Estaba previsto que el viernes 26 de junio, los 27 Estados miembros de la Unión Europea hubieran llegado a un acuerdo de los países a los que levantarían la barrera fronteriza. Sin embargo el plazo se alargó.
No se llegaba a un acuerdo y, cuando el lunes 29 finalmente se supo el nombre de las 15 naciones, destacaron tres sobre los demás: no estaba Estados Unidos, a pesar de la necesidad que de sus divisas y viajeros tenemos todos en Europa, pero sí estaban China y Marruecos, el origen de la pandemia y el vecino cercano de esa África que más está siendo atacada por el coronavirus.
Pero lo que más llamó la atención fue lo que al día siguiente se supo en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros: tanto a Pekín como a Rabat se les ponía una condición, la de la reciprocidad. Hasta que sus gobiernos no decidan que aceptan viajeros europeos, sus ciudadanos no podrán pisar suelo Schengen.
EL ESPAÑOL ha podido saber, de fuentes del Gobierno, que el veto a los marroquíes sólo opera en España. Y que una de las razones por las que el pacto en la UE se retrasó "más días de lo deseable", tal como admitía María Jesús Montero en la sala de prensa de Moncloa, es porque nos quedábamos solos y ningún otro Ejecutivo comunitario secundaba nuestra salvedad.
Finalmente, Bruselas ha admitido que España mantenga sus pasos con Marruecos sellados, en atención al conflicto fronterizo que Madrid no está dispuesto a dejar pasar: el rey Mohamed VI lleva meses aplicando un boicot efectivo sobre las ciudades autónomas españolas de Ceuta y Melilla, enclaves nacionales en el norte de África y cuyo único acceso por tierra es a través de territorio marroquí.
Como recordará el lector, EL ESPAÑOL ha venido informando puntualmente de los sucesivos movimientos intencionados de Rabat para oficialmente "proteger" su propio comercio y, de paso, ahogar el de Ceuta y Melilla, que nada tienen que ver con la epidemia de Covid-19 y sí con una política explícita de presión.
El conflicto diplomático a cuenta de ambas plazas es recurrente con el país vecino, cuya arma tradicional ha sido la relajación de los controles a la emigración irregular, tanto en la vigilancia de las verjas -para evitar asaltos a las mismas- como de las costas -para impedir la salida de pateras a playas peninsulares.
Ahogo a Ceuta y Melilla
Los hechos, en realidad, se remontan a mediados de febrero, cuando el país vecino decidió cerrar sus pasos fronterizos al comercio con las dos ciudades autónomas. Desde entonces, Marruecos optó por un redoble en la presión sobre Ceuta y Melilla, cuya soberanía española nunca ha reconocido y a las que considera dos “ciudades ocupadas”.
Aquel 15 de febrero, Rabat llegó a prohibir incluso el paso de compras personales. Desde entonces, ni los marroquíes de las zonas cercanas a Ceuta pueden pasar un paquete de café o de galletas, ni los ceutíes que habitualmente compran verdura, fruta y pan los domingos en Marruecos pueden llevarse esos productos a territorio español. Todo se requisa en la aduana marroquí: ni para un lado ni para el otro.
Se cerró también el tránsito del pescado. Los comerciantes ceutíes ya no están autorizados a introducir los productos de las lonjas marroquíes. Las pescaderías están cerrando en Ceuta, porque traer el género desde la Península encarece el precio. En Melilla, el puesto fronterizo del Barrio Chino, por donde pasan los porteadores las mercancías a Nador también se clausuró.
El paso del Covid
Después vino la pandemia, y cientos de ciudadanos marroquíes quedaron atrapados en suelo español, porque Rabat se negó a repatriarlos y le dejó el problema a los ayuntamientos de los dos enclaves o incluso, ya en la península, de Algeciras. Un cónsul del Gobierno marroquí llegó a comprar su voluntad con billetes de 50 euros para que regresaran a sus lugares de procedencia en Europa.
Y mientras la tensión diplomática continúe, España se niega a facilitar las cosas a Marruecos. La explicación que da esta la fuente del Gobierno ya citada es que "respondemos así por respeto a nuestro vecino del sur, que no quiere aún abrir las fronteras".
Se trata, así, de evitar -hasta en declaraciones obligadamente anónimas- cualquier fricción nueva con el Reino marroquí. Pero lo cierto es que el resto de países europeos sí aceptan el intercambio de viajeros.
El paso del Estrecho
Por eso, la tradicional Operación Paso del Estrecho (OPE) cambia este año sus itinerarios. Hace tres semanas, Marruecos anunció que este año no la organizaría "en los términos habituales", y la mayoría de medios españoles aceptó la versión del Ejecutivo español: "En 2020 no habrá OPE a causa de la pandemia".
Pero no es así, este periódico ha publicado los mapas de itinerarios abiertos por Rabat con puertos franceses e italianos. Los planes de Marruecos incluían también algún embarcadero español, pero con la circunstancia de que algunos de ellos están inutilizados para este tipo de transportes.
El hecho concreto es que este año, y quizás en adelante, no se utilizarán los pasos terrestres de Ceuta y Melilla, los ferrys viajarán los puertos marroquíes y la operación ahogo a los dos enclaves españoles, por tanto continúa. La resuesta del Gobierno español ha sido la de mantener la firmeza por su parte, pero dadas las circunstancias -la apertura de nuevas líneas de embarque- no ha encontrado la comprensión o el apoyo de sus socios de la UE.