Pedro Sánchez sopla las velas de su tercer aniversario como presidente del Gobierno el próximo 2 de junio. Aunque durante estos tres años se ha ocupado de cambiar el colchón y atar en corto a Podemos para poder dormir tranquilo, le ha quitado el sueño aquello de lo que rehusaba nada más abrir las puertas de Moncloa: el procés. Los posibles indultos le salen caros al líder socialista que obtiene, según la encuesta de SocioMétrica elaborada para EL ESPAÑOL, su peor valoración como líder político desde que es presidente.
El líder del Ejecutivo no recibía una puntuación tan baja de los españoles desde que presentó la moción de censura a Mariano Rajoy (3,1), en junio de 2018. La misma que le hizo convertirse en quien es hoy en día: el presidente del Gobierno de España.
Su popularidad ha sufrido picos de audiencia, como los grandes programas de televisión. La agresiva estrategia de comunicación de Moncloa ha tenido sus más y sus menos. El líder renovado (que se enfrentaba a una legislatura en solitario con 84 diputados) se ha convertido en un mandatario de un Gobierno en coalición que nació fraccionado y que pierde apoyos por los dos frentes.
Tanto Pablo Iglesias como Pedro Sánchez reducen su popularidad ante los españoles. La caída del que ya exvicepresidente es la más notoria pues pasa de una popularidad del 3,3 al 2,4, según la citada encuesta.
El caso de Sánchez es peculiar. Su legislatura fallida es la que más agrados ha cosechado entre los votantes. Sus grandes picos de popularidad los alcanzaba cuando se cumplían efemérides como sus 100 días de Gobierno. Su llegada había sido espectacular: un astronauta y un periodista en un "Consejo de Ministras". Una agresiva campaña de presentación que fue recogiendo sus triunfos subiendo desde el 3,1 hasta el 4,6.
Pero los ministros fueron cayendo (y dimitiendo). El Gobierno de Sánchez intentaba ejecutar sus medidas comprometidas, como el Salario Mínimo Interprofesional y la exhumación del dictador Francisco Franco del Valle de los Caídos, a golpe de Real Decreto. Todo terminó cuando no fueron capaces de sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado de 2019 y se precipitaron las elecciones del 28-A.
Fue precisamente la ruptura de ERC y PDeCAT con el resto de partidos que conformaban la moción de censura la que obligó a Sánchez a convocar elecciones anticipadas. Ahora, el presidente ha vuelto a tropezar con la misma piedra y tiende su mano hacia lo partidos que ya le obligaron una vez a convocar elecciones.
Bien es cierto que de esa convocatoria en abril de 2019 salió reforzado. Sánchez era presidente y volvía a recobrar su popularidad, con 4,6 puntos. Desde entonces, no ha vuelto a tener esa capacidad de convicción. Su agrado entre los votantes ha ido cayendo al margen de los apoyos que encontrara en el Parlamento.
Tanto antes como después del Pacto del abrazo con sus socios del Gobierno, Unidas Podemos, Sánchez se enfrentaba a una pendiente de impopularidad que no consiguió frenar ninguna medida. Ni siquiera la eutanasia, que fue una de sus grandes promesas.
Ese Pablo Iglesias que le iba a "quitar el sueño", le quitó puntos de popularidad hasta caer en el 3,2. Sánchez recuperó algo de valoración tras los altercados de Cataluña por el aniversario del 1-O. Precisamente su posición contraria a los indultos y su promesa de "traer a Puigdemont" de vuelta, le hizo ganarse el aprecio de los españoles.
Desde ese octubre de 2019 su popularidad ha sido una continua montaña rusa marcada por cuatro elecciones autonómicas (que le causaron más disgustos que alegrías) y una pandemia sanitaria que, según los sondeos, ha sabido sobrellevar bastante bien.
Respecto a los comicios electorales autonómicos, los gallegos y los vascos no le sentaron nada bien, pero se recuperó con Salvador Illa en Cataluña. Elegir al gestor de la peor pandemia sanitaria que conocen los españoles le hizo ganar predicamento y unas elecciones autonómicas en las que, aun así, no ha conseguido perpetuar el cambio de Ejecutivo.
Las últimas elecciones, las madrileñas, la jugada no le salió tan bien. La decisión que fue desencadenada por una estrategia de Moncloa para tumbar los gobiernos de coalición de PP y Ciudadanos, se saldó con el auge de Isabel Díaz Ayuso y los peores resultados en la historia del PSOE madrileño. Perdieron Vallecas y todo el cinturón rojo se tiñó de azul como en los tiempos de Esperanza Aguirre.
Ahora, abrir la puerta a unos posibles indultos a los presos del procés le hunde. Las razones podrían ser dos. Por un lado, haber tendido puentes con un Govern que no para de levantar muros en torno a una "Cataluña republicana". Y por otro, que ahora cambie de criterio cuando hace apenas hace un año y medio prometió rechazar el indulto y que el referéndum sería ilegal.
Pero no sólo la popularidad de Sánchez se ha desplomado. Según la macroencuesta de SocioMétrica, todos los líderes de partidos políticos han perdido poder entre sus electores excepto Santiago Abascal. El líder de Vox se mantiene con un 2,7 como ocurre desde octubre de 2020.
La caída más llamativa es la de Inés Arrimadas. Los movimientos en Murcia y Castilla y León le han costado pasar de ser la política mejor valorada (agosto de 2020) a la peor vista. Su puntuación se ha reducido a la mitad en apenas 10 meses.
La desaparición de Pablo Iglesias de la vida política no le ha influido mucho. Si acaso, para caer menos en gracia a los españoles. Aun así, el morado siempre ha sido de los peor valorados en esta encuesta.
Pablo Casado, el líder que parece que puede recuperar el Congreso para la derecha española, también ve cómo baja su popularidad respecto a hace un año. La polarización de la política, como en el resto de sus rivales, muestra un desgaste que la opinión ciudadana le hace pagar. En este caso, con valoraciones negativas.
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