Cuando Pablo Iglesias se dirige a sus bases, enmascara su condición de vicepresidente. Deja la americana en casa y recupera la camisa de cuadros. Renuncia al moño en detrimento de la coleta. Trata de conquistar las instituciones, y no de gobernarlas.
El vicepresidente del Gobierno, como si la participación en el Consejo Confederal de Unidas Podemos le deslindara de su cargo, llamó a los sindicatos y las organizaciones sociales a "presionar" a Moncloa. Encargó a los jóvenes la "construcción de la República" y apostó por incluir a Bildu y ERC en la renovación del Consejo General del Poder Judicial. Iglesias pisó el acelerador hasta el punto de situar al PP "fuera de la Democracia" por la negativa de Pablo Casado a negociar, precisamente, sobre el CGPJ.
El encargado de traducir a la praxis el plan de Unidas Podemos fue Alberto Garzón, que también disimuló su ministerio. El líder de Izquierda Unida confirmó la activación de un proceso para apartar a la "derecha sociológica" de las instituciones: la judicatura, los medios de comunicación, las fuerzas de seguridad del Estado...
Iglesias, visiblemente entusiasmado en vísperas del día de la Constitución, celebró su propia "Transición": la unión de formaciones nacionalistas y separatistas en torno a PSOE y Podemos. Una correlación de fuerzas que "beneficia más" a los morados que a Pedro Sánchez.
"Dirección de Estado"
El vicepresidente ni siquiera habló de Gobierno. Eligió, de nuevo, la expresión "dirección de Estado", en la que integró a Bildu y ERC. Ese afán "democrático" del que carecen "las derechas" le permitirá estar en Moncloa "mucho tiempo".
Porque, según Iglesias, la "incapacidad" de PP, Cs y Vox para pactar con "fuerzas moderadas no españolistas" expulsa a Casado, Arrimadas y Abascal del Estado. Ese fue el verbo elegido por el vicepresidente: "Expulsar". Acto seguido, añadió: "El Estado es de todos". Pero, semánticamente, el "todos" quedó restringido a la mitad. Ni rastro de quienes han rechazado los Presupuestos.
La debilidad aritmética del Ejecutivo no inquieta a Pablo Iglesias. Cruzado el Rubicón de las cuentas públicas, concibe la mayoría de la investidura como un conglomerado estable. Tanto como para decir: "¡Hay gobierno de coalición para rato!".
La dialéctica del Consejo Confederal giró, en definitiva, en torno a la España "plurinacional", la "alianza republicana" y el "bloque democrático" -expresión con la que describe la unión de PSOE, Podemos y los nacionalistas-.
Garzón lo apuntaló en estos términos: "La derecha nos disparará desde los medios, la judicatura y las fuerzas de seguridad". Iglesias entonó el victimismo y se congratuló de "haber aguantado más que nadie" en Democracia.
Este domingo, la plana mayor de Unidas Podemos participa en el homenaje a la Constitución que se celebra en el Congreso. Está por ver si, reconvertido en vicepresidente, el líder morado desliza el mismo mensaje que lanzó a sus bases. En cualquier caso, con americana o sin ella, el anhelo de Iglesias está claro: una República "plurinacional". El asalto a los cielos... aunque ya forme parte del "cielo" del establishment.