Pedro Sánchez se ha tenido que ir hasta Buenos Aires para valorar la carta pública de Oriol Junqueras, cabecilla del procés independentista de Cataluña que en otoño de 2017 "aprobó leyes de desconexión, celebró un referéndum ilegal y proclamó la independencia de Cataluña, aunque luego la suspendió".
El presidente del Gobierno sigue sin admitir explícitamente que vaya a conceder el indulto a los 12 políticos que fueron condenados por sedición y malversación, pero ya lo da por hecho, ya que ha admitido que "aprovechará cualquier oportunidad para la distensión" y ha pedido "magnanimidad y comprensión" a los ciudadanos "preocupados".
En una rueda de prensa conjunta ante la Casa Rosada con Alberto Fernández, presidente argentino, Sánchez ha celebrado que Junqueras admitiera que la vía unilateral a la independencia de Cataluña "no es viable". Y ha considerado "un buen gesto que, por primera vez, el líder de ERC reconozca que la medida de gracia puede "aligerar el conflicto, paliar el dolor de la represión y el sufrimiento de la sociedad catalana".
El presidente, en realidad, seguía exactamente el mismo guion que su portavoz el martes, a la salida del Consejo de Ministros. Entonces, María Jesús Montero repitió hasta en tres ocasiones la misma frase de que "cualquier paso a favor de la distensión es bienvenido". Y otras tres más que "comprende", "se identifica" y "se hace cargo" de la incomodidad "de muchos españoles y de muchos catalanes" ante "la decisión que puede tomar el Gobierno".
Junqueras bien, Rajoy mal
Pero del mismo modo, el presidente jugó a despersonalizar el golpe a la Constitución de aquel 1-O. Midiendo sus palabras y tensando el gesto, Sánchez no se refirió ni a Junqueras ni a Carles Puigdemont como los promotores de aquello, sino que habló de "los hechos acaecidos en octubre de 2017".
Sánchez se movió por el terreno de las emociones, pidió "confianza" para que la ciudadanía le permita "pasar de un mal pasado a un futuro mejor" y, eso sí, se consideró víctima de la situación: "Yo esto lo heredé de la anterior administración".
Tampoco en esto había novedad, pues en la sala de prensa de Moncloa, Montero ya había culpado a Mariano Rajoy de "hacer como el avestruz, metiendo la cabeza bajo tierra, inhibiéndose en la confianza de que los problemas se resuelven solos".
Parecía que Sánchez no sólo proponía "magnanimidad" con los sediciosos, sino que la pedía de los ciudadanos para con él. Sobre todo, cuando dio por hecho que no sólo va a indultar, sino que aceptará a Junqueras como interlocutor en la mesa de negociación.
"La voluntad que tiene el Gobierno de España de abrir un nuevo periodo en Cataluña y en ese sentido, el primer hito va a ser recibir a Pere Aragonès en la Moncloa", aclaró "y posteriormente veremos cómo se desarrollan los acontecimientos. Hablamos de una mesa entre Gobiernos, pero a mí no me gusta vetar a nadie".