La última semana de campaña de las primarias del PSOE andaluz se vivió en Ferraz con expectación, pero pocos nervios. El domingo 13 de junio era un superdomingo político del que Pedro Sánchez podía salir trasquilado o (una vez más) triunfador: por la mañana, la concentración de Colón contra sus indultos a los líderes del 'procés' y por la tarde, las primarias del PSOE en Andalucía.
El presidente almorzó muy tranquilo, interpretando como "un fiasco" la manifestación. Así lo confirma su entorno en Moncloa. Y se acostó como dueño y señor de todo el PSOE, tras la victoria de Juan Espadas sobre Susana Díaz.
En realidad, había pocas opciones de que la cosa quedara en tablas: en Colón había dos posibilidades, y sólo la más difícil lo derrotaba.
Todo lo que no fuera una afluencia espectacularmente masiva indultaba a Sánchez del desafío convocado por Unión 78 y apoyado por PP, Cs y Vox. O la derrota era para él, machacado por una movilización que reflejara ese 80% de ciudadanos que en las encuestas se manifiestan contrarios a la medida de gracia para Oriol Junqueras y el resto de condenados, o salía triunfante si se veían huecos. Y se vieron.
Y en la sede de Sevilla, donde se contaban los votos de la lucha entre su candidato y la única disidente que le quedaba en el Partido Socialista, lo lógico era que Espadas ganara, "incluso en primera vuelta", tal como aseguraba a este periódico una fuente (bien informada y engrasadora del asunto) de la dirección del PSOE esta semana. Y eso significaba que ya nadie le pueda toser en casa. Y así pasó.
Ganar provoca vuelcos
Susana Díaz se había resistido a todo. La Ejecutiva le conminó a dimitir tras las elecciones del 2 de diciembre de 2018, cuando ganó las elecciones, pero perdió la Junta de Andalucía por primera vez para el PSOE en 37 años. "Nadie se imagina lo que supuso eso para los socialistas", explica un miembro de la dirección de Sánchez, "poco importa ser los más votados si no gobiernas en nuestro mayor granero de votos".
Y eso, ¿por qué? Para entenderlo basta ver lo que ocurrió con las encuestas de intención de voto (con todas, no sólo las del CIS) en cuanto Pedro Sánchez desalojó a Mariano Rajoy en la moción de censura del 1 de junio de 2018. Los estudios demoscópicos reflejaron, de inmediato, un vuelco que ni siquiera el desgaste del PP tras siete años de Gobierno ni la sentencia de la Gürtel habían atisbado. "Lo mismo pasa ahora", añade esta fuente, "con Juanma Moreno, el PP y Andalucía".
Por eso a los socialistas, a los sanchistas, les hacía falta sacar a Susana del cartel electoral. Con ella, nadie en Ferraz daba un duro por recuperar el Gobierno regional. Con Juan Espadas como candidato, el mensaje es positivo: el secretario general sabe elegir, el presidente siempre prevalece, la apuesta es ganadora.
Y con ese viento de cola es más fácil afrontar los retos.
Elecciones en otoño
El Partido Socialista da por hecho que habrá adelanto electoral en Andalucía. "Estamos seguros", explica un alto dirigente del partido a este periódico, "en octubre o noviembre, habrá que votar". Y se vivía con nervios no tanto por el resultado de las primarias como por la incertidumbre que sobrevuela a las intenciones del presidente popular, el primero en toda la democracia.
El PSOE no está acostumbrado a no mandar de Despeñaperros para abajo. Y la incertidumbre de cuándo estar preparados, el hecho de no controlar los ritmos, es casi peor que no tener el poder, los presupuestos y el Boletín Oficial, como en las cuatro décadas anteriores.
Pero ahora, toda la España socialista sigue un mismo patrón. Pedro Sánchez sabe que hay militantes insatisfechos con él. A su izquierda y a su derecha. Incluso, hay dirigentes. Algunos se han atrevido a decirlo en alto e incluso a firmar escritos contra la iniciativa de los indultos -volvemos al asunto concreto que más contestación concita-, pero los barones sólo juegan su papel.
"Page ha sido el más rebelde, pero no tiene seguidores en la Ejecutiva", explica otro miembro de la dirección. Y en todo caso, lo que hacen los presidentes castellano-manchego y el extremeño Fernández Vara es "calmar a su público".
El poder se ejerce
El votante socialista no es igual en toda España, pero eso ya lo sabe el equipo del presidente, que lo que ha conseguido es embridar a su voluntad a todos los territorios. Hasta el PSC, que es un partido independiente asociado al PSOE, ha virado su rumbo en el último año: Miquel Iceta claudicó y aceptó no ser él el candidato en las catalanas del 14-F, intercambió cromos ministeriales con Salvador Illa, y éste ganó en las urnas.
Ahora, Sánchez se ha cobrado la última pieza. Susana Díaz lo patrocinó en 2014, cuando ella no quería dar el salto todavía, y apostó por que Madrid pudiera quedar en manos de un enviado sin pedrigrí. Su victoria sobre Eduardo Madina la descolocó, porque de inmediato, empezó a ejercer el poder. Desengañada, ella participó en su caída en 2016, liderando la revuelta del Comité Federal que lo descabezó.
Desde entonces, se juraron inquina eterna, y se batieron en duelo en las primarias de mayo de 2017, donde el hoy presidente venció no sólo a Díaz, sino a todo el aparato histórico del partido. Que entonces no dimitiera, ya resultó molesto en el Ferraz sanchista. Y cuando la lideresa andaluza perdió el poder, se le reclamó la renuncia públicamente.
En junio de 2021, tras deshacerse de Susana Díaz, fuentes de la Ejecutiva confirman a EL ESPAÑOL que se le exigirá "que sepa hacerse a un lado". Algo parecido anunció anoche, pasadas las 22.40 horas. Y si no lo hiciera al gusto de Ferraz, ya está todo preparado para imponer una gestora desde Madrid.
Porque el presidente del Gobierno sabe que el poder no se tiene, se ejerce. Y que ejercerlo es "tener ventaja". Por eso, si Moreno adelanta elecciones, ya sabe que se medirá con Espadas. Pero también con Sánchez.
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