No había ninguna necesidad de que Pablo Iglesias acompañara a Felipe VI a Bolivia, eso para empezar. La ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, estaba en la expedición, como corresponde en las tomas de posesión de un mandatario latinoamericano. Pero es que además, Moncloa ya se temía lo que podía ocurrir, dado que la presencia del vicepresidente segundo obedecía más a la afinidad ideológica con el nuevo presidente andino, Luis Arce, que a una visita institucional.
De hecho, Zarzuela iba prevenida y tomó medidas para desligar al Monarca de las actividades privadas del líder de Unidas Podemos. El protocolo ubicaba a Iglesias junto al Rey en los actos oficiales, muchos en esta ocasión. Pero en nada más: distancia.
Este martes, la ministra de Hacienda y portavoz del Ejecutivo, María Jesús Montero, se desligaba de "todo aquello que el señor Iglesias hiciera en Bolivia como líder político, y no como vicepresidente de este Gobierno". Y es que la coalición sigue tratando de engrasar sus diferencias, pero éstas chirrían cuando no se limitan sólo a posiciones políticas, e implican a la imagen de España en el exterior.
Todavía en La Paz, y aún con el Rey Felipe protagonizando actos junto a él, Iglesias se descolgó con un manifiesto político "antifascista" que nada tenía que ver con su presencia en Bolivia en calidad institucional de vicepresidente del Ejecutivo.
La llamada Declaración de La Paz reunió a lo más granado de la izquierda radical iberoamericana, junto a otros líderes de la misma órbita ideológica para calificar de "golpismo" el proceso sufrido por Bolivia en el último año, después de las elecciones fraudulentas de noviembre de 2019 y la asunción del poder por la senadora Jeanine Áñez.
Este martes 10 de noviembre, cuando se cumplía un año de la renuncia y huida de Morales del país -que lo llegó a acusar de crímenes de lesa humanidad y a impulsar una investigación por pederastia-, la portavoz del Gobierno español dejaba claro que Moncloa no compartía las posiciones de Iglesias... ni las del expresidente socialista José Luis Rodríguez Zapatero, otro de los firmantes del manifiesto.
La ultraderecha o Evo
Evo Morales escapó del país a México, presidido por el también izquierdista Andrés Manuel López Obrador, y días después a la Argentina que recibía como nuevo presidente al kirchnerista Alberto Fernández, también firmante ahora del documento. Allí huía tras ser acusado de fraude y puesto en busca y captura por el Ejército por haber manipulado unas elecciones a las que la propia Constitución del país no le permitía haberse presentado, tras haber encadenado tres mandatos consecutivos.
Menos de un año después, y tras una transición rápida, su delfín Luis Arce se alzó con la victoria. Y Evo, a pesar de signar el manifiesto, no entró en el país hasta que Arce hubo asumido el cargo presidencial.
A pesar de ello, el texto auspiciado por el propio Iglesias, junto a los presidentes argentino y boliviano, diagnostica que "hoy la democracia está amenazada y basta con analizar los acontecimientos políticos de los últimos meses en Bolivia, país anfitrión de esta Declaración, para constatar que la principal amenaza a la democracia y la paz social en el siglo XXI es el golpismo de la ultraderecha".
Entre los firmantes finalmente también constaba la expresidenta brasileña Dilma Rousseff, destituida por corrupción, y el exgerrillero del M-19 colombiano Gustavo Petro. Además de los ya citados, el resto fueron Andrés Arauz y Rafael Correa (expresidente de Ecuador); Alexis Tsipras (ex primer ministro de Grecia); Daniel Jadue (Chile); Verónica Mendoza (Perú); Jean-Luc Mélenchon (Francia); y Catarina Martins (Portugal).
La Casa Real trató hasta última hora de que la agenda del viaje dejara poco espacio a que Iglesias protagonizara actos fuera del programa oficial. Acompañado de sólo dos asesores y con un calendario muy tasado, el vicepresidente ejerció por primera vez de ministro de jornada de Don Felipe. Junto al Monarca, por ejemplo, tuvo que pasar el bochorno de la desafinadísima interpretación del Himno nacional a la llegada de la delegación al aeropuerto de La Paz.
Pero, a pesar del malestar de Zarzuela, nada habría impedido a Iglesias publicar la declaración junto a sus aliados. El texto, que advierte de que la ultraderecha de "se expande a nivel global y propaga la mentira y la difamación sistemática de los adversarios [...] apela a la persecución y la violencia política [y] promueve desestabilizaciones y formas antidemocráticas de acceso al poder", llevaba trabajándose desde semanas previas al viaje, según las fuentes consultadas en Unidas Podemos.
Latinoamérica y la Casa Real
Desde 1996, Don Felipe acudió en representación de la Corona española a las principales asunciones de cargos de los países del ámbito iberoamericano. En los 18 años que transcurrieron desde entonces hasta que su padre Juan Carlos abdicó cruzó el charco para actos de este tipo hasta en 69 ocasiones.
Quien heredó esta labor fue precisamente el Emérito. Pero entre sus enfermedades y su posterior retirada de la vida pública hace ya más de un año, por decisión propia, la Corona española ha quedado muchas veces sin representación, a la espera de que la Princesa Leonor llegue a la edad para asumir más obligaciones. Porque, además, los últimos cambios en la Casa del Rey han reducido la Familia Real a Don Felipe y Letizia, sus hijas y los Eméritos.
Sin ir más lejos, el pasado agosto ninguno de ellos acudió a la toma de posesión del nuevo presidente de República Dominicana, Luis Abinader. Fue González Laya, jefa de la diplomacia española, la representante de nuestro país en la ceremonia. Esta vez, la titular de Exteriores quedó eclipsada, pero su silencio ante las maniobras de Iglesias durante el fin de semana en Bolivia buscaba evitar un ruido que sólo habría favorecido a acrecentar la trascendencia del manifiesto... y las divisiones en el Gobierno.
Eso sí, en el entorno del vicepresidente segundo hay satisfacción por "el nivel de las personalidades reunidas" en la declaración. Y también porque el PSOE "se desvincule de un manifiesto antigolpista" y le deje ese espacio, en solitario, a Unidas Podemos... y a Zapatero, claro.