Los servicios del Palacio de la Moncloa están trabajando para conseguir la foto. Pedro Sánchez junto al rey de Marruecos, Mohamed VI, como colofón de la campaña urgente de gestos para tratar de controlar los efectos del estallido de la crisis migratoria en Canarias.
Pero las noticias que por ahora llegan de Marruecos, no son positivas. "La agenda del rey está completa", comentan a EL ESPAÑOL fuentes cercanas al Palacio Real.
El único encuentro entre el presidente español y Mohamed VI fue una recepción oficial en Rabat en noviembre de 2018, cinco meses después de llegar Sánchez a la Moncloa. En esa ocasión ya hablaron de preparar la Reunión de Alto Nivel (RAN) en 2019, que finalmente no se celebró, aunque lo habitual y acordado es cada dos años.
La fecha del 17 de diciembre para una nueva RAN la desveló el primer ministro, Saadedinne El Otmani, en un tuit después de una entrevista telefónica con su homólogo español. Al ser una iniciativa del líder del Partido de la Justicia y el Desaroollo (PJD), es más difícil que el rey tome parte: las relaciones entre el Palacio y el Ejecutivo marroquíes son cordiales pero Mohamed VI no está contento con la gestión del gobierno. Además, la RAN sólo dura un día.
Problema migratorio
Entre tanto, más de 18.000 personas arribadas en pateras y cayucos desde que comenzó 2020, suponen una tormenta perfecta de problemas en el año de la Covid.
Para empezar, no hay manera de deportarlos a sus países de origen, y aquéllos de tránsito con los que España tiene convenios de devolución están suspendidos por la pandemia. Pero no hay intención de trasladarlos a la Península -al menos, no de una manera pública, porque sí se está haciendo- para no enviar un "mensaje equivocado".
Porque ésa es otra. La crisis socioeconómica derivada de las restricciones de la pandemia es mucho más grave en Marruecos, Mauritania y los países del Sahel. Sus economías son más débiles, irregulares y menos preparadas para dotar de una red de seguridad a sus "ciudadanos vulnerables", por tomar un término que ha hecho fortuna.
Y es que la teoría subyacente de nuestra política de extranjería, ésa que no consta en los convenios por escrito y que nunca se pronuncia en declaraciones oficiales, es que "si devuelves a uno, su primo no decidirá embarcarse". Son palabras de un oficial del Gobierno español, pero nunca se dicen en alto. Y emitir imágenes, como las publicadas por este periódico la semana pasada en exclusiva en las que más de 80 inmigrantes eran embarcados en el vuelo VY3073 desde Las Palmas de Gran Canaria hasta Málaga, transmite el mensaje contrario.
El presidente de la Comisión de Libertades Civiles (LIBE) del Parlamento Europeo es Juan Fernando López Aguilar, exministro de Justicia y canario de nacimiento. Él lo dijo muy claro esta semana en una intervención en el Pleno de Bruselas: "Canarias es Europa, es la ruta más acuciante y mortífera los insolidarios no pueden salirse con la suya".
Era una crítica a algunos Estados miembros de la UE y un velado capón a su propio Gobierno, que está convirtiendo sus islas en una jaula: ni de vuelta ni a la Península, personas en tiendas de campaña y terreno de Defensa.
¿Dónde está Frontex? ¿Y la Agencia Europea de Asilo? ¿Ha pedido ayuda España al Fondo de Migraciones y Asilo? ¿Ha reclamado Sánchez a la Comisión que se reactiven los programas de realojamiento que puso en marcha Jean-Claude Juncker en la pasada legislatura europea?
Se dirigía López Aguilar a la Comisión y al Consejo, pero su frase de "Canarias no es un muro, Canarias es España, es Unión Europea" significaba todo eso. Y también alertaba del riesgo de convertir las islas, golpeadas por el hundimiento del turismo, en una nueva Lampedusa, en una nueva Lesbos.
A París y no a Rabat
A falta de llamadas a Europa, la cumbre con Marruecos, urgente y clave en tantísimos aspectos, ya está convocada. La RAN no se convoca desde hace un lustro. Y a ella tiene previsto acudir Pedro Sánchez... el primer presidente del Gobierno que decidió desafiar la tradición española de que las legislaturas se inauguran con una visita oficial al rey de Marruecos nada más tomar posesión del cargo, en junio de 2018.
En todo esto, Moncloa trata de no levantar expectativas sobre una posible audiencia del presidente con el rey. Al tiempo que desde otras fuentes del Gobierno se recuerda que estas Reuniones de Alto Nivel son un buen formato para que, si no hay audiencia, "la cita tenga la importancia y los resultados que merece" y no haga falta una foto de ese tipo.
Además, desde el Ejecutivo se destaca que una RAN como ésta "no se celebra desde 2015", y que "tendrá enorme contenido, que ya detallaremos cuando esté todo cerrado".
Pero aquella decisión de no presentarse internacionalmente ante el rey de Marruecos, tomada conscientemente como una muestra audaz del viraje hacia una cierta modernidad de nuestra política exterior, fue recibida como un desplante en el país vecino del sur.
Y, más allá de la muestra de respeto y sellado de las relaciones de amistad con el vecino del norte, la República Francesa, lo cierto es que poner el Falcon en dirección a París y dejarse fotografiar por primera vez fuera de España, tras asumir el cargo, junto a Emmanuel Macron no ha supuesto ningún avance sustancial en el paso de España en sus relaciones con Francia. Ni en lo bilateral ni en lo que respecta a la Unión Europea.
Pero en Rabat sí se tomó nota. Y el monarca alauí obró en consecuencia. Como siempre, en silencio y a sus ritmos. Para empezar, dilatando su primer encuentro con Sánchez hasta que fue evidente y pública la exasperación. Se llegaron a filtrar incluso dos audiencias que después se suspendieron, y hasta finales de noviembre, casi seis meses después de asumir la Presidencia del Gobierno, el monarca marroquí no recibió a Sánchez... y sólo después de que coincidieran en una celebración en París.
Suavizar con o sin foto
De aquella cita sólo quedó la idea de organizar un mundial de fútbol conjuntamente en 2030, inmediatamente paralizada por la negativa de la FIFA. Pero el feo de Rabat a Madrid había sido un mensaje evidente de enfado. Como lo es ahora el tridente de tensiones que se pretende suavizar en esa RAN, el equivalente de las cumbres bilaterales que se celebran con países europeos.
Por un lado, el cierre de las fronteras con Ceuta y Melilla desde inicios de este fatídico 2020. Como lo fue la suspensión de la Operación Paso del Estrecho (OPE), al menos como se había organizado en las últimas décadas: Rabat decidió que en lugar de usar Algeciras, y con la excusa de la pandemia, los expatriados se embarcaran desde puertos franceses e italianos. Y en vez de llegar a las ciudades españolas del norte de África, arribaran al puerto de Nador.
Por otro, el recrudecimiento de las tensiones en el Sáhara Occidental. El Ejército marroquí abrió fuego contra posiciones del Frente Polisario en el paso de Guerguerat con Mauritania. Era la primera vez desde la tregua de 1991.
Y la respuesta de parte del Gobierno español, por iniciativa del vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, sólo empeoró la situación, al reclamar que España impulsara el referéndum de autodeterminación de la región estancado desde la salida de España como potencia administradora, en 1975... cuando el padre de Mohamed VI, el rey Hasan II, aprovechó la agonía del dictador Franco para aplicar una política de hechos consumados.
Finalmente, las tensiones migratorias. En España, el Ministerio del Interior niega que haya falta de colaboración de parte marroquí. Al contrario, se considera que "Rabat trabaja con diligencia, pero es mucho más difícil controlar 3.000 kilómetros de costa desértica que los cientos muy poblados que dan al Mediterráneo"... y esas rutas han sido cegadas "gracias al buen trabajo conjunto".