Pedro Sánchez ha dado un giro a la política diplomática española. El principio de acuerdo con Reino Unido ha orillado la histórica reivindicación de la cosoberanía del Peñón. Si el documento final no aloja novedades importantes, se consumará la siguiente paradoja: tras el brexit, Gibraltar estará más integrado en Europa que antes.
Su inclusión en Schengen -libre circulación de personas- y la desaparición de la verja conforman una nueva realidad muy atractiva para las autoridades gibraltareñas.
Moncloa y el Ejecutivo británico alcanzaron su acuerdo a punto de expirar el plazo. Un brexit duro habría sido nefasto para los trabajadores españoles que cruzan la frontera cada día -alrededor de 14.000-, pero también para Gibraltar.
Para más inri, la protección de esos trabajadores ya estaba garantizada por un acuerdo anterior, confeccionado para aplacar las consecuencias del brexit.
De ahí que, contemplado el saldo del negocio, quede ese poso de histórica oportunidad perdida. España tenía más elementos que nunca para ejercer la presión sobre Reino Unido, pero levantó la bandera blanca. Dilapidados esos alicientes, este Gobierno -y los venideros- se quedan sin munición.
A tenor de lo sabido hasta ahora, la frontera aduanera residirá en el puerto y en el aeropuerto. Desaparecerá la verja, cuyo trazado actual fue decidido por los británicos en 1938, cuando España estaba sumida en la Guerra Civil. ¿Esto qué significa?
En caso de que el acuerdo final no incluya una armonización fiscal, el producto gibraltareño que viaje a España competirá en superioridad de condiciones. Por otro lado, la ausencia de un control -hasta ahora la verja- dará alas al contrabando.
Así lo explica Fernando Eguidazu, secretario de Estado para la Unión Europea entre 2015 y 2016: "Cuando se negociaba el acuerdo entre Reino Unido y Europa, la UE fue clara. No podía suprimir los aranceles si Johnson no se comprometía a el mismo nivel fiscal. Lo mismo debe ocurrir con Gibraltar".
El abanico de las reivindicaciones abandonadas en la negociación por Sánchez y la ministra González Laya va del amplio plano de la soberanía a lo más concreto, como por ejemplo el control del espacio sobre el que está construido el aeropuerto de Gibraltar.
La incredulidad de Margallo
Desde la Nochevieja -cuando se produjo el principio de acuerdo- hasta hoy, José Manuel García-Margallo ha recibido varios mensajes de eurodiputados de otros países. Alguno, incrédulamente, le ha dicho: "¿Sois gilipollas? Les habéis dado todo sin recibir nada a cambio".
Lo cuenta el exministro de Exteriores en conversación con este periódico: "Hemos entregado todas las prestaciones que teníamos para negociar. Si Gibraltar entra en Schengen y en la unión aduanera, ¿cómo vamos a reclamar la cosoberanía? ¿Por qué les va a interesar? Les hemos garantizado una estatalidad de facto. Parece Monaco, Liechenstein o Andorra".
Margallo denuncia, además, que esa "estatalidad" es la que viene buscando desde hace años Fabián Picardo, ministro del Peñón. "Esto es un punto de no retorno. Por supuesto. Supone renunciar a la soberanía para siempre".
El hoy eurodiputado del PP critica al Gobierno por calificar el acuerdo de "moderno" y "progresista": "¿Es moderno tener una colonia en tu territorio en 2021? Sólo hay 17 en todo el mundo. Una es el Sáhara en África; el resto, islas del Caribe. ¿Es progre tener un paraíso fiscal en las puertas de casa?".
Margallo, cuando estuvo al frente de la cartera, ofreció la doble nacionalidad, respetar el autogobierno de las instituciones gibraltareñas y la entrada en Europa a cambio de la cosoberanía. Un proyecto que no fue apoyado finalmente siquiera por la propia cúspide del PP. Ahora, Gibraltar ha obtenido esa entrada en Europa -por lo menos en la práctica- sin negociar nada de lo primero.