Él no lo dice, pero la III Asamblea Ciudadana de Podemos ha sido la de la última proclamación como secretario general de Pablo Iglesias. El vicepresidente segundo del Gobierno dejará la política activa en 2023, el mismo año en que se acaban la legislatura y su nuevo mandato al frente del partido morado. Según las fuentes consultadas en el seno de Podemos, conocedoras del proceso sucesorio, el líder ya no aspirará más al liderazgo ni será cabeza de cartel electoral. El próximo congreso elegirá a su sucesora y presunta candidata a las generales.
Este jueves, a última hora de la noche, se anunciaron los resultados de la votación al nuevo líder, la nueva dirección y los documentos políticos para renovar la doctrina de la formación de los círculos. Por primera vez en la historia de Podemos, Iglesias afrontaba un congreso en calma: ni se tuvo que aliar a los Anticapitalistas, que ya han abandonado el partido, ni pelearse con Echenique o con Errejón por el liderazgo.
Como era de esperar, la renovación de mandato estaba más que asegurada. Sólo un militante de base, un tal Fernando Barrero, había presentado su candidatura. pero con una competencia no más que testimonial. En realidad, sólo facilitaba la imagen democrática de Podemos, que no pareciera una cita a la búlgara. No lo logró: el líder renovó con el 92,19% de los votos. Pero sí fue reseñable que el número de participantes: sólo 59.201 de los 516.492 inscritos, es decir, menos del 12% del censo.
Y es que Iglesias es hoy vicepresidente segundo del Gobierno, pero su grupo parlamentario es el más pequeño (35 diputados) de la historia de Podemos (llegó a tener 71). Además, las encuestas le anticipan otro descalabro si hoy hubiera, de nuevo, elecciones generales. Aun así, en sólo cuatro meses vestido de traje y con coche oficial ha logrado colocar gran parte de su programa de "asalto a los cielos" sociales en favor de "la gente" favorecido por la emergencia del coronavirus.
Sorprendido y satisfecho al ver cómo el presidente, Pedro Sánchez, le escucha más que a Carmen Calvo, pese a ser ella la vicepresidenta primera, el líder morado nada a favor cada martes en el Consejo de Ministros. Aunque la corriente es, en realidad, una fuerte marejada de fondo que lo lleva a una tempestad creciente con Nadia Calviño . Es decir, lo que él llama "el ala liberal del PSOE", los "socialdemócratas con complejos" que, en su opinión, habitan en el partido del puño y la rosa.
Estabilidad o conflicto
Lo de Calviño e Iglesias es un choque de filosofías. La exfuncionaria de Bruselas, por ejemplo, defendía este jueves que "los políticos estamos para solucionar problemas, no para crearlos". Era su modo de rechazar, a petición de Sánchez, la "derogación íntegra de la reforma laboral" que pactó el Gobierno con Bildu el miércoles pasado. Quiso calmar a los empresarios del Cercle d'Economia catalán argumentando que "sería absurdo abrir ese debate.
Y ahí está la clave: las teorías políticas de Iglesias están basadas en la tensión y la agitación. No en vano, eso es lo que el pide a Podemos en esta nueva etapa, tal como se leía en los documentos de su candidatura. El jefe sabe que al partido le hace falta un meneo considerable. Falta saber si el camino elegido es el adecuado.
Podemos quiere "ahondar en el carácter popular en conexión permanente con la gente trabajadora" mientras trata de no renunciar a "profundizar en su perfil de fuerza parlamentaria y de Gobierno".
Así, el documento político que han aprobado estos días los inscritos, empujará a Iglesias a comprometerse como un militante más el día después de bajarse del sillón para "apoyar y fortalecer el movimiento popular en barrios, pueblos ciudades, centros de estudio, de trabajo..."
"Volveré a dar clases"
A él le tocará -según sus propias palabras- movilizar alumnos, subido a la tarima de profesor de Políticas en la Complutense, donde le espera su viejo amigo Juan Carlos Monedero. "No sé cuánto tiempo más estaré... pero ya he llegado a un lugar en el que puedo contribuir a cambiar las cosas", se explicaba Iglesias este martes para que lo leyeran entre líneas. "Soy profesor volveré a dar clases, la política es para mí una cuestión personal. Cuando toque, habrá otros que se pongan al frente".
Porque seis años después de la fundación del partido morado, le tocaba empezar a pensar en irse, pues su nuevo documento ético marca que sólo se pueden acumular ocho años, prorrogables a cuatro más sólo en caso excepcional.
"Lo fundamental es cómo van a actuar los círculos en los movimientos populares para seguir siendo influyentes en los próximos gobiernos", arenga el propio Iglesias. "Tenemos que ser Gobierno, pero también tenemos que poner fuerza en los movimientos de base que deben movilizar a la sociedad".
Un nuevo Podemos...
De hecho, las fuentes de la candidatura insisten en que todo cambia para que todo siga igual, y "las personas inscritas seguirán teniendo la palabra en Podemos". Al menos, en todo cuanto se refiere a las primarias a instituciones de representación y decisiones de carácter vinculante "como acuerdos de Gobierno".
No ha sido "el congreso más sencillo" para Iglesias, o eso dice él. Probablemente, por esta vuelta de calcetín que le quiere dar a toda la estructura del partido. La cita se ha celebrado a escondidas, por la epidemia del Covid-19 que obligó a suspender su celebración presencial, prevista en Leganés para el siguiente fin de semana a la imposición del estado de alarma.
La intención es preparar el Podemos del futuro, ya sin él. Por eso, el partido se dota de una nueva estructura organizativa y cambian las obligaciones de su militancia y su dirigencia. Primero negaban las broncas, luego las calificaban de "un rico debate interno" y finalmente se soltó el lastre de la disidencia. Así pasó con Anticapitalistas y se aguantó la "traición" del fundador Íñigo Errejón. Y así se llegó a pisar las moquetas del poder hace sólo cuatro meses.
Demasiado pronto parece llegarle a Iglesias el final del camino... y demasiado rígida, quizás, la limitación de sueldo.
Porque los morados primero aseguraban que sería "indecente" que los políticos de Podemos cobraran más de tres SMI, aunque se incluían salvedades para recrecer ese montante en función de las personas a cargo. Después se reconoció que el tope salarial nunca operó para quienes -como Iglesias- tenían otros ingresos por hacer televisión o hacer publicaciones. Y finalmente, el nuevo código ético borra esta "garantía democrática" con la que desde Podemos se atacaba a Más Madrid, el partido instrumental de Errejón.
"El nuevo modelo que proponemos para el partido basa su principal razón de ser en la construcción organizativa de la militancia desde la base", explicaban fuentes de la candidatura a este periódico. Es decir, que "las y los militantes deberán corresponsabilizarse de lo que conlleva ser parte activa de la organización y aportarán una cuota mensual".
Es una explicación con lógica, pero no deja de ser cierto que la formación que nació en las plazas ocupadas del 15-M, hace ahora nueve años, ha ido cambiando sus estructuras asamblearias por algo mucho más parecido a un partido político tradicional.
...que quiere ser el mismo
Hasta ayer, para "ser de Podemos" bastaba con inscribirse. Ahora, el que quiera contar deberá cotizar por una "cuantía razonable y con exenciones". Según las fuentes consultadas, la candidatura de Iglesias prevé desarrollar un reglamento que fije la cuota en unos tres euros mensuales.
Y el que pague "tendrá mayor capacidad de decisión e intervención", explica el equipo de Iglesias, "ya que serán quienes lleven el rumbo de la organización en lo local, siempre a través de los Círculos". Según el documento organizativo, se dotará de más autonomía a las bases para que elijan "en exclusiva" sus órganos, e intervengan "directamente" a nivel provincial como autonómico.
Ambición colmada
Otra de las renuncias a la teoría fundacional asamblearia y "democrática" es acabar con la limitación de mandatos, una de las banderas con las que los creadores de la formación irrumpieron hace seis años en la política. Este último cambio abre la puerta a que el líder pueda permanecer sine die al frente de su criatura política. Pero las fuentes consultadas confirman a EL ESPAÑOL que el motivo del cambio estatutario es precisamente el contrario. No es para que Pablo se quede sino porque se va.
Según ha podido saber este periódico Iglesias no tiene ninguna intención de eternizarse en la poltrona, y tiene decidido cuándo abandonará la política activa: nunca más allá de 2023. El motivo oculto, pues, está en que quien tiene que heredar el liderazgo del partido, a pesar de su juventud, lleva el mismo tiempo que él formando parte de la dirección y en las instituciones.
"Llevo menos tiempo en la política que Pedro Sánchez, Santiago Abascal o Inés Arrimadas", explicaba este martes en televisión para conjurar las acusaciones de cesarismo poniéndose ante el espejo de otros líderes. "Pero hay muchos jóvenes en Podemos que deberán tomar las riendas cuando algunos nos vayamos a nuestras viejas profesiones".
De hecho, en el entorno de Iglesias dan por seguro que en cuanto deje el Gobierno, se retirará. Que su vicepresidencia ha colmado la ambición personal y que ahora buscará la supervivencia del "instrumento" tras su retirada.
Así, dejará todo organizado para que la sucesión de su liderazgo asegure un Podemos que sea "expresión política del movimiento popular", tal como se define en el documento político de su candidatura, un proyecto "que quiere estar en las instituciones y en el tejido social".
Irene y los herederos
Todo está diseñado desde hace tiempo para que sea Irene Montero (32 años) quien tome el relevo. En Podemos se sabe que, en ese caso, habrá que pagar en titulares agresivos y en deterioro de imagen el peaje de que ella es la pareja del actual secretario general y número dos del partido.
Quizá por eso la convicción feminista del partido se ha exacerbado en los últimos tiempos, hasta el punto de que la candidatura de Iglesias le dedica a "los feminismos" uno de los cuatro documentos que somete estos días a votación.
Pero al lado de la ministra de Igualdad -y quién sabe si en competencia el día que toque competir la sucesión- están también Noelia Vera (secretaria de Estado, 34), Ione Belarra (secretaria de Estado, 32) o incluso Rafa Mayoral (portavoz del partido y diputado, 46) quien, menos joven, también forma parte del corazón dirigente de Podemos. "Si no relajamos esa norma, junto a Pablo tendrían que irse todos y habría que dejar Podemos en manos de alguien que lleve dos años ahí, nada más".