Alberto D. Prieto I. P. Nova

Con la costumbre española de no trabajar en festivo, mucho menos en Navidad, el primer boletín diario de actualización emitido en 2021 por el Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad tiene fecha de 4 de enero. Partiendo de esa fecha y utilizando la cifra de fallecidos totales que aparece en la página 5 en cada publicación de esta estadística oficial, se puede trazar un mapa del comportamiento de la Covid en España por regiones en lo que va de año.

Más allá de las fluctuaciones a corto plazo, de las oleadas o de la incidencia de las distintas medidas restrictivas de cada Comunidad Autónoma, el dato más relevante, según los epidemiólogos, para comprobar el comportamiento de la Covid, si se mira con perspectiva del tiempo, es el del número de fallecimientos. En él influyen, claro, no sólo las políticas momentáneas, sino la preparación sanitaria de cada territorio. En número de centros, en su distribución geográfica, en los equipos y preparación de su personal sanitario.

Con todo ello, EL ESPAÑOL ha estudiado la evolución de las muertes por coronavirus haciendo tabula rasa del dato de cada región en esa fecha del 4 de enero, y tomando como base 100 el estado de cada Comunidad Autónoma. Con ello, hemos medido el incremento de sus fallecidos acumulados y las conclusiones distan mucho, no sólo de los discursos que políticos de uno y otro signo tratan de usar como argumento contra sus rivales, sino también de los titulares periodísticos de esta misma semana.

Así, la Comunidad de Madrid, enemigo declarado del Gobierno de España y a la que se le llegó a imponer un estado de alarma a la carta el pasado otoño, es la tercera mejor autonomía en este apartado.

Madrid es la región con más muertes declaradas totales (14.705). Y sin embargo, declara sólo un 25,1% más de fallecidos desde enero (partía de 11.834), lo que la deja únicamente por detrás de Navarra (13,8%) y La Rioja (21,8%).

Pero es que el territorio que gobierna María Chivite (PSOE) es hoy la región con el riesgo más extremo de contagio por Covid-19. Y, sin embargo, es la que presenta la mortandad más baja en lo que va de año: de los 970 reportados oficialmente a inicios de 2021 a los 1.126 del pasado 9 de abril, fecha en la que paramos este estudio. La Rioja, presidida por Concha Andreu (PSOE), pasó de 587 fallecidos a los 751. 

Por el contrario, en la Comunidad Valenciana, donde gobierna Ximo Puig (PSOE) hay un 140% más de muertes en 2021 respecto a los que tenía al cierre del año pasado. Es con mucho, la peor autonomía en este punto: ha pasado de 2.990 a 7.179 fallecidos en sólo tres meses y cinco días... aunque, paradójicamente, hoy tiene una Incidencia Acumulada cercana a lo que podría llamarse erradicación del virus.

A la cola de esta estadística, junto a la Comunidad Valenciana, están Murcia, Andalucía, Galicia y Cataluña. En la Región de Murcia (PP) el alza, también muy significativa, fue del 108%, pasando de 756 a 1.573 muertes. La autonomía gobernada por el popular Juanma Moreno Bonilla casi duplicó sus fallecidos (81,6%) en estos meses de 2021, pasando de los 5.146 a los 9.347 muertos por Covid. 

La región de Alberto Núñez Feijóo (PP) presenta un alza del 68% al declarar ahora 2.353 muertes frente a las 1.399 de enero. Y la autonomía catalana, regida por el independentista (ERC) Pere Aragonès -aunque sin un gobierno en funciones completas en todo el año- pasó de los 8.733 a los 13.568 fallecidos, un aumento del 66,8%.

¿Funciona el estado de alarma?

Se inventó el actual estado de alarma, el pasado 25 de octubre, para que las Comunidades Autónomas pudieran elegir sus restricciones contra la Covid-19 dentro de un catálogo abierto. Y para que no les hiciera falta que los tribunales superiores de cada región avalarán cada una de las medidas. Es decir, por eficiencia en cada territorio y por homogeneidad nacional. Así lo justificó Pedro Sánchez: "El estado de alarma funciona".

A cambio, hemos tenido un galimatías de horarios y restricciones distintos por región y, casi cada semana, cambiantes dentro de cada una de ellas: horarios de cierre del ocio y el comercio no esencial, aforos, toques de queda, cierres perimetrales autonómicos, provinciales, municipales, o "por zonas básicas sanitarias", como en Madrid. Como consecuencia, en el mejor de los casos esta multiplicidad de normas ha confundido a los ciudadanos y en el peor, les han impulsado a no moverse de un sitio a otro, a no salir a consumir, y a enfrentar territorios y gremios.

Pero no ha habido eficiencia ni homogeneidad.

Prueba de ello es que la región que mejor se ha comportado epidemiológicamente en 2021, Navarra (la que menos mortandad ha presentado), tenga hoy el peor dato de Incidencia Acumulada, 436,78. Y que la que ha estado perimetrada casi todos estos meses, la Comunidad Valenciana, haya más que duplicado sus muertos acumulados desde enero, pero hoy tenga sólo 35,57 casos diagnosticados de coronavirus por 100.000 habitantes en los últimos 14 días.

Ambas son autonomías gobernadas por el PSOE, y representan los dos extremos del mal y el bien en la gestión de la epidemia, según se miren unos números u otros del boletín que diariamente distribuye el Ministerio de Sanidad... otra administración regida por socialistas.

La región gobernada por Puig tomaba estas decisiones con la intención, de palabra y obra de su presidente, de prevenir la llegada de los madrileños, con la carga vírica (e ideológica) producto de la supuesta gestión alocada del virus por parte del gobierno popular de Isabel Díaz Ayuso. Pero curiosamente, Madrid se ha comportado mucho mejor que Valencia. La región de Ayuso es tercera en la lista de mortandad, con un alza del 25,1% frente a la valenciana, con más de 140% de rampa, más que de curva. 

Previsión

Ante este panorama, los epidemiólogos reiteran la necesidad de mirar las cifras en contexto y tomar decisiones con los datos epidemiológicos a 15 días vista. A su parecer, las cifras de fallecidos de cada región no se vinculan con la gestión de ese mes, sino de los anteriores. 

Rafael Ortí, presidente de la Sociedad de Medicina Preventiva, Salud Pública e Higiene (SEMPSPH), fue uno de los más críticos con la gestión de la Comunidad Valenciana durante los meses de diciembre. Su postura no fue tomada en cuenta y enero fue catastrófico para la región. Ahora, con las medidas de confinamiento y el control del virus, el experto se enorgullece de los buenos datos de su comunidad. 

"Llevamos semanas sin apenas muertes o casos en residencias y el hospital reduciendo ingresos", apunta para recordar la importancia de una gestión largo-placista para contener el coronavirus. 

La visión del experto es la misma que están defendiendo algunos de sus compañeros en el seno de la Comisión de Salud Pública y que se ha visto reflejado en el nuevo documento de gestión de la Covid-19. 

La intención de este órgano, dependiente del Ministerio de Sanidad, es reforzar un semáforo epidemiológico en el que las decisiones se puedan tomar antes de que se produzcan los fallecimientos o la saturación de las UCI. Es decir, adelantándose. Poder tener medidas para que las CCAA acaten los incrementos de las olas epidemiológicas antes de que se produzcan. 

Todo tiene una explicación y la defienden con cifras: "dos meses". Ese es el tiempo que, según los expertos, tardan un inicio de foco en desencadenar el fallecimiento. La semana del contacto con el primer positivo, otras dos semanas hasta ingreso, una semana entre el ingreso en planta y ser derivado a la UCI y otra semana hasta la muerte. 

Al final, dos meses de diferencia entre el contagio y el momento en el que muere el paciente. Un tiempo que hace que, según los expertos, las radiografías del mes de enero no sean las repercusiones de las navidades, sino las del mes de noviembre. 

"La foto que ves hoy en una comunidad autónoma, en las UCI o los fallecidos, es la foto de lo que falló en el mes de enero", explica Ortí. Así, el epidemiólogo aboga por una gestión de las medidas con perspectiva. Adelantándose a lo que va a ocurrir y no mirando el "hoy" como el reflejo de los contagios de esa misma jornada. 

Sobre el por qué de las muertes, los gestores de Salud Pública apuntan hacia los problemas de salud previos del paciente, más que la capacidad del sistema sanitario. Rafael Ortí explica que uno de los 'clásicos' de la Salud Pública es no asociar la muerte al sistema sanitario. 

"El 70/80% de las muertes están relacionadas con todo lo relacionado con la Atención Primaria (comorbilidades, problemas de salud, estilo de vida, patologías) y un escaso 1% con la hospitalización y los grandes equipamientos médicos", finaliza. 

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