Salvador Illa es el primer socialista que gana unas elecciones autonómicas catalanas. El exministro de Sanidad sale del 14-F satisfecho con que, efectivamente, ha habido efecto Illa. Y su jefe, el presidente del Gobierno y líder del PSOE, Pedro Sánchez, puede reivindicar su apuesta como acertada. Pero ninguno de los dos puede respirar tranquilo.
El triunfo del PSC se queda a medias: porque gana en votos (23,01%), pero empata en escaños (33) con Esquerra; porque el independentismo amplía su mayoría absoluta de 70 a 74 diputados (con los 32 de Junts y los 9 de la CUP); y porque además, las formaciones secesionistas logran lo que nunca habían conquistado, la mitad más uno de los votos (50,79% si sumamos al extraparlamentario PDeCAT).
Así, Illa se convierte en una china en el zapato del procés. Un freno quizás, porque es el más votado. Pero ERC, JxCat, la CUP e incluso el PDeCAT -que no logró diputados por unos pocos miles de votos- se sentirán respaldados para seguir su camino rupturista.
"Iré a la investidura"
La clave está ahora en quién formará gobierno... o quién lo podrá siquiera intentar. Salvador Illa confirmó en su discurso de la noche del domingo que no hará un Arrimadas: "Iré a la investidura", proclamó sonriente ante sus seguidores.
Pero lo que no parece nada claro es que presentarse le vaya a servir. ¿Con quién podría sumar? El exministro ya anunció en EL ESPAÑOL que, desde su punto de vista, "lo mejor es un govern en minoría con los Comunes". Y que esa fórmula, que es minoritaria pero que funciona a nivel nacional, "también puede funcionar en Cataluña".
Sin duda, Jessica Albiach, candidata morada (6,86% de los votos y 8 escaños), y su líder, Pablo Iglesias, estarían encantados de participar en ese ticket. Pero para que esa suma prosperara, tal coalición precisaría del permiso de ERC. Y la llave en poder de los republicanos es en el Parlament mucho mayor que la que manejan en Madrid.
Y es que Pere Aragonès también estaba satisfecho tras los resultados: él también es el primero en lograr el sorpasso en el independentismo, ya que Esquerra por fin ha superado a la lista de Carles Puigdemont.
Las motivaciones de ERC
Así que, ¿por qué motivo podría Aragonès dejar pasar la oportunidad? Este resultado no le da a ERC ningún estímulo para acercarse al PSC y renunciar a la aventura de un govern independentista. Para empezar, porque ya es la fuerza más votada del separatismo. Y además, porque hay una mayoría en las urnas, y creciente, que apoya la vía separatista que ha polarizado a la sociedad catalana en la última década.
Si algo ha definido los comicios catalanes en estos años ha sido la batalla entre separatistas y no separatistas. Y ERC ha ganado la batalla entre los indepes en el momento en el que el separatismo más apoyo popular ha reunido.
Es cierto que lo ha hecho con un discurso menos rupturista, dejando claro que Esquerra ya no está por aventuras unilaterales. Pero de ahí a facilitar la investidura del candidato del PSC, media un abismo.
Los poderes de Illa
Las cuentas son claras: ni siquiera una abstención de los republicanos le sirve a Illa. Es más, antes de la investidura se constituirá la Mesa del Parlament. Y ésta será de mayoría independentista, con un presidente o presidenta salido de una formación separatista, con toda probabilidad.
Por tanto, teniendo en cuenta que -tras las consultas con los grupos- es la Presidencia de la Cámara la que propone candidato, ¿podrá siquiera Illa cumplir con su compromiso de ir a la investidura?
La realidad es que el exministro no sólo proclama que no se hará un Arrimadas, sino que su posición es mejor que la que tuvo hace tres años la hoy presidenta de Ciudadanos. Entonces, los liberales no tenían ningún modo de sumar con nadie para intentarlo.
Hoy, con los números del 14-F, el candidato socialista sí podría trazar alianzas. Como mínimo, la del tripartito, repitiendo con ERC y los Comunes las experiencias de Pasqual Maragall y José Montilla hace más de una década. Pero Illa comprometió su palabra negando esta posibilidad, y los republicanos han firmado un papel con el resto de separatistas rechazándolo.
Pero Illa, sobre todo, tiene algo de lo que carecía la líder naranja: el Gobierno de España de su lado. Y con ello, el poder para rebajar las penas de los condenados por el 1-O, cambiando el Código Penal; el poder para conceder indultos, que ya se están tramitando; el poder del Presupuesto, las inversiones y las transferencias de competencias.
Y una cosa que engloba todo eso, la voluntad de Pedro Sánchez en pos de lo que bautizó como "la agenda del reencuentro". Es decir, la reimpulsada mesa de diálogo entre gobiernos que sólo se reunió una vez antes de que llegara la pandemia y se rompiera la unidad del separatismo de la mano del hoy olvidado Quim Torra.
Que viene Vox
Junto a ello, tanto los indepes como los socialistas y los Comunes pueden invocar el fantasma de "la ultraderecha de Vox". Los de Santiago Abascal salen del 14-F convertidos en el baluarte de la lucha frontal contra el independentismo.
Los 11 escaños y el 7,68% de votos de la lista liderada por Ignacio Garriga son el resultado de doblar en votos al PP de Alejandro Fernández -que pierde uno de sus cuatro diputados- y del descalabro de Ciudadanos.
Así, casi se podría decir que el resultado "muy malo" de los populares es mejor que el de los liberales. Que el PP resiste a duras penas el empuje desde su derecha y que quien se da por amortizado es el centro liberal, que cae desde los 36 a los 6 escaños, que deja de ser primera fuerza para convertirse en la séptima, y que se deja el 80% de su peso electoral, cayendo del 25,3% de las papeletas al 5,5%.
Vox ha logrado representación en las cuatro provincias catalanas, siendo el único no independentista -más allá del PSC- en conseguirlo. Lo ha hecho con un discurso populista, pero se ha visto que efectivo y movilizador.
Las pedradas recibidas por sus candidatos en la campaña le pusieron el foco y los convirtieron -a ojos del electorado- en algo parecido a la resistencia. Y de este modo, pueden ser el espantajo españolista -o españolazo- que agiten unos y otros como excusa contra una eventual repetición electoral.
Si a Esquerra le podía faltar una motivación para no bajarse del tigre indepe, para pedir su vez (por fin) en el Palau de la Generalitat y pasarle todas las facturas a Sánchez, la de que viene Vox puede actuar como catalizador definitivo. La legislatura en Madrid se le pondría, así, más cara a Sánchez. Y ERC, en tal caso, podría pasar de las musas al teatro, exigiendo en esa mesa bilateral de gobiernos, de poder a poder, concesiones concretas al Ejecutivo de la nación. Para empezar, que "es la hora del referéndum".