-¡Pero cómo es posible! ¡Qué está usted diciendo! ¡Es inaudito! (...) Espere, espere, ¿seguro que esa información es correcta?
Así responde al otro lado del teléfono Alonso Puerta, mano derecha de Enrique Tierno Galván durante la Transición, líder del difundo PASOC -Partido de Acción Socialista-, exvicepresidente del Parlamento Europeo y ahora presidente de la Fundación Indalecio Prieto.
No da crédito a lo que escucha. Se confiesa nervioso, desbordado por las emociones. "¿Pero quién ha votado eso? ¿Ya se ha aprobado?". Así reacciona ante el pacto entre Vox, PP y Ciudadanos que deja sin calle al líder socialista.
En el pleno del Ayuntamiento de Madrid de esta semana quedó consignada la versión de Ortega Smith sobre Indalecio Prieto (1883-1962). Describió al ministro republicano y presidente del PSOE en el exilio como "un sanguinario criminal". Un retrato que asumieron los de Casado y Arrimadas.
Ahora, Alonso Puerta acude pertrechado de papeles y documentos para "desmontar esas mentiras". Tras escuchar los motivos alegados por la formación de Santiago Abascal para dejar sin calle a Prieto, resume: "Son analfabetos de la Historia. Es tremendo, pero lo que más me sorprende es que PP y Ciudadanos dieran su aprobación".
Puerta, a lo largo de esta charla, enumera en varias ocasiones que el Partido Popular -en su versión municipal, autonómica y nacional- colaboró en la edición de libros y puesta de calles en honor a Indalecio Prieto. Sin ir más lejos, el bulevar de Madrid se lo brindaron los conservadores con mayoría absoluta. Su busto en el Congreso lo inauguró la entonces presidenta de la Cámara, Luisa Fernanda Rudi, del PP.
También se quedará sin calle Francisco Largo Caballero, que llegó a presidir el Gobierno durante la Guerra Civil. No obstante a ambos les separa un abismo. Al contrario que su compañero de partido, Prieto pidió que se evitaran los crímenes de retaguardia y se disculpó por instigar el golpe de 1934.
"Naturalmente que Prieto tuvo defectos y cometió errores. En la trayectoria de una vida política hay siempre luces y sombras", reseña Puerta a modo de introducción. Tras digerir la noticia, asevera: "Le han quitado la calle a alguien que se sentía muy español. Era, como decía él, socialista a fuer de liberal. Socialista y español".
El golpe de Asturias
Cronológicamente, el alegato de Vox comienza en la revolución de Asturias. Era octubre de 1934. Se produjo uno de esos "errores" de los que habla Puerta. Quizá el más grave.
Hasta entonces defensor de posturas más moderadas en el PSOE, Prieto alcanzó un acuerdo con Largo Caballero para dar un golpe a la República. Se trata de uno de los cambios de actitud más investigados por sus biógrafos.
Prieto -especifica uno de los libros coordinados por Puerta, que ha dedicado varios años al estudio de su figura- se encargó de la "compra de armas, la captación de recursos financieros y la relación con los militares para atraerlos a la insurrección".
Cuando la sublevación se vio abocada al fracaso, Prieto huyó a París. Sus detractores dentro del PSOE solían decir: "¿Cómo es posible que un hombre tan voluminoso se muestre siempre tan hábil para escapar?".
A raíz del asunto de Asturias, llega una eximente que Puerta considera "fundamental". Al contrario que la mayoría de sus contemporáneos, Prieto pidió perdón por lo que hizo y eso "ennoblece su figura". Sus palabras recuerdan al "descargo de conciencia" de Laín Entralgo en el lado opuesto.
Fue en el exilio de México. Mayo de 1942. Tituló su conferencia "Confesiones y rectificaciones": "Me declaro culpable ante mi conciencia, ante el Partido Socialista y ante España entera, de mi participación en aquel movimiento revolucionario. Lo declaro, como culpa, como pecado, no como gloria. Estoy exento de responsabilidad en la génesis, pero la tengo plena en su preparación y desarrollo".
"Pudo y debió haberse ahorrado", insistió. Incluso llegó a admitir que en el golpe de Asturias estaba uno de los orígenes de la posterior Guerra Civil: "De aquel movimiento (...) nacen los daños que pacedemos en la hora presente".
En los años del exilio, fue controvertida la actuación de Prieto en la gestión del tesoro republicano, que llegó a Sudamérica a bordo del yate Vita. En Vox, sostienen que el líder socialista hizo un uso espurio de esa fortuna: "Dedicó el dinero de los exiliados a sus lujos personales". Puerta lo niega tajantemente y les invita a "consultar la documentación que lo desmiente".
Asesinato de Calvo-Sotelo
El siguiente escalón en el relato de Vox es la vinculación de Indalecio Prieto con el asesinato de José Calvo-Sotelo, líder de la oposición en el Congreso en 1936. El diputado conservador fue secuestrado y asesinado el 13 de julio.
El argumento de Abascal -y de algunos historiadores- es el siguiente: entre quienes mataron a Calvo-Sotelo había miembros de La Motorizada, una especie de guardia personal que escoltaba a Prieto. No obstante, "nadie ha podido probar que el entonces ministro estuviera al tanto del asesinato".
-¿Lo sabía? Había miembros de su escolta.
-¡No lo sabía! En aquel momento, Prieto estaba veraneando en el País Vasco. Lo condenó con firmeza y en público. Fue un crimen espantoso. Es verdad que hubo algún miembro de La Motorizada, pero fueron indisciplinados que actuaron por su cuenta.
También a modo de descargo, Alonso Puerta indica que, muchos años después, Leopoldo Calvo-Sotelo, sobrino de José y expresidente del Gobierno, realizó una visita de cortesía a la Fundación Indalecio Prieto.
Guerra Civil
Al poco de estallar la guerra, Prieto fue nombrado ministro de la Marina y del Aire. Después lo fue de Defensa, hasta que el presidente Negrín prescindió de él, entre otras cosas, por su oposición al comunismo.
Para conocer el pensamiento de Prieto al borde del conflicto, Puerta remite a un discurso pronunciado en Cuenca en mayo de 1936. Allí arengó con unas líneas que el presidente de la fundación pone en contraposición a lo aireado por Vox: "Se nos acusa, a quienes constituimos el Frente Popular, de que personificamos la antipatria, de que odiamos todo lo español, por estar embebidos en ideales de tipo universal. Yo os digo que no es cierto. A medida que la vida pasa por mí, yo, aunque internacionalista, me siento cada vez más profundamente español. Siento a España dentro de mi corazón, y la llevo hasta el tuétano mismo de mis huesos. Todas mis luchas, todos mis entusiasmos, todas mis energías, derrochadas con prodigalidad que quebrantó mi salud, los he consagrado a España".
A modo de curiosidad, también conviene resaltar el pronóstico sobre Franco que lanzó Prieto... y que acabó por cumplirse: "Le he visto pelear en África; y para mí el general Franco, que entonces peleaba en la Legión, a las órdenes del hoy también general Millán Astray, llega a la fórmula suprema del valor, es hombre sereno en la lucha. Tengo que rendir este homenaje a la verdad. Entre los elementos militares, existen fermentos de subversión deseosos de alzarse contra el régimen republicano (…) El general Franco, por su juventud, por sus dotes, por la red de amistades en el Ejército, es el hombre que, en un momento dado, puede acaudillar con el máximo de probabilidades un movimiento de este género. No me atrevo a atribuirle propósitos de tal naturaleza".
En el discurso de aquel día, quedaron de manifiesto las distintas aristas de la figura de Prieto. Pidió a las bases del PSOE que abolieran los excesos revolucionarios, pero los atribuyó a las "provocaciones de los de enfrente". Era un quiero y no puedo. Con las juventudes socialistas echadas al monte, exigió el cese de la violencia de una manera un tanto sibilina, con pies de plomo.
"Me explico perfectamente, aunque no los justifique, los espasmos de la violencia a que se han podido entregar desde el triunfo del Frente Popular sectores o grupos del proletariado. Eso tiene una explicación, y en la explicación brota, como brota el agua del manantial, la responsabilidad de las clases directoras españolas. Ha habido excesos, ha habido desmanes. No cumple a hombres de mi formación ni de mi experiencia alentarlos. No lo hago. Me los explico simplemente y digo que la responsabilidad surge de las provocaciones constantes e hirientes de quienes no quieren someterse a la voluntad popular manifestada en los comicios de febrero".
Siguió así: "Esto no quiere decir que yo pretenda debilitar la tensión revolucionaria de las masas populares, y singularmente de la clase obrera. Cuando desaparezca esa tensión revolucionaria estaremos definitivamente vencidos, nos pisotearán, y nos humillarán".
Luego apostilló: "Lo que procede es ir inteligentemente a la destrucción de los privilegios, pero ello no se consigue con excesos aislados, esporádicos, que dejan por toda huella del esfuerzo popular unas imágenes chamuscadas, unos altares quemados o unas puertas de templos ennegrecidas por las llamas. Yo os digo que eso no es revolución".
"Corazones sensibles"
Los dirigentes de Vox asimilan las labores de Indalecio Prieto durante la Guerra Civil a las de Francisco Largo Caballero. Sin embargo, Alonso Puerta menciona un discurso de un cariz desconocido en la labor del entonces presidente del Gobierno. Estas palabras separan claramente las figuras de uno y otro, aunque Puerta no entra en ello y, para eso, remite a la Fundación Largo Caballero.
El 8 de agosto de 1936, Prieto era el responsable de la cartera de Defensa. Este es un resumen de lo que dijo aquel día. Puerta lo califica como un precedente del "Paz, piedad y perdón" de Manuel Azaña. Dijo así:
"Por muy fidedignas que sean las terribles y trágicas versiones de lo que haya ocurrido en tierras dominadas por nuestros enemigos, aunque día a día nos lleguen agrupados, en montón, los nombres de camaradas, amigos queridos, en quienes la adscripción a un ideal bastó como condena para sufrir una muerte alevosa, no imitéis esa conducta; os lo ruego, os lo suplico. Ante la crueldad ajena, la piedad vuestra; ante la sedicia ajena, vuestra clemencia; ante todos los excesos del enemigo, vuestra benevolencia generosa".
En este punto, conviene apuntar que el terror de la retaguardia fue muy similar en ambos lados: se produjo con igual virulencia en los primeros meses de la contienda.
Siguió Prieto: "¡No los imitéis! ¡No los imitéis! Superadlos en vuestra conducta moral; superadlos en vuestra generosidad. Yo no os pido, conste, que perdáis vigor en la lucha, ardor en la pelea. Pido pechos duros para el combate, de acero; pero corazones sensibles, capaces de estremecerse ante el dolor humano y de ser albergue de la piedad, tierno sentimiento, sin el cual parece que se pierde lo más esencial de la grandeza humana".
Las palabras de Prieto causaron honda impresión en el lado republicano. También sulfuraron a algunos de sus propios compañeros. Le acusaron de "derrotista" y de "pesimista".
Y concluyó así su discurso:
"¡Sí, podemos y debemos concentrar el ímpetu de nuestro odio contra esas legiones de insensatos que han provocado esta situación catastrófica! ¡Sí, debemos mantener ese odio, y con ese odio embadurnar nuestro pecho y endurecerlo para el combate! Pero dentro del pecho, mantener sensible el corazón para la piedad, para la solidaridad humana (…) Sólo así podréis levantar, milicianos de España, en alto vuestro nombre, y sacar del fango donde lo están enlodando otros, el nombre de España, que cualesquiera que sean nuestras ideas, a todos, absolutamente a todos, nos es santo".
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