La rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros se ha presentado como una ceremonia de unión dentro del Gobierno. Pedro Sánchez lleva semanas navegando entre las dos aguas que le agitan Pablo Iglesias y Nadia Calviño, cada uno desde su visión de la salida a la emergencia sanitaria y, sobre todo, a la económica, vinculada al coronavirus.
Es el momento de mayor debilidad del equipo ministerial de Sánchez, con el Ejecutivo dividido entre los más ortodoxos y los que pisan el acelerador social. A la oposición ya le pesan más los muertos cumulados, a casi un millar diario, que el riesgo de que la acusen de hacer política de la tragedia.
Y comienza a llenar sus mensajes más de afear "la incompetencia, la improvisación y la falta de coherencia" y pedir "dimisiones para un Ejecutivo de Unidad Nacional" que de la "lealtad y unidad" que mostraron incluso este miércoles de noche en el Congreso.
El PNV, base parlamentaria de la mayoría exigua que lo sostiene en Moncloa, también señala ya el camino a Sánchez, con sus reticencias territoriales e industriales. Y sobre todo, ya hay filtraciones desde el bando socialista del Gobierno advirtiendo de que la gestión "es imposible con tantos ministerios y cada uno tirando para su lado".
Emergencia económica
La emergencia económica es tal que el Gobierno se ve obligado a ir tomando decisiones sobre la marcha. Todas (o casi todas) las que se desechan una semana son la medida estrella de la siguiente -como el "cierre total de toda actividad no indispensable"-.
Y al final no habrá sector de la economía que por sí mismo no se vea tocado por las resoluciones excepcionales de los ministros de -si se acuerdan- un"Gobierno de coalición y progresista" que venía a poner "la cuarta pata del Estado social y de derecho" y que ahora ve cómo las tres primeras se resquebrajan.
La salida conjunta la llevaba semanas pidiendo el líder de Podemos. Según su versión, para luchar contra la imagen de desunión. Según la versión del ala socialista del Gobierno, para tomar el protagonismo que está perdiendo.
El Consejo de ministros ordinario -ya hace falta especificar esto, dado que hay reuniones del Gobierno más fuera de calendario que de las normales- ha aprobado este martes lo que el Ejecutivo ha dado en llamar "el segundo escudo social" contra la crisis del coronavirus. Un paquete de medidas de protección, aplazamiento, exención, desregulación y amparo a diversos colectivos. Entre ellos, por fin, los autónomos.
Salieron juntos Nadia Calviño y Pablo Iglesias a explicar las nuevas medidas económicas y sociales para afrontar la crisis. Y la vicepresidenta tercera habló a la defensiva: "No contraponemos salud y economía, no contraponemos lo social a lo económico".
El líder de Podemos, por su parte, salió al ataque: "Este segundo escudo social es un complemento enormemente importante para no dejar a nadie atrás", dijo. "Y es la muestra de que de esta crisis no vamos a salir como de la anterior", ya que "este Gobierno está en deuda" y ha elegido "un camino social, basándose en la Constitución".
La sala de prensa vacía
Ambos vicepresidentes salieron juntos a comparecer en la vacía sala de prensa de Moncloa. Ésa que desde el 10 de marzo sólo ocupan los cámaras y el secretario de Estado de Comunicación, Miguel Ángel Oliver, ejerciendo de moderador de preguntas y de respuestas.
Lo cierto es que la pelea entre ambas bandas del Ejecutivo ya venía desde el nacimiento del mismo, pero se exacerbó cuando estalló la alerta del covid-19.
Parte del gabinete planteó la posibilidad de suspender las grandes concentraciones de masas en el fin de semana que ahora sirve para la pelea ideológica: el 8-M hubo fútbol, hubo una Asamblea de Vox y, por su puesto, se celebraron las manifestaciones del Día Internacional de la Mujer, la de Madrid con 120.000 personas... pero con ministras socialistas ya ataviadas con guantes de látex.
Ese detalle sirvió para alimentar la polémica. Sobre todo cuando el martes 10 Pedro Sánchez ya se mostró preocupado públicamente -hasta ese día no había comparecido en mes y medio y desde entonces ocupa las pantallas al menos un día sí y otro no-. Pero sobre todo, fue una demostración de que el lado socialista del Ejecutivo ya no las tenía todas consigo. Cayeron enfermas Irene Montero, Carolina Darias y, finalmente, Carmen Calvo. Al menos, oficialmente.
Y también, la mujer del presidente, Begoña Gómez, su madre y su suegro. Pero ni Sánchez ni Iglesias guardaron la cuarentena y el teletrabajo. Alegando, eso sí, que había unos protocolos -nunca explicados- de Sanidad aplicados a su presencia en reuniones, plenos del Congreso y ruedas de prensa.
"Unidad y lealtad"
Que salieran juntos Calviño e Iglesias a presentar este "segundo escudo social" contra la crisis tenía solamente ese objetivo: mostrar "unidad y lealtad", eso que exige Sánchez a la oposición y que, en realidad, no tiene ni dentro de su propio equipo.
La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, salía este martes por la mañana al paso de las críticas del tejido empresarial español por la imposición del permiso retribuido excusándose en que este fin de semana, momento es el que se adoptó la medida, el Gobierno iba "a contrarreloj".
Admitía Díaz que "quería haber hablado con todos los consejeros y portavoces de la oposición y no he podido, lo digo con franqueza". Probablemente, ella y Margarita Robles hace 48 horas, sean las primeras miembros del Gobierno que asuman errores en público. Es muy posible que de nada sirva ya.
Estado de alarma
Porque Iglesias presionó para la declaración del estado de alarma. Calviño era reticente y su departamento filtró sus negativas. Cuando éste se declaró, finalmente el sábado 14, la explicación de las fuentes del Gobierno es que "las medidas se aplican cuando toca, y sobre todo cuando son ejecutables, lo peor sería poner cosas en un papel oficial que no se pudieran implementar".
Eso precisamente pasó este domingo, finalmente, con un decreto aprobado sin redactar. Se retrasó su publicación durante 10 horas hasta que se aclaró qué si y qué no iba a ser considerado "indispensable". Y aun así se añadió una moratoria de 24 horas improvisada.
Porque ésa fue también la excusa alegada desde Moncloa cuando, tras las presiones otra vez del lado morado del Ejecutivo, se decretó este domingo el "cierre total de las actividades no esenciales". Hasta el lunes anterior en público y hasta el jueves por la noche en privado, las fuentes socialistas del gabinete insistían en que "la mejor medida nueva es mantener las que ya hemos implementado, no se puede cerrar más".
"El segundo escudo social"
Así, se atribuyó la "ejecutabilidad" de esta decisión a la "medida inédita en el mundo" de los "permisos retribuidos recuperables" que defendió en rueda de prensa Yolanda Díaz, ministra de Trabajo y ariete de Unidas Podemos en el Gobierno. Calviño no quería, Calviño no lo defendió.
Y fuentes cercanas a su entorno siguen preguntándose qué pasará si la curva no se dobla en estos días de cierre: cómo seguirán pagando los empresarios a sus empleados en casa, si no tienen ingresos; y cómo devolverán los trabajadores las horas a la vuelta de verano si se les acumulan dos meses -por ejemplo- de permiso pagado.
Un Ejecutivo nacido con la base más pequeña y el menor apoyo parlamentario de la historia de la democracia y, luego, abatido por la tormenta perfecta de una pandemia planetaria, un país confinado,y una economía bloqueada, se ha mostrado dividido en las semanas clave. Que salgan juntos Nadia Calviño, vicepresidenta tercera, y Pablo Iglesias, vicepresidente segundo, a presentar "el segundo escudo social" contra la crisis tiene solamente ese objetivo. recuperar credibilidad.