El mismo día que el Gobierno paralizó la actividad de los sectores no esenciales, Pedro Sánchez anunciaba que el candado se abriría el lunes después de Semana Santa. Moncloa tenía por delante diez días para planificar cómo sería esa desescalada parcial, la vuelta al trabajo de los ciudadanos que no pueden trabajar desde sus casas. La realidad, sin embargo, volvió a atropellar al Ejecutivo, que dio las directrices sobre cómo se repartían las mascarillas a las seis de la tarde del domingo, solo doce horas antes de que comenzara el reparto oficial. El retraso provocó el enfado y la queja de muchos alcaldes que tenían que colocar en apenas unas horas el material en los puntos de distribución.
Sánchez adelantó el domingo por la mañana a los presidentes autonómicos que el uso de la mascarilla solo sería obligatorio para aquellos que se mueven en transporte público y no para los que se trasladen en su coche particular. El reparto, además, se limitó en un principio a primera hora de la mañana: se distribuirían las mascarillas en los principales puntos de movilidad de viajeros entre las 6 y las 9 de la mañana, según el primer folleto que enviaron las delegaciones del Gobierno a los alcaldes.
Metro de Madrid recibió a las 21.54 horas del domingo la información sobre el dispositivo de entrega previsto por Sanidad para los viajeros del transporte público. El consejero de Transportes de la Comunidad de Madrid, Ángel Garrido, reconocía este lunes que la actuación del Gobierno fue "muy improvisada" porque "no se hizo con el tiempo necesario y las gestiones previas". El Gobierno reservó para Madrid 1.400.000 mascarillas para distribuir entre lunes y martes, aunque el reparto apenas se hace en una de cada cinco estaciones de metro y autobús.
La queja del consejero se sumó a la que elevaron muchos alcaldes de la comunidad, que tuvieron que reorganizarse por zonas geográficas en tiempo récord para poder conseguir las famosas mascarillas. En Madrid se habilitó un único punto de distribución: una nave en un polígono industrial de Alcalá de Henares (Madrid). El único criterio que se ha seguido para decidir cuántas tocaban a cada municipio es el número de población, no se ha tenido en cuenta la idiosincrasia de cada localidad.
Contrarreloj
Ana Millán, alcaldesa del municipio madrileño de Arroyomolinos (30.000 habitantes), reaviva para EL ESPAÑOL el caos y el nerviosismo que compartió con decenas de alcaldes de Madrid la tarde del domingo ante la incertidumbre de no saber si llegarían las mascarillas a tiempo. "No nos avisaron hasta el domingo a las seis de la tarde de dónde teníamos que ir a recoger las mascarillas". Apenas quedaban doce horas para que comenzara el reparto. El domingo por la tarde es prácticamente la única tarde libre que se toman los voluntarios de Protección Civil del municipio, que todos los días salen a hacer la compra a personas mayores vulnerables o apoyan a la Policía Local en aquellos quehaceres diarios en los que hagan falta más manos.
"Tuvimos que llamarlos para que fueran a buscar las mascarillas a Alcalá de Henares mientras nosotros planificamos en el Ayuntamiento en qué lugares del municipio se repartían. Arroyomolinos es un pueblo muy extenso pero sin cercanías ni metro", explica su alcaldesa, que terminó pasadas las doce de la noche de diseñar cuántas mascarillas se repartían desde los cinco puntos donde más afluencia de gente hay a primera hora de la mañana. "La Policía Local y la Guardia Civil recibió durante la tarde del domingo muchas llamadas de gente con dudas: si tenían que llevar o no la mascarilla, dónde podían cogerla...Una descoordinación que podía haberse evitado", critica.
Millán aplaude la labor de los voluntarios que a las cinco de la mañana ya estaban en los puntos de referencia para repartir las 6.700 mascarillas que les tocaban. "Ha habido una colaboración y una lealtad absoluta entre los alcaldes de la zona", destaca, que se organizaron para ir a buscar las mascarillas de todos. "Solo pedimos al Gobierno que cuenten con nosotros, que nos tengan en cuenta a la hora de tomar decisiones y nos dejen margen para poder actuar", reclama esta alcaldesa.
Mercedes Pérez es la alcaldesa de Redueña, un municipio madrileño de 282 habitantes. Los miembros de Protección Civil de la zona -a este pueblo le corresponde la de Venturada- fueron los encargados de acudir al punto de reparto cuando ya caía la noche del domingo. La alcaldesa recibió en el puerto de Cotos las mascarillas que le correspondían -cincuenta unidades- a las nueve y media de la noche.
Organización
Pérez también critica la falta de planificación del Gobierno central, incapaz de llegar a saber las necesidades que sufren los ciudadanos en este estado de alarma. Sin embargo, pone el foco en la buena organización y la buena voluntad de los profesionales y de los ciudadanos de los municipios pequeños como el suyo. "En las zonas pequeñas nos organizamos mucho antes que el Gobierno y no hemos tenido tanto problema con las mascarillas como tuvimos con los EPIs", relata Pérez, que aplaude la labor y el esfuerzo desplegados por Protección Civil, Policía Nacional y Guardia Civil. "Han demostrado una profesionalidad impresionante, están todo el día al pie del cañón. El sargento me llamó a última hora del domingo y a las 7.30 de la mañana de este lunes, la hora a la que sale el primer autobús, ya estaba trabajando".