Lo tenía facilísimo Pablo Casado este miércoles. Cambió, una vez más, la pregunta prevista por la de mayor actualidad: "¿Va usted a indultar a los golpistas del 1-O, sí o no?" Y lo tenía facilísimo porque le bastaba tirar de hemeroteca para desnudar al presidente Sánchez con lo dicho por el candidato -o peor, por el presidente en funciones en busca de reelección-.
Con eso mostraba y demostraba que "los independentistas son sus verdaderos jefes", que Pedro Sánchez "mintió a los españoles para ganar las elecciones y al día siguiente pactó con los secesionistas" y que por eso, en realidad, "usted no se debe a los independentistas sino a los ciudadanos". Y hablando de condenas, sentenció: "Ahora, el pago de ese precio será su finiquito, el día que firme el decreto de indultos será su epitafio político".
Y es que al líder del PP había comenzado su intervención citando palabras textuales del presidente en los debates y mítines electorales de las últimas generales, las del 10-N de 2019. "Los indultos se tienen que acabar en España", "el independentismo es reaccionario", "acatar la sentencia es cumplirla de manera íntegra", "no hay nadie por encima de la ley", "los referendos ilegales deben prohibirse y volver a ser delito"... le faltó recordar a Casado que Sánchez llegó a prometer personalmente traer a Carles Puigdemont de su fuga en Waterloo para condenarlo.
El 1-O, "culpa del PP"
Pero sólo un año y medio después, el presidente defiende todo lo contrario. Hasta esta semana, sólo sugiriéndolo. Desde este miércoles, con una paso más respecto a lo dicho en Bruselas un día antes. A la salida del Consejo Europeo calificó de "venganza y revancha" eso que él decía de reclamar el "cumplimiento íntegro de la pena". Y llamó "concordia y convivencia" lo que antes era poner "por encima de la ley" a los "independentistas reaccionarios".
Ahora, el presidente dice que ésta es la decisión adecuada. Tanto que la toma "en conciencia por la convivencia de los españoles" y que "sería la misma si el PSOE tuviese 300 diputados"... que era una manera de desactivar la acusación de que los indultos a los 12 condenados por el golpe separatista de octubre de 2017 es un precio que paga a ERC por su apoyo en el Congreso, imprescindible -por otro lado- para que su estancia en la Moncloa llegue de verdad hasta 2023.
Pero Sánchez no sólo se defendió. Igual que el día anterior sugería que el PP es "revanchista y vengativo" por considerar que no hay razones para el indulto a los golpistas, este miércoles en la sesión de control acusó al PP de haber quien "debilitó la unidad territorial y la Constitución" en 2017, y no Oriol Junqueras ni Carles Puigdemont.
"Fue a un Gobierno de su partido al que le hicieron una declaración de independencia unilateral y un referéndum ilegal", dijo señalando con saña a Casado. Contradiciéndose en el argumentario, Sánchez exigió a su rival que "se comprometa con el Estado, defienda al Gobierno, como hizo el PSOE en 2017 con su Gobierno"... ése al que acababa de culpar del golpe independentista.
Sánchez incluso trató de jugar también a la hemeroteca, recordando que en la última semana de la campaña de las elecciones catalanas del 14-F, Casado llegó a desentenderse de la gestión de la jornada del referéndum ilegal llevada a cabo por el Ejecutivo de Rajoy. "Dijo usted que aquello fue un desastre y que estaba en contra, mantenga su palabra ahora", exhortó el presidente al líder de la oposición, que le dio el silencio por respuesta.
Sánchez nervioso
Ésa fue la prueba fehaciente de que el PP está de subida, y lo sabe; y de que Sánchez y el PSOE están zozobrando, y son conscientes. Contrastaba con la imagen suficiente del presidente el día anterior en Bruselas. A Sánchez le sienta bien rodearse de los mandatarios de la UE, pero las sonrisas y la gesticulación seductora del martes ante la prensa se tornó en índices acusadores y nervios dialécticos el miércoles al ocupar su banco azul en el hemiciclo.
Otra confirmación de este diagnóstico es que al presidente no le quedaban argumentos en su segunda contestación al líder de la oposición. El atropello del enfado, o la premura de la esquiva a tantos golpes continuados, le hicieron a Sánchez agotar sus frases preparadas y repetirse punto por punto en su segundo minuto de intervención.
Así, dijo una y dos veces que "la Constitución recoge el castigo y la concordia", repitió antes y después que "hay un tiempo para cada cosa", presumió por duplicado de que tomará "la decisión en conciencia e independientemente de los escaños que la apoyen"...
Mientras, Casado desplegaba su contraataque por otro flanco. Olvidándose de la hemeroteca entró por la ética: "Usted sólo quiere aferrarse al puesto, y a cambio es capaz de traicionar su palabra, el código ético del PSOE, los dos informes de la Fiscalía y del Supremo, la propia sentencia y a los mismos españoles". Prometió cambiar la ley del indulto para prohibir que se aplique en delitos de sedición y rebelión, y modificar el Código Penal para recuperar el delito de referéndum ilegal, que eliminó el Gobeirno de José Luis Rodríguez Zapatero.
Y acabó con una frase quizá grandilocuente que, probablemente, no le habría hecho falta, porque caía en la trampa tendida por Sánchez, la de equipararse a sí mismo con la Carta Magna de 1978: "Usted prefiere poner en riesgo la continuidad de la España constitucional a cambio de permanecer en el poder".