Hundido en el fango de los insultos cruzados que embarran el debate parlamentario, se esconde un segundo motivo que desvirtúa las relaciones entre el Gobierno y la oposición. A priori, en las ruedas de prensa, el periodista pregunta y el Gobierno contesta. Lo mismo, en las videoconferencias de presidentes. Y si se aplica el presidente la "lealtad y unidad" que pide a "todos los actores políticos", también debería ocurrir en las sesiones de control al Gobierno, donde según las reglas, la oposición pregunta y el Ejecutivo responde.
Debido a la crisis del coronavirus, la sesión de control se ha erigido como uno de los pocos mecanismos que permiten la tasación de las acciones gubernamentales. Hay que tener en cuenta que también se ha resentido el control de la prensa, ya que las ruedas de prensa telemáticas impiden repreguntar y pedir aclaraciones, tal y como se vio este sábado cuando Sánchez respondió a EL ESPAÑOL.
Pero Pedro Sánchez esquiva, elude y llena de larga verborrea sus intervenciones en las que presume de gestión, critica la de países colindantes a cuyos gobiernos pide luego alianza ante la UE, y arremete contra la oposición. Este domingo, sin ir más lejos, el presidente despachó a Isabel Díaz Ayuso como había hecho un día antes con tres reporteros: no importa lo que preguntes, que yo contestaré lo que quiera y si me conviene.
Se celebraba la cita semanal de Sánchez con los líderes autonómicos. Y en su primer cara a cara sólo dos días después de que el Ejecutivo central dejara a la Comunidad de Madrid en Fase 0 al menos una semana más, la presidenta regional se quedó con la palabra en la boca. No una, ni dos, ni tres... hasta seis veces escuchó el silencio a sus preguntas sobre la "discriminación" al territorio que ella comanda.
"Quién decide; por qué a veces hay informes y otras no; dónde se pueden consultar, cuál es la razón de que lleguen antes a la prensa que a su destino oficial; qué sentido tiene que se firmen tres horas después de que oficialmente se sellen; un motivo, oiga, para que den una imagen tan injusta de la Sanidad madrileña; y, finalmente, reflexionen... ¿no ven que nos están arruinando?".
Silencio. Respuesas cero, como la Fase de la desescalada en la que se queda anclada la Comunidad de Madrid.
Descontrol al Gobierno
Las sesiones de control al Gobierno se recuperaron hace un mes, después de que el Ejecutivo lograra que la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, cerrara la Cámara en lo más duro de la crisis del Covid-19.
A nadie se le escapa que, tradicionalmente, ese momento es también una invitación a la retórica. Un marco flexible que permite a los interlocutores protagonizar la esgrima del diputado, muchas veces obviando el camino que marca el interlocutor. Pero, al fin y al cabo, es un marco. Precisamente concebido para que el Ejecutivo dé cuenta de su gestión. Desde que estalló la pandemia, la oposición pregunta... y el Gobierno trae manzanas.
En el Parlamento se producen, como es lógico, menos comparecencias y actos que antes. La prensa todavía no puede acceder a los pasillos del hemiciclo. Para más inri, Moncloa filtró hasta hace un telediario las preguntas que los medios hacían a Pedro Sánchez.
No hay una ley que obligue a la bancada azul a ceñirse a los interrogantes de sus adversarios, pero las preguntas se registran con antelación para que presidencia, vicepresidencias y ministerios puedan recopilar la información y verse pertrechados de ella en el fragor de la discusión.
El pasado miércoles, por ejemplo, Pablo Casado preguntó a Pedro Sánchez por un posible rescate europeo: "¿Lo va a pedir? ¿Cuánto va a costar? ¿Cuáles son sus previsiones económicas?". La repuesta fue: "El camino es el de la unidad, que salva vidas y empleos".
Teodoro García Egea inquirió a Pablo Iglesias acerca de la identidad de los expertos que confeccionan la desescalada. "Muchas gracias por su pregunta", arrancó el vicepresidente... antes de viajar por los cerros de Úbeda.
La normativa de la Cámara define la "pregunta" como esa oportunidad que se le brinda a la oposición para "interrogar sobre un hecho o una situación". También para averiguar si se va a tomar "alguna providencia en relación con un asunto".
Dos preceptos que el Gobierno de Sánchez diluye gracias a un argumentario que peregrina empaquetado desde Moncloa hasta la Carrera de San Jerónimo. Lo sorprendente no es la respuesta prefabricada, sino la contrarréplica también prefabricada. Cada vez son menos -también en la oposición- los que escuchan al adversario para abordar la discusión.
Guiones prefabricados
"Nunca nos contestan. ¡Nunca! Es una falta de respeto al debate parlamentario", se queja un importante miembro del Partido Popular. Otro diputado conservador se resigna y aduce que este tipo de crítica no influye en el Gobierno porque su actitud no tiene consecuencias.
"Es verdaderamente impresionante. Les dan la pauta y no salen de ahí. Han degenerado la función del parlamento", destaca un dirigente de Vox en conversación con este diario. "Contestan de manera mitinera. Hacen oposición a la oposición. Acuden con respuestas estándar para responder a cualquier cosa que preguntemos", razona este diputado.
"Son guiones prefabricados. Cada vez van a más. Es muy descarado. Al principio, el Gobierno Sánchez no era así", discurren en la sala de máquinas de Ciudadanos. "La mayoría de ellos tiene competencia para responder, pero prefieren utilizar el foro para esos mensajes unidireccionales. No les importa desvirtuar el parlamentarismo", concluye esta fuente.
Con un Congreso a medio gas, la sesión de control adquiere una importancia reseñable. En tiempos de pandemia -cuando toda medida cobra carácter de urgencia-, las peticiones escritas pierden su importancia. El Ejecutivo tiene casi un mes para contestar, pero entonces esa respuesta será tan retrospectiva que perderá su capital político.
Apenas queda rastro de la retranca de Mariano Rajoy, que descolocaba a sus opositores con muchas respuestas cocinadas en directo, o del ingenio del propio Pablo Iglesias, quizá el mejor parlamentario sin papeles de las pasadas legislaturas. El diálogo de sordos elevado a costumbre sólo puede incrementar el abismo que separa a los votantes de quienes les representan.