ERC y JxCat calientan motores en Cataluña de cara a una nueva convocatoria electoral en otoño. Si la Mesa de negociación entre gobiernos fue una apuesta de los de Oriol Junqueras ante el escepticismo de sus socios en el Govern, la crisis sanitaria ha abierto un nuevo capítulo en las relaciones bilaterales donde la distribución de los fondos para paliar la pandemia se imponen al conflicto territorial.
Ambas formaciones saben que la campaña electoral se centrará más en los aspectos de gestión que en la bronca política. En juego están los fondos estatales y europeos para relanzar la economía, y el ejemplo del País Vasco y Galicia, donde los electores han ratificado su apoyo a los que han gestionado la crisis sanitaria, no escapa del análisis de los asesores políticos de ERC y JxCat.
Pero la situación en Cataluña no es tan alentadora. Los nuevos brotes en la región dan una sensación generalizada de que la administración catalana no está siendo efectiva a la hora de frenar los contagios y ambos partidos buscan evitar que esta situación les erosione.
Quim Torra y algunas de las consejerías en manos de JxCat han criticado la lentitud del Departamento de Salud, liderado por Alba Vergès (ERC), a la hora de actuar en Lérida. Los de Junqueras, en cambio, se inclinan por vender “gestión” y dar una imagen de confianza y solidez entre el electorado. “ERC busca ser una alternativa a Puigdemont y desmarcarse del boicot que abandera”, explican las fuentes consultadas.
El giro de ERC hacia el pragmatismo se engloba en la ventaja que le dan los sondeos respecto a JxCat. Sin embargo, la cuestión nacionalista sigue latente. Puigdemont no está dispuesto a tirar la toalla y quiere explotar todas las debilidades y errores de los republicanos, como a su juicio es el desinterés que ha mostrado el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, aparcando la mesa de negociación o alcanzado acuerdos con Ciudadanos.
Su estrategia para recuperar terreno es mantener vivo el enfrentamiento con el Estado. El expresidente catalán huido a Waterloo delegó en Torra un nuevo pulso contra los tribunales con un decreto ley que superaba el ámbito competencial de la Generalitat. El máximo mandatario catalán amagó con desobedecer y busca culpar al Estado de cualquier error en la gestión de la pandemia.
Espionaje
Por su parte ERC sabe que no puede dejar la carta del victimismo a JxCat. Las informaciones publicadas sobre un presunto caso de espionaje a Roger Torrent, presidente del Parlamento catalán, por parte de estructuras gubernamentales, representa una oportunidad para los de Junqueras para competir por el voto más nacionalista.
El pasado martes ERC aprovechó la polémica para leer un manifiesto conjunto con los portavoces de los grupos parlamentarios de JxCat, la CUP, EH-Bildu, PNV, Más País, Compromís, BNG, y Unidas Podemos para criticar que “las cloacas del Estado actúan contra la disidencia política”.
En esta lógica, Junqueras tampoco quiere perder influencia. El líder de ERC quiso dar la “bienvenida” al nuevo partido de Puigdemont (que se presentará el próximo 25 de julio) al tiempo que buscaba encasillarlos en el “centro derecha”: "Necesitamos que cada uno de los espacios esté lo más fuerte posible, también el centro derecha”, dijo.
El espacio de Puigdemont siempre ha rehuido de esta etiqueta, hasta el punto de ofrecerles a la CUP concurrir en una candidatura conjunta en las últimas elecciones generales. Pero estas rivalidades semánticas son también reveladoras de la pugna que existe entre socios de Govern de cara a los comicios autonómicos.