La petición de unos nuevos Pactos de la Moncloa es parte del pulso en el Gobierno entre el PSOE y Unidas Podemos. En realidad se trata de una llamada de auxilio de Pedro Sánchez porque la Unión Europea le ha dado la espalda, e Iglesias ha tomado el mando político con su plan de “escudo social”.
Hace tiempo que el Gobierno tiró la toalla en la lucha contra la pandemia, y está centrado en el día después, en la reconstrucción. Ahí es donde se está produciendo la batalla.
Los podemitas ven en la crisis una oportunidad para dar el finiquito a un régimen, el del 78, al que creían desahuciado, y dar paso a un régimen en el que no haya presencia privada en los sectores considerados estratégicos para los derechos sociales, desde la sanidad hasta la electricidad.
Los socialistas no quieren ir tan lejos, y se conforman con aplicar ahora un Green New Deal; es decir, una intervención gubernamental en la economía, respetuosa con el medio ambiente, con inyección de dinero en gasto social. Esa financiación, a modo de Plan Marshall, solo podía venir de Europa, no de los impuestos, como cree Podemos, por lo que la vía socialista se ha frustrado.
De esta manera, Sánchez ha pedido ayuda al PP, Cs y otras fuerzas, en su pulso contra Podemos y para sobrevivir personalmente a la crisis. Porque solamente un gran acuerdo entre partidos, con las patronales y los sindicatos, podrá diluir la responsabilidad de Sánchez en la crisis que se nos avecina.
Podemos había tomado la crisis social venidera como una demostración de su teoría del fin del modelo neoliberal
Pero Unidas Podemos no está de acuerdo con celebrar esos Pactos de la Moncloa. No es solo una razón coyuntural, sino ontológica. No se trata solamente de que perderían su gran oportunidad en el poder, a los tres meses, al verse desplazados por técnicos que, aunque de partido, saben infinitamente más que ellos. Es que Podemos había tomado la crisis social venidera como una demostración de su teoría del fin del modelo neoliberal en España.
Pablo Iglesias escribió en Disputar la democracia (Akal, 2014) que la izquierda no podía reivindicar los Pactos de la Moncloa porque frenaron las movilizaciones obreras y las conquistas de la democracia en beneficio de la élite. El peso de la crisis, dijo, lo soportaron los más vulnerables, mientras se imponía la ideología del consenso. Sobre ella se levantó el “régimen del 78”: una Constitución con una monarquía, su bipartidismo, sus bases OTAN, y su canalización pacífica y controlada de las demandas obreras.
Ese régimen basado en el consenso había entrado en crisis. Era la hora del conflicto para romper los pilares del sistema, y llevar a la política la protesta de las calles, el “mientras tanto” de los movimientos sociales que había escrito el marxista Manuel Sacristán.
La repercusión social de la crisis de 2008 ofreció la oportunidad de canalizar el dolor hacia un movimiento que terminara de derribar el régimen, no precisamente a través del consenso ni de los acuerdos con la derecha, como fueron los Pactos de la Moncloa, sino del conflicto.
Juan Carlos Monedero, en su obra La Transición contada a nuestros padres (2013, con varias ediciones), señala que dichos Pactos se hicieron para frenar las luchas de los trabajadores y limitar la democracia. Esos Pactos iniciaron el modelo neoliberal que ha traído, a su entender, las desgracias actuales. Por eso ahora todos los podemitas culpan al neoliberalismo de la intensidad de la pandemia y de las consecuencias sociales que va a tener.
Monedero, en su intento de demostrar que la Transición ha sido un gran fraude, escribió que en 1977 Santiago Carrillo entregó el movimiento obrero por un puesto en la comisión constitucional -lo que no es cierto-, y por adquirir protagonismo frente al PSOE. De esta manera, el consenso que supusieron los Pactos es presentado como la traición de un partido al movimiento obrero para conseguir prebendas de los poderosos.
Creen que esta crisis abre una posibilidad de canalizar el dolor hacia un cambio de régimen protagonizado por Podemos
Desde entonces, la izquierda antisistema renegó de esos Pactos y esperó la “crisis definitiva”, que pareció llegar entre 2008 y 2014. Pablo Iglesias creyó que la explosión del 15-M fue la demostración de que se había derribado la hegemonía política de la Transición, lo que los cursis de Podemos llaman “CT”, “cultura de la Transición”, fundada en el consenso, y se había impuesto una nueva hegemonía: la del conflicto, la de Podemos. Son las ideas de Chantal Mouffe pasadas por la Complutense. La crisis social iniciada en 2008 y rematada por la que provocará la pandemia de 2020 creen que abre una posibilidad de canalizar el dolor hacia un cambio de régimen protagonizado por Podemos.
Todo esto se desabarata unos nuevos Pactos de la Moncloa, negociados por todas las fuerzas políticas con sentido de Estado, junto a las asociaciones empresariales y sindicales. El regreso del consenso para una nueva etapa de la democracia supondría el fin del sueño podemita, esos Idus de marzo pandémicos que confirmaban a su entender el anunciado apocalipsis del régimen.
Ya han salido voces del entorno podemita para censurar unos nuevos Pactos de la Moncloa, como Julio Anguita, que augura más sufrimiento para la “clase trabajadora”. En la misma línea está Javier Pérez Royo, quien apunta que dichos Pactos “no tienen más objetivo que hacer inviable la acción del Gobierno de coalición”. Serían unos pactos, dice, para proteger a los poderosos, “a los de siempre”.
Pablo Iglesias sabe que si salen adelante esos Pactos él se queda fuera por la fuerza del número. En este caso, solo tendría dos posibilidades: resignarse a la derrota y esperar, un “mientras tanto” como el que hicieron entre 1980 y 2011, o rascar todo lo que pueda en esos Pactos en “derechos sociales” para que no le puedan decir que han sufrido los más vulnerables. Sería la vía abierta por Yolanda Díaz, su ministra de Trabajo, de “prohibir” los despidos.
No obstante, dado el poco conocimiento técnico demostrado por los podemitas, sería muy probable que la segunda posibilidad tampoco tuviera éxito. En consecuencia, Podemos perdería con esos nuevos Pactos de la Moncloa, eso sí, pero ganaríamos todos los demás.
*** Jorge Vilches es profesor de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales y Políticos en la Universidad Complutense.