La campaña electoral de las autonómicas de Madrid tenía hasta el jueves pasado a Isabel Díaz Ayuso subida a una ola que no dejaba de avanzar y crecer. Cada nuevo sondeo era una buena noticia para el Partido Popular y mala malísima para Vox, su competencia a la derecha. La lista de Rocío Monasterio como mucho aspiraba a sostenerse, nunca a ganar votos ni escaños mientras el PP doblaba resultados. Enfrente, las izquierdas veían hundirse a la alternativa, Ángel Gabilondo, y a su muleta más vistosa, Pablo Iglesias.
Algo ha cambiado desde entonces. Pero los populares se niegan a que los metan en la retroalimentación de los extremos, que tratan de polarizar la campaña para sobrevivir: "Que digan ellos si se necesitan, nosotros vamos día a día... y la cosa tiene buena pinta". Es más, el equipo de campaña de Ayuso analiza el ambiente que les rodea en las calles y concluyen que la tensión es impostada.
Tal como explican fuentes del entorno de la presidenta madrileña, hasta el jueves de las balas al PP le bastaba con ir cumpliendo su hoja de ruta: "Explicar el programa, acudir a los encuentros con los vecinos en cada municipio, o con los sectores de la sociedad civil, y recibir un chute de ilusión".
"Quieren votar a Ayuso"
Porque eso es lo único que el equipo de la candidata a revalidar en Sol decía detectar en sus actos de campaña... y aún hoy: "Vas a Parla o a Fuenlabrada y es emocionante, sólo ves ansia por que llegue el día 4 de mayo, la gente quiere ir a votar a Ayuso". En el PP entienden que en estos últimos días les está costando ocupar los titulares con sus propuestas programáticas, pero siguen sin apreciar que la bronca haya llegado a la calle.
Entre un hecho y la navaja enviada este lunes a la ministra Reyes Maroto, la cabeza de lista de Vox alimentó la bronca. Desde el incio del debate convocado en el estudio central de la Cadena Ser, Monasterio se negó a condenar expresamente las amenazas, y emplazando a Iglesias a que se levantara y se fuera: "Así estaremos mejor". Iglesias, efectivamente, se fue, acusó a la Ser de "blanquear al fascismo" y dejó colgados al socialista Gabilondo y a Mónica García, de Más Madrid.
Desde entonces, lo cierto es que ha cambiado el foco mediático de la campaña. El exvicepresidente Pablo Iglesias no deja de hablar de la amenaza recibida, de advertir de la "alerta antifascista", de celebrar que Pedro Sánchez se haya unido a su causa y de igualar al PP con Vox y, por tanto, con la violencia: "La ultraderecha nos amenaza a mí, a mi pareja, a mis hijos y a mis padres".
Ayuso, sarcástica
Efectivamente, también recibieron sendas misivas, en los mismos términos que Iglesias, la directora de la Guardia Civil, María Gámez, y el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska. Y aunque la primera dudosamente deba entrar en una campaña electoral y el segundo -exjuez y máxima autoridad policial- llegó acusar al PP de ser "una organización criminal", ambos entraron en campaña el fin de semana. Más leña al fuego.
Dirigentes nacionales del PP sí han criticado esas manifestaciones mitineras. La lideresa Ayuso se ha limitado a, después de condenar las amenazas concretas "y cualquier violencia", hacer un comentario sarcástico sobre la seguridad en los ministerios afectados: "Yo también recibo amenazas, pero no hago circos como la izquierda".
Es más, añadió, con sorna: "Si a mí me llega aunque sea un abrelatas de una lata de mejillones", el responsable de seguridad de la Puerta del Sol, dijo, "no vuelve a su puesto de trabajo".
El "circo" del que hablaba la presidenta madrileña con mofa se refería a la navaja presuntamente ensangrentada enviada por un esquizofrénico a la ministra Reyes Maroto este lunes. Desde que se anunció a mediodía hasta que a media tarde se supo que era obra de un desequilibrado, hasta el presidente del Gobierno prefirió el relato de "la ultraderecha violenta" a la prudencia de esclarecer los hechos y opinar después.
Ayuso se empeñó en ir a un solo debate. Alega su equipo que no es por temor a perder ventaja o por suficiencia, sino porque "ella sigue siendo presidenta, tiene que gestionar, y un debate hay que prepararlo". Pero la verdad es que en su entorno se respira una seguridad a prueba de broncas. "La presidenta ni estaba en lo de la Ser, ellos sabrán por qué se enzarzaron".
Fuentes del PP nacional apelan a la concordia como única concesión al debate de la polarización. Y también se niegan a entrar en una pelea que, dicen, no les interesa: "Condenamos todas las amenazas y agresiones. Todas. Sin añadir una coma, como ha dicho Pablo Casado", asegura un alto dirigente en conversación con este diario. "Y a partir de ahí, seguimos en nuestra estrategia de campaña: 'Sanchismo o libertad'".
La hoja de ruta popular les sigue marcando organizar paseos por la periferia y explicar el programa, insisten. Porque la tensión ni la notan, afirman: "La cosa tiene muy buena pinta, pero hay que trabajar día a día. Las encuestas nos van bien y el ambiente en la calle es muy positivo".