Que nadie saque pecho, no vaya a ser que se lo hundan. Así andan, con pies de plomo, las ganas que hay en Moncloa de quitarse de encima el sambenito que le ha colgado la oposición a Pedro Sánchez sobre su supuesta "irrelevancia internacional". Esa acusación, en efecto, no casa muy bien con los epítetos que le lanzan al presidente desde las bancadas del PP y Ciudadanos, calificándolo de "engreído" o "soberbio".
Moncloa calla, filtra unos pocos datos sobre el encuentro del lunes en Bruselas entre Sánchez y Joe Biden... y deja que sea Washington el que ponga la guinda: "Existen profundas diferencias sobre la política de la Administración anterior", la de Donald Trump (2017-2021), "respecto al Sáhara Occidental". Esa toma de posición, mucho más firme que la de los días de la crisis fronteriza en Ceuta, hace tres semanas, fue acogida con satisfacción en Exteriores.
Es cierto que el entorno del presidente español no da muchos más detalles porque tendría que admitir que no ha arrancado -al menos, por ahora- mayor compromiso que una 'photo opportunity'. Es decir, lo que en la prensa del corazón se llama un posado robado en el que parece que las cámaras captan un saludo casual -y sonriente, eso por supuesto- entre el jefe de Estado norteamericano y el presidente español.
Nada parecido a la última cita personal de Sánchez con un presidente estadounidense, en 2016. A pesar de haber mantenido buena relación con Mariano Rajoy y su Gobierno, Donald Trump nunca dio señal alguna de querer pisar suelo español. Menos aún cuando el socialista sustituyó al popular... pero era Sánchez líder del PSOE y de la oposición cuando Barack Obama (2009-2017) visitó España pocos meses antes de acabar su estancia en la Casa Blanca.
El presidente estadounidense cumplió con su fama de gran relaciones públicas manteniendo contactos breves con los jefes políticos de los principales partidos antes de subirse al avión de vuelta: el socialista, Albert Rivera y Pablo Iglesias celebraron en sus cuentas de Twitter.
OTAN 2022 en España
Pero Sánchez tampoco se sentará en esta ocasión con Joe Biden, quien era entonces vicepresidente y hoy ocupa la Casa Blanca. Fuentes de Moncloa explican que se sigue trabajando con Washington en los detalles del encuentro. Aunque según ha podido confirmar este periódico, el compromiso entre la Casa Blanca y la Moncloa no llegará a la calificación de "bilateral", porque eso significaría que ambos tendrían un aparte solos con sus asesores. Y de eso no habrá.
Pero lo que sí ha podido confirmar EL ESPAÑOL en el entorno de Sánchez es que el presidente español quiere hablarle sobre la convergencia fiscal recientemente impulsada por él en el seno del G-7 y la apuesta mutua por el multilateralismo.
Y en ese contexto, el presidente español aprovechará bien su tiempo junto al líder del mundo libre. Moncloa quiere que España sea sede de "una cumbre multilateral con aliados", preferentemente la de la OTAN, en el año 2022 y ha detectado buena predisposición por parte la Casa Blanca.
Es posible, según las fuentes, que Sánchez tenga la oportunidad de plantearle otro empeño de su Gobierno, la celebración de los 30 años de la Cumbre de Madrid para Oriente Próximo.
El 30 de octubre de 1991, la capital de España fue el escenario de la primera reunión al más alto nivel de la comunidad internacional para la paz entre Israel y los territorios palestinos, con la participación del primer ministro israelí, Isaac Shamir, y Haidar Abdel Shafi, el enviado del líder de la OLP, Yasir Arafat. Reunidos en el Palacio Real, estaban, entre muchísimas otras delegaciones, Mijail Gorvachov (URSS) y George H. W. Bush (1989-1993), junto al muy sonriente y satisfecho Felipe González.
Jefes de Gabinete
Las administraciones de Madrid y Washington han tenido contactos "al más alto nivel", según las fuentes consultadas, en los últimos días. De hecho, según Efe ha sido Iván Redondo, jefe de Gabinete de Sánchez, quien ha cerrado los detalles con su homologo estadounidense, Ron Klain, para que ambos líderes puedan conocerse.
Entonces, ¿España ha sido ninguneada por Biden hasta ahora, desde que asumió el cargo en las escalinatas del Capitolio, el pasado 20 de enero? Arancha González Laya sostiene que no, que el mandatario "se ha centrado en su agenda interior". Otras fuentes del entorno del presidente, sonríen y añaden: "Lo que ha heredado de Trump no es poca cosa".
Lo cierto es que la Casa Blanca aún no ha confirmado oficialmente que Biden vaya a dedicar unos minutos a Sánchez. Pero es que una photo opportunity el socio mayor no la anuncia.
La agenda de la Casa Blanca sólo detalla -más allá de las reuniones con Boris Johnson estos días en Londres- una audiencia con la reina Isabel II el domingo 13, y una bilateral con el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ese lunes 14 en Bruselas.
Al día siguiente, además de la cumbre con los jefes de Estado y de Gobierno de la UE, una cita de trabajo con el primer ministro belga, Alexander de Croo. Y finalmente, el miércoles 16, viaje a Ginebra, donde será recibido por el canciller suizo, Walter Thurnherr, y mantendrá su primera cumbre con el presidente ruso, Vladimir Putin.
Lo cierto es que han pasado más de cuatro meses y la Casa Blanca no ha abierto hueco siquiera para una llamada de cortesía con el inquilino de la Moncloa.
Hace cuatro años, tras estrenarse Trump en la presidencia, Rajoy sí pudo presumir de su primer contacto formal en menos de un mes, el 7 de febrero. E incluso el jefe del Gobierno popular había hablado por teléfono con el magnate tras su victoria, ya en diciembre.
Posteriormente, fue recibido en la Casa Blanca sólo siete meses después, pocos días antes del golpe separatista del 1-O en Cataluña. Y Trump incluso regaló a la delegación de Rajoy un par de frases de aliento: "España es un gran país y tendría que seguir unido. El pueblo de Cataluña tendría que quedarse en España. Sería una tontería no hacerlo así".
Del abrazo a la bandera
Hoy, el Gobierno español de coalición se empeña en destacar la "excelente sintonía" entre las dos administraciones. En celebrar "la apuesta multilateral" y el regreso a la "preocupación conjunta por el cambio climático" de Biden. Y sobre todo, el "alivio" que supuso la derrota de Trump. Es más, Exteriores incluso detalla que la "diplomacia discreta" está haciendo avances, que se verán reflejados precisamente en "la foto" de este lunes en Bruselas.
Pero quizá la explicación a estas dificultades haya que buscarla a rincipios de siglo. España perdió infinitas bazas hace ahora casi 18 años cuando el entonces líder de la oposición José Luis Rodríguez Zapatero ni siquiera podía imaginar que en apenas seis meses sería presidente del Gobierno. Sólo así se explicó después el gesto de no levantarse ante el paso de la bandera de Estados Unidos, país invitado en el desfile del 12 de Octubre de 2003, día de la Fiesta Nacional de España.
La relación de nuestro país con el EEUU de George W. Bush (2001-2009) pasó de un extremo al otro. España tenía tropas en Afganistán, para expulsar a los Talibán tras el 11-S, y había apoyado la invasión de Irak, iniciada el mes de marzo de ese año con la excusa, luego nunca demostrada, de que el sátrapa Sadam Husein escondía "armas de destrucción masiva".
José María Aznar había aprovechado el llamado "milagro español" para impulsar su apuesta atlantista, virando la política exterior española del eurocentrismo seguidista de Francia y Alemania, a una asociación con Londres y Washington. El movimiento le sirvió, en lo personal, para poner los pies sobre la mesa y fumarse puros con los máximos líderes del mundo en el G-8 de Canadá; y en lo estatal, para lograr la colaboración de la CIA en el debilitamiento definitivo de ETA.
La primera decisión de Zapatero al llegar a la Moncloa fue la de ordenar al ministro de Defensa, José Bono, "la retirada de las tropas españolas de Irak". Y ese gesto, sin avisar previamente al socio mayor, fue tomado en Washington como la confirmación de que España, con ese presidente, había pasado de ser un best friend a un miembro más de la OTAN al que sólo su estratégica geografía en el mapa lo salvaba de ser ninguneado del todo.
Hoy, Sánchez sabe que tiene que renegociar las condiciones de uso de las bases de Rota y Morón, las únicas compartidas con EEUU que quedan en territorio español. El pasado año, ambos países acordaron prorrogar un año más el convenio de 2011, sellado a caballo por el Gobierno de Zapatero y el de Rajoy. Trump estaba de salida y Biden no había llegado. Al mismo tiempo, el presidente español aún convivía con el "antiimperialista" Pablo Iglesias en Moncloa.
Había tan poco contacto entre el Madrid de Sánchez y el Washington de Trump que ni se negoció. La imagen, en junio de 2019, del mandatario estadounidense poco menos que mandando al español que se sentara en Osaka (Japón), al inicio de la cumbre del G-20, es lo que ahora ya no ocurrirá. Sánchez quiso saludar al paso de Trump, pero España no contaba, y nadie había previsto esa imagen... ni antes ni después de que ocurriera. El azoramiento en la delegación española no se pudo ocultar.
Las fechas de renegociación bilateral se cumplieron el pasado 21 de mayo, por lo que el acuerdo se ha prorrogado automáticamente un año más... quizá de ahí vengan tantos guiños de Marruecos a EEUU, tanta compra de material bélico a sus empresas, tanta maniobra conjunta frente a las costas de las Canarias: Rabat quiere llevarse a su enclave naval de Alcazarseguir el contrato de Rota.
Y de llegar a formalizarse, los buques del Ejército norteamericano podrían hacer escala antes de entrar y salir del Mediterráneo, controlarían el Estrecho y forzaría a España a concesiones territoriales. Claro, que a la vez que Moncloa anunciaba la cita con Biden, este jueves, el Departamento de Estado le paraba los pies a Mohamed VI. Por eso Exteriores habla de "diplomacia fina" y no saca pecho. Aún queda mucho...
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