Hace sólo año y medio, Pedro Sánchez no era el mismo. Rechazaba los indultos a los políticos condenados por el procés separatista de Cataluña, prometía "solemnemente" que traería a Carles Puigdemont de vuelta para ser "juzgado en España", anunciaba una nueva ley para "acabar con la manipulación de TV3" e incluso pedía el voto para poder recuperar "el delito de referéndum ilegal", ése que eliminó su predecesor socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, y posibilitó el 1-O.
Todo eso lo ofreció Sánchez en la última semana de la campaña electoral de las elecciones del 10-N. Y más concretamente, en el debate del 5 de noviembre de 2019. Al mismo tiempo, negaba que hubiera pactado o fuera a pactar "con los independentistas" y ponía mala cara imaginándose "sin poder dormir" en caso de tener que nombrar a Pablo Iglesias vicepresidente de su Gobierno.
La hemeroteca ha traicionado al presidente del Gobierno y, en el día en el que el Tribunal Supremo ha emitido su dictamen contrario a la concesión de los indultos, todos en el Congreso -políticos y periodistas- se han apresurado a tomar posiciones. Los primeros, para poner a Sánchez ante la tesitura de saltárselo -sus socios- o acatarlo -la oposición-. Y los segundos, los chicos de la prensa, dando por hecho que el texto del Alto Tribunal era un varapalo "demoledor" a sus tesis.
Y eso que sus tesis en teoría no están fijadas públicamente. Pero como desde Moncloa se lleva más de una semana preparando el terreno para "naturalizar" que se vaya a indultar a los políticos catalanes que dieron el golpe de 2017, el líder de la oposición, Pablo Casado, inauguró la mañana en la sesión de control -antes del informe del Tribunal sentenciador de Oriol Junqueras y compañía- recordándole sus contradicciones al presidente.
Desde este lunes, para Sánchez, mirar al futuro es "abrazar los valores constitucionales". Y eso es sinónimo de "concordia, reencuentro y convivencia". Y sin embargo, pedir el "cumplimiento íntegro de las penas" es ser "vengativo y revanchista"... es decir, mirar al pasado y "no aprender de los errores".
En diferido o en directo
La tesis implica que fue un error apoyar al Partido Popular, entonces en el Gobierno, en la aplicación del artículo 155 de la Constitución para intervenir la Generalitat y deponer a Carles Puigdemont. Y sin embargo, la tesis también exige a Casado que "hoy se ponga del lado del Gobierno como el PSOE hizo entonces".
Esa contradicción ya no es en diferido, entre el Sánchez de hace año y medio y el de ahora. Sino una autorrefutación en directo, disimulada entre ataques y reproches:
"No es a mí a quien le hicieron un referéndum ilegal", espetaba Sánchez a Casado. No, no fue a él, pero apoyó al Gobierno que lo tenía que afrontar. "No es a mí a quien se le escapó Puigdemont". Tampoco, pero hoy negocia con el abogado que lo ayudó a huir -a pesar de que le reprochaba esto mismo a Pablo Iglesias hace año y medio- y prevé reformar el delito de sedición para que el expresident huido también se beneficie de "mirar adelante para el reencuentro".
Porque ya no se le quiere traer a España para juzgarlo, sino que se destaca el "anacronismo de ciertas figuras delictivas" en nuestro Código Penal " según el derecho comparado con los países de nuestro entorno". La reforma "integral" del texto ya no señala a la recuperación del delito de referéndum, sino que se trabaja en el seno del Ministerio de Justicia para diluir el de sedición.
A la salida de la sesión de control, fuentes cercanas a Casado abrían muy fuerte los ojos en el patio del Congreso ante el espectáculo que habían dado el presidente del PP y el del Gobierno. Los dos dicen defender la Constitución, pero lo cierto es que al popular se le podría tachar de inmovilista... es decir, no ha cambiado de opinión. Y al socialista se le podría reprochar oportunismo... ahora que necesita a los independentistas para seguir gobernando.
Esos con los que no iba a pactar.