pablo Echenique, portavoz del partido del vicepresidente Pablo Iglesias, lo sugirió: "Quizás haga falta si la cosa empeora", dijo.
Por su parte, la diputada de Bildu acusó a Sánchez de "hacer todo lo contrario de lo que hay que hacer" y de optar por "las soflamas patrióticas españolas" antes que por "la salud". Claro, que su argumentación giraba en torno al "punto de vista de Euskal Herria" sobre el virus.
Mientras, Rufián, portavoz independentista de ERC, se dejó llevar por sus frases hechas del procés: "En este momento, no importa cómo se gana el relato, lo que importa es cómo se gana al virus", al tiempo que acusaba al presidente al que votó de "demora e incompetencia".
15 días es mucho
Lleva 250 minutos de discursos Pedro Sánchez, con la media hora de ayer. Él solo ante un micrófono, en seis ruedas de prensa y dos comparecencias ante el Congreso de los Diputados en apenas 15 días. Desde aquel martes 10 de marzo en el que, con gesto congestionado, apareció de noche en la sala de prensa de Moncloa -todavía con periodistas- y empezó una carrera de consejos de ministros extraordinarios contra el coronavirus.
Aquel día habló de darle la "batalla" al Covid-19 tras presentar un plan de tres medidas económicas. Y, a medida que la emergencia crecía como un alud, pasó a decir "guerra", a imponer el confinamiento y a poner 200.000 millones de euros encima de la mesa.
Ayer también llegó de noche, esta vez al hemiciclo de las Cortes, para pedirle al Congreso la prórroga del estado de alarma que había decretado el 14 de marzo, menos de una semana después de aquel domingo de mítines de Vox y marchas feministas, de cuyas autorizaciones puede tener que responder ante los tribunales su delegado del Gobierno en Madrid.
Antes de acabar, pasadas las 2.00 h de la madrugada, muchos de sus interlocutores le recordaron que "a algún ministro se le ha escapado que a principios de febrero ustedes ya sabían que esto venía y era grave". Otros le emplazaron a dentro de dos semanas, "porque habrá que renovar el estado de alarma otra vez". Y 15 días en esta emergencia, ya se ha visto desde aquel 10 de marzo, son muchos.