"¡Fachita de mierda! ¡Te vamos a matar! ¡Te vamos a quemar vivo como a tu padre! ¡Mira debajo del coche después del partido!". Estos son tan sólo algunos de los insultos y amenazas que Mikel tiene que soportar en los campos de fútbol por ser hijo de Carlos Iturgaiz, presidente del Partido Popular en el País Vasco.
El joven de 23 años disputaba el fin de semana pasado la final de la Copa de Preferente en Urbieta (Guernica, Vizcaya) cuando un grupo de radicales abertzales se empeñaron en amargarle el encuentro, hasta el punto de intentar agredirle tras el pitido final.
Así lo relata el acta del encuentro, que señala cómo los violentos se adentraron en el terreno de juego "con intención de agredir al jugador número 23 del Askartza". El trío arbitral y los jugadores rivales ayudaron a Mikel a salir ileso.
"El chaval es fuerte, pero se llevó un disgusto tremendo porque todo fue premeditado, con alevosía desde el comienzo: desde que saltó al terreno de juego para el calentamiento ya estaban insultándole". Así relata lo sucedido su padre, Carlos Iturgaiz, que señala como culpables a "jóvenes radicales llenos de odio".
Un odio que Mikel, lleva sufriendo desde hace años, incluso antes de nacer, cuando estaba en el vientre de su madre. Por entonces, los expertos en seguridad aconsejaban a su padre que cada año cambiara de casa -en cuatro años, llegaron a vivir en tres diferentes-.
Iturgaiz recuerda en el libro El hijo de todos, del periodista Miguel Ángel Mellado, cómo una noche la fiebre se apoderó de Mikel pero todos le desaconsejaron ir a hospital a esas horas de la madrugada porque podrían estar esperándolo fuera. El líder del PP vasco desobedeció.
Son solo dos ejemplos de cómo las huellas de ETA llevan marcando toda la corta vida del joven, desde su nacimiento. De hecho, Mikel se llama así porque su padre prometió en persona rendirle así homenaje a Miguel Ángel Blanco a la madre del asesinado por la banda terrorista.
Esa dinámica se ha extendido hasta el día de hoy. En octubre, de hecho, Mikel ya denunció públicamente que le destrozaron el retrovisor de su coche. "Quiero denunciar que sigo sufriendo el acoso de algunos sinvergüenzas que por ser el hijo de quien soy y dar mi opinión no paran de joderme la vida", expresó entonces en redes sociales.
La violencia y Bildu
Su calvario no es una anomalía, sino que responde al clima de hostigamiento que sufren los jóvenes constitucionalistas en la sociedad vasca. "Hoy en día hablamos mucho de racismo y de homofobia, y está muy bien, pero en el País Vasco impera el odio ideológico; la convivencia está fragilizada por una parte de la sociedad que quiere socializar el dolor", explica Carlos Iturgaiz.
Y es que Mikel no es, ni mucho menos, el único joven perseguido por sus ideas. O en este caso, las de su padre. Hace escasas semanas el exconcejal del Ayuntamiento de Vitoria y vicesecretario del PP en la provincia, Iñaki García Calvo, fue agredido junto a tres amigos suyos por un joven de 23 años que les golpeó tras preguntarles si pertenecían al Partido Popular.
Todos los grupos municipales firmaron un texto de "repulsa y condena enérgica" en solidaridad con el joven popular. Todos, menos EH Bildu. Una situación que ha vuelto a repetirse, pues el partido de extrema izquierda abertzale es el único que no ha llamado a Carlos Iturgaiz tras el violento episodio sufrido por su hijo.
"Toda esa intolerancia que vivimos está apoyada por Bildu, que justifica todas las expresiones de violencia y no la condena. Esos chavales se saben impunes porque no hay condena y su partido, Bildu, avala la conducta de estos sinvergüenzas", explica Iturgaiz, que zanja: "Los que apoyan a ETA no nos dejan vivir".
Lo sabe bien David Chamorro (Bilbao, 1999), otro joven al que sus ideas le han supuesto insultos y agresiones. El estudiante de Historia en la Universidad del País Vasco fue apalizado por quince radicales encapuchados al grito de "español de mierda".
Chamorro, cuyo único pecado fue haber creado una Agrupación de Estudiantes por la Unidad de España, recibió una paliza tan salvaje que perdió la visión durante media hora. Lo último que recuerda antes de despertar en un hospital, donde fue sometido a varias cirugías: una recomposición de nariz y un reajuste del pómulo.
Según explica Pedro José Chacón Delgado, profesor de Historia del Pensamiento en la UPV, son los poderes políticos quienes avalan estas actitudes cuando "son más contundentes con gente que no ha hecho nada que con la extrema izquierda abertzale": "A Vox le tienen impuesto un cordón sanitario en el Parlamento Vasco; son condescendientes con la extrema izquierda y extremadamente previsores con los movimientos de derecha".
Eso produce que los jóvenes tengan una visión distorsionada de la realidad. "Están viendo que los poderes políticos tratan mejor al entorno de ETA que a la gente de Vox o del PP, así que están bendecidos porque todo lo que sea ir contra movimientos de la derecha tiene cierto aval", zanja Chacón.