Este sábado se cumplen 10 años de la mayor movilización social de la historia reciente de España. El 15 de mayo de 2011 miles de personas inundaron las principales calles de España para protestar contra la clase política y para pedir una democracia más "participativa". Toda una ola de indignación liderada por jóvenes que se sentían engañados por el sistema y exasperados ante la falta de salidas laborales.
La Puerta del Sol se convirtió aquel día en algo así como el kilómetro cero de la política que estaba por venir o el epicentro de un terremoto que iba a poner a prueba los cimientos del sistema del 78. Y que cambió el panorama político, pero que quizá no cumplió con todas las expectativas puestas en él.
Así lo explica el filósofo Félix Ovejero, que considera que el 15-M nació como un movimiento "inclusivo" -o al menos "todo lo inclusivo que pueden ser este tipo de movimientos", según matiza-, pero se vició pronto. Concretamente, "cuando se apropiaron de él precisamente aquellos que carecían de una elemental cultura democrática".
¿Quiénes son aquellos? Los mismos que en la Universidad Complutense "se habían dedicado a acallar voces y a aplaudir a etarras que acallaban vidas". Es decir, los fundadores de Podemos (Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero o Íñigo Errejón, entre otros), que supieron capitalizar políticamente esa indignación hasta, incluso, llegar a erigirse como primera fuerza en las encuestas.
Pero con el tiempo, reflexiona Ovejero, se pasó del "no nos representan" al "yo soy la voz del pueblo". Y las "exigencias morales" se convirtieron en "una herramienta farisaica": "Una sobreactuación moralista grotesca, usada estratégicamente, en la que sin pruebas, con sólo acusaciones, se socavaban reputaciones". Todo ello con la paradoja final de que "quienes enarbolaban la moral han terminado formando parte del Gobierno más indecente de cuantos ha conocido nuestra democracia".
Una tesis similar a la que esgrime su colega Pedro Insua, que defiende que "lo que Podemos ha dado de sí" es "convertirse en aquello que decía denunciar: la casta". Además, advierte de que "no podía convertirse en otra cosa" por "los planteamientos vacuos que se cantaban desde las plazas hace 10 años".
"A la gente que se dirigía a aquellas plazas no la enviaba la necesidad", continúa, "sino una ideología muy determinada que se aprovechó de aquella necesidad para trepar y acceder a las magistraturas del Estado".
Y es que más allá de que los profetas de aquella revolución pacífica llegaron al poder y de que el bipartidismo se acabó -al menos, de momento-, la situación económica, social y política no parece mejor ahora que la que motivó aquella movilización masiva.
España roza hoy los cinco millones de parados como consecuencia de la crisis económica causada por la pandemia, la tasa de paro entre los menores de 25 años es del 37,7% (más del doble que la media de la eurozona) y la división social se ha exacerbado. Por todo ello, ¿sería posible otro 15-M en las circunstancias actuales?
"Mismos problemas"
Los expertos consultados por EL ESPAÑOL coinciden en resaltar que el 15-M no es un fenómeno que pueda reproducirse en la actualidad, pero alegan distintas razones: el carácter único del movimiento, la división social actual o el hecho de que la izquierda y la extrema izquierda gobiernan en coalición (y la derecha no tiene la misma capacidad de "coordinación de protestas").
"Por mucho que la situación económica de muchos ciudadanos sea realmente grave, que la desafección política se haya incluso incrementado o que muchos de los problemas de entonces se mantengan hoy en día, aquella rebelión ciudadana ya se produjo y por eso no veo que pueda reproducirse ahora". Quien así habla es Gorka Maneiro.
El analista político y exdiputado de UPyD dice no ver posible un nuevo 15-M, por cuanto "algunos de los que participaron ya están en la militancia política activa y otros muchos se encuentran defraudados por lo que pudo ser y no llegó a ser".
De igual modo, Insua no cree posible su reedición "porque el 15-M de hace diez años lo impide": "Si aquello fue una farsa de la farsa del 68, un nuevo 15-M sería la farsa de la farsa de una farsa".
El escritor Julio Llorente tenía quince años cuando la acampada en Sol. Afirma que ni se sintió representado ni cree que el 15-M consiguiera grandes logros: "Los españoles siguen padeciendo los mismos problemas que padecían en 2011: la precariedad salarial, el precio desorbitado de los alquileres, la degeneración de la democracia...".
En definitiva, dice el joven autor, "no ha habido cambio, sino apariencia de cambio": "El problema no es tanto el número de partidos que integren el sistema de partidos como el sistema en sí mismo, que divide a los miembros de la comunidad política y compele, casi fuerza, a los políticos a buscar el bien de su facción en lugar del bien común".
Por todo ello, y considerando que el 15-M fue "un movimiento transversal en origen", Llorente considera difícil que se reproduzca hoy: "Como nos ha mostrado la campaña electoral madrileña, la comunidad política está quebrada y los votantes de uno y otro partido no se profesan más que odio; me resulta difícil imaginar a un votante de Vox y a otro de Podemos manifestándose juntos en aras de una noble causa".
Ni siquiera el sociólogo Javier Elzo lo ve viable, por cuanto "la crisis de la pandemia contiene elementos nuevos a los de la crisis de 2008": "Hay un sentimiento de cabreo generalizado del no se salva prácticamente nadie". También resalta que la izquierda está más "desmovilizada" que hace diez años.
En este sentido también opina Félix Ovejero, que percibe cierto "cansancio" y "fatiga de materiales", pero recuerda que "gobierna la izquierda" y por ello no cree posible una reedición del fenómeno: "Otra cosa es si estuviera la derecha. En ese caso, dada la gestión de la epidemia, la crisis y el mal llamado problema territorial, arderían las calles".
"¿Se acuerda de lo que se montó con el perro Excalibur a cuenta de la epidemia del Ébola? Aquí, en cambio, hemos asistido al espectáculo maravilloso en el que varios ministros del Gobierno se manifestaron contra el propio Gobierno. Creo que la figura se llama hipocresía", zanja Ovejero.
"Rebelión cívica"
Todos coinciden en la baja probabilidad de vivir de nuevo una especie de 15-M, pero eso no quita para que haya quien lo considere necesario. "El vigor de las clases medias pende de un hilo, millones de graduados universitarios están o bien en paro o bien precarísimamente contratados, y el poder económico sigue concentrándose en manos de una oligarquía", explica Llorente, que sentencia: "Dadas estas condiciones, ¿quién se atrevería a cuestionar la necesidad de una protesta multitudinaria y transversal?".
"Lo que yo vería positivo hoy día es una rebelión cívica, especialmente de los más jóvenes, para exigir a los dirigentes de los partidos honestidad política, altura de miras, defensa del interés general y del bien común", explica Gorka Maneiro, que reivindica que "los partidos deben ser adversarios, no enemigos".
Maneiro considera que "más allá de los errores cometidos", el 15-M logró "poner encima de la mesa cuestiones relevantes que estaban siendo ignoradas" tales como el cambio de la ley electoral, la lucha contra los desahucios o la defensa de lo público: "Estas cuestiones, diez años después, deberían formar la columna vertebral del programa electoral de cualquier partido político, pues no han sido resueltas".
El que no lo vería con buenos ojos es Pedro Insua, que define el 15-M como un "estercolero ideológico": "Tampoco vería positiva su repetición, obviamente".