El presidente del Gobierno sigue sin querer ponerle fecha a los indultos a los políticos condenados por el golpe independentista de 2017. Y aunque no se atreve a reconocer públicamente que los va a conceder, sí que advierte que "poner soluciones a un problema no es ningún coste para un Gobierno".
Es decir, que si Pedro Sánchez se puso la venda antes de la herida hace una semana calificando de "revanchista y vengativo" a quien rechace la medida de gracia para Oriol Junqueras y los demás, ahora se concede el alta hospitalaria a sí mismo, dando por hecho que su decisión será sanadora.
Sánchez ha pedido, en todo caso, "paciencia y generosidad" en el asunto del perdón a los reos. "Paciencia" porque son "once expedientes distintos que ahora mismo", dijo este lunes en Alcalá de Henares, "se están elaborando en el Ministerio de Justicia". Y "generosidad" remitiéndose a su discurso de investidura, en el que dijo hace poco más de 14 meses que "el conflicto en Cataluña no se va a solucionar de manera inmediata".
Liada como tiene la política nacional, Pedro Sánchez ha tenido que responder a preguntas sobre los indultos y a la crisis con Marruecos, , que acusa a España de fomentar el "separatismo saharaui", durante la breve rueda de prensa posterior a su cumbre bilateral con el primer ministro polaco.
Mientras Tadeusz Morawiecki ponía cara de póquer a su lado, el presidente español debía hacer frente a las cuestiones que están haciendo zozobrar su posición interna -poniendo en dudas sus apoyos parlamentarios en el independentismo- y la externa -dejando a la UE sola en la defensa de las fronteras españolas-.
Para el presidente, la clave es "retomar la vía política", ahora que ya ha hablado el tribunal sentenciador. Curiosamente, en esta ocasión, Sánchez no ha hecho ninguna referencia ni al dictamen "negativo" del Supremo a la concesión de "cualquier forma de indulto, ya sea total o parcial". Ni tampoco ha puesto calificativos a la posición de la oposición o del importante sector que dentro del PSOE los critica. Quizá, precisamente, por eso.
"Tras muchos años de desencuentro y de judicialización, debemos dejar atrás un mal pasado y mirar a un futuro mejor", sentenció. Ésta fue la nueva frase prefabricada en los despachos de Moncloa con la que trató el presidente de armar su discurso. Ése que apuesta por "retomar la senda del diálogo y del pacto", y que pide "recomenzar", es decir, "volver a ese punto en el que ambas partes nos dejamos de escuchar y dejamos de entender sus razones".
Sostiene el presidente que la decisión que tome, no sólo será pensando "en el interés general", como defendía la semana pasada. Sino que será "en conciencia por el bien, no ya de los condenados, sino de los millones de catalanes y de españoles que queremos vivir en convivencia, conciliación y concordia".
Junqueras en la mesa
En su afán de siempre apretar una vuelta más la tuerca, este lunes, Pere Aragonès ha deslizado que quiere ver al líder de su partido, Oriol Junqueras, sentado en la mesa de negociación entre gobiernos. Una manera de no meterle prisa por la reunión de la llamada mesa de negociación que, como cree Moncloa, no cuenta con el consenso del propio govern.
A esto, Sánchez ha contestado que "siempre hemos estado abiertos a reunirnos". Pero él tampoco quiere apretar y prefiere destacar que "lo urgente es que nos veamos en Moncloa, por cortesía, con los dos presidentes autonómicos que acaban de ganar sus elecciones". Es decir, el catalán Aragonés y la madrileña Isabel Díaz Ayuso.
"Después, ya habrá tiempo de reunirnos no una sino muchas veces", aclaró. Es cierto que desde septiembre de 2020 "no ha habido un gobierno estable en Cataluña", después se celebraron las elecciones del 14-F y, finalmente, "una negociación larga... vayamos paso a paso".
Y sobre el otro líder del golpe de octubre de 2017, Carles Puigdemont, el presidente confirmó su intención de reformar el delito de sedición. "En 2017, aprendimos una lección", dijo, "porque vimos cuán desacompasado estaba nuestro Código Penal respecto al resto de nuestros socios europeos".
Sánchez tampoco le ha puesto fecha a la rebaja de las penas que favorecería al expresident huido en Waterloo (Bélgica). Se supone que ésta iba a estar incluida en una reforma integral de esta ley orgánica, pero tampoco ha hecho referencia a ello cuando ha recordado que "siempre dije que lo actualizaríamos y lo homologaríamos a los países más avanzados y democráticos".
La cumbre con Polonia
Ya en lo referente al asunto del que supuestamente trataba la rueda de prensa, Sánchez ha hecho auténticos equilibrios para mostrar los puntos de acuerdo con su colega polaco. El hecho de que las preguntas, todas, giraran en torno a los asuntos locales le ayudó a no tener que ponerse colorado admitiendo ante Morawiecki que Polonia es uno de los países a los que ha llegado a calificar como gobernados por el "populismo iliberal".
A esto ayudó el empeño de ponerle buena cara a casi todo del premier invitado, que señaló puntos de encuentro en el nuevo Pacto de Migración y Asilo y en la colaboración dentro de la OTAN en asuntos de ciberseguridad -quizás con enemigos muy distintos; nosotros, seguramente Marruecos; ellos, claramente, Rusia-. Según dijo el polaco, ésta ha sido "una cumbre sorprendente porque, aunque estemos en extremos opuestos, hay mucho en lo que estamos de acuerdo".
Se refería el primer ministro polaco a dos extremos "geográficos". Y lo hacía con una sonrisa: "No ha sido un esfuerzo tan grande venir a España", añadía. Y es que la cita, cuatro años después, reunía a los gobiernos de dos países muy parecidos en territorio y población, la cuarta y la quinta economías de Europa... pero a dos Ejecutivos realmente enfrentados: el presidente socialista más poderoso de la UE y el primer ministro ultraconservador con más peso.
En Alcalá de Henares ha celebrado este lunes la 13ª cumbre entre España y Polonia, que no reunía a ambos gobiernos desde 2017, en Varsovia. En ésta se han firmado, además de la habitual declaración conjunta, seis grandes acuerdos. Cinco de ellos, memorandos de entendimiento, y un programa de cooperación. Sánchez eligió la ciudad complutense, precisamente, por ser la sede de la mayor parte de la comunidad de más de 65.000 ciudadanos polacos en nuestro país.
Inversiones en Polonia
El texto más importante y trasladable a cifras contantes y sonantes es el que tiene que ver con inversiones de empresas españolas en el programa que el socio europeo pretende desarrollar en los próximos años en materias de infraestructuras y transportes. A la "admiración por España" y la "década de salto en carreteras y ferrocarriles que nos espera" se refirió el premier polaco en su primera intervención.
Pero también a que la visión en política migratoria "es similar en que somos países fronterizos externos de la UE, por eso nos entendemos y nuestros socios nos tienen que escuchar". Pero que Varsovia no tiene ningún interés en que el Pacto Migratorio que España impulsa se parezca en nada a lo que quiere nuestro país: "No queremos que se ponga en cuestión la soberanía nacional de estas políticas, queremos ser un país seguro y fuerte".
Pero Sánchez y Morawiecki también tuvieron oportunidad de discutir sobre esos temas en los que Madrid y Varsovia discrepan abiertamente. Entre ellos, el respeto a los derechos humanos, la política de reparto de refugiados y el desarrollo mismo del proyecto de la Unión Europea.
Dentro de la UE, Polonia es, junto a Hungría, uno de los dos países inmersos en procedimientos sancionadores basados en el artículo 7 de los Tratados, que amenazan con retirarle los derechos de voto en el seno del Consejo Europeo.
Y precisamente esta amenaza de los otros 25 Estados miembros ha sido la que retrasó hasta el jueves pasado que tanto Varsovia como Budapest dieran el visto bueno a los Presupuestos europeos y, sobre todo, al mecanismo de reconstrucción europeo de los fondos 'Next Generation EU'. Sánchez, así, aprovechó para meterle prisa a la Comisión: "Los Estados miembro ya hemos cumplido, ahora toca que Bruselas tenga un gesto y acelere la llegada de los fondos".
Desde la vuelta del verano pasado, el Gobierno de España se empeñó en recuperar el ritmo de las citas bilaterales con otros países, interrumpido por la pandemia y, antes, por la situación de interinidad del Gobierno de Pedro Sánchez desde finales de febrero de 2019, cuando el casi recién llegado presidente socialista hubo de disolver las Cortes al decaer los Presupuestos Generales del Estado para ese año. Y es que, aunque justo este martes Sánchez cumplirá tres años en la Moncloa, prácticamente ninguno de ellos los ha ejercido como un jefe de Gobierno al uso.