El presidente del Gobierno ha pasado un mes largo consultando con su mano derecha en el Ejecutivo y en el partido los cambios profundos que iba a acometer. Pedro Sánchez dio a entender a José Luis Ábalos que gozaba de toda su confianza sin hacerle siquiera sospechar que su cabeza sería una de las que iba a rebanar.
Dijo Isabel Díaz Ayuso el día antes de la crisis de Gobierno que "si Pedro Sánchez sigue por este camino, habrá que elegir entre su futuro o el de España". Y a la vista de cómo ejecutó -no hay mejor verbo- la remodelación de su Gobierno, es posible que más de uno de sus fieles colaboradores hasta la fecha, en el fondo, coincidan ahora con la sentencia de la lideresa popular madrileña.
Fuentes del Gobierno confirman a este periódico que ninguno de los damnificados podía ni tan solo imaginar que engrosaría el primer valle de los caídos del presidente. Éste será su séptimo Gobierno desde que llegó a Moncloa, en junio de 2018. Es decir, una alineación distinta cada cinco meses. Y el cuarto desde que formó la coalición con Unidas Podemos, etapa en la que la media se acelera a poco más de cuatro meses de estabilidad por cada combinación de ministros.
Quienes opinan que "no hay proyecto" y que lo único que guía al líder socialista es la supervivencia en el poder, o han leído su Manual de resistencia y aplican sus tesis psicoanalíticamente al jefe del Ejecutivo, o simplemente diagnostican a la luz de su ejecutoria. Pero, en todo caso, tienen motivos para argumentar la sentencia.
Sin explicaciones
Es más, según ha podido saber este periódico, el estupor con el que el propio Ábalos recibió la noticia -las noticias- indica que el hasta este sábado ministro de Transportes y secretario de Organización del PSOE ya puede formar parte de esa nómina de descreídos.
Y es que la llamada que recibió José Luis Ábalos el sábado por la mañana lo mantiene todavía 48 horas después de recibirla noqueado.
Ni él ni nadie de su entorno se esperaba que el presidente descolgara el teléfono, marcara su número y le dijera con frialdad, poco más o menos: "José Luis, sales del Gobierno y te quiero fuera también de la dirección del partido".
Porque no, las fuentes consultadas confirman que el descabezamiento del PSOE a sólo tres meses de su 40º Congreso federal no ha sido una reacción despechada de Ábalos a la retirada de la confianza presidencial. Sino que fue el mismo presidente el que le comunicó que lo sacaba de ambas responsabilidades. Y todo después de haber pasado el último mes despachando con él sobre los cambios en el Gobierno.
Sánchez no le dio ninguna explicación, según ha podido confirmar este diario. Su conversación fue fría, lejos de la cercanía con la que había estado poniendo y quitando nombres del cuaderno junto a su mano derecha hasta pocos días antes.
Semanas de confidencias
Ni Ábalos ni su equipo se lo explican, porque él se había destacado por ser su más fiel pretoriano, asumiendo el coste de determinadas operaciones que no le tocaban: recibir a la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez, sancionada por la UE, de madrugada en Barajas y despacharla lo más rápido posible fuera de España en enero de 2020; la operación de rescate de la aerolínea Plus Ultra; la defensa de los indultos; el descabezamiento de Susana Díaz... y la resistencia, por órdenes superiores, a ceder a la exigencia de Podemos en el tema de los alquileres dentro de la ley de Vivienda.
Nada de eso, ni la construcción de un partido en Madrid o el peinado de disidentes a nivel regional, le ha servido. Si algo esperaba su entorno más cercano -y él mismo- era quedarse donde estaba... o incluso salir reforzado de la crisis.
Este periódico puede confirmar que, aunque Sánchez sostenía que la remodelación no era "una prioridad", ya llevaba más de un mes trabajando en ella. El pasado 3 de junio, EL ESPAÑOL publicó en exclusiva que el presidente había anunciado a sus colaboradores más cercanos la inminencia de la remodelación y que su intención era reducir carteras, aligerar el Consejo de Ministros.
Ya entonces, el presidente intercambiaba confidencias con su mano derecha, Ábalos.
Resistencia de Unidas Podemos
Pero en el hecho de que no haya habido reducción de ministerios puede estar la clave de todo. En las últimas dos semanas, Yolanda Díaz, ha mostrado sus garras en Moncloa. El 28 de junio, advirtiendo de que "la coalición, así no aguanta", por los ninguneos a Unidas Podemos y los cambios en RTVE. Y en la última, en concreto, rechazando todas y cada una de las ofertas del presidente, que pasaban, de una forma u otra, por reducción de ministros morados (y claro, también socialistas).
Sólo el mismo viernes por la noche, Sánchez tragó con respetar a todos los ministros del socio minoritario. Y de ahí que nadie supiese nada de sus intenciones, sólo Yolanda Díaz y, quizás, Carmen Calvo. Diversas fuentes próximas a la ya exvicepresidenta primera confirman que en la última semana se dedicó a recoger carpetas y dejar cerrados asuntos referentes a su personal más cercano.
Pero pasadas las 9.20 horas de la mañana del sábado, José Manuel Rodríguez Uribes oyó sonar su móvil. Era Sánchez, agradeciéndole los servicios prestados al frente de Cultura y Deportes, y comunicándole su relevo. Lo mismo, minutos antes, le había ocurrido a Juan Carlos Campo, que sale de Justicia. Ambos se quedan en el paro, sin escaño y después de sólo 18 meses en el Ejecutivo.
En el caso de Campo, además, con la circunstancia de que fue obligado a renunciar al acta de diputado al inicio de la legislatura para hacer hueco a otros socialistas.
La 'vieja guardia' y 2023
Los cálculos de Iván Redondo habían salido mal, y la repetición electoral no hizo crecer al PSOE "a 150 escaños", como auguraba el estratega jefe. Los socialistas cayeron, en realidad, de 123 a 120 y Sánchez se había visto obligado a echarse en los brazos de Pablo Iglesias. Lo último que deseaba, como demuestran sus declaraciones y debates electorales.
Hoy, el estupor es lo que queda en el ánimo de los caídos y de sus entornos más cercanos. La operación, según pasan las horas y las conversaciones con las fuentes socialistas, parece más el primer paso de una renovación total a imagen y semejanza de Sánchez, sin rémoras de su vieja guardia, antes del 40º Congreso... y del rally electoral de 2023.
Queda mucho, pero las encuestas ya llevan tres meses dando al PP por delante y ni siquiera la recuperación económica lo revierte. Y Sánchez quiere ganar.
Es evidente que un presidente -todos lo han hecho- no comparte con (casi) nadie sus intenciones ante una crisis, para evitar filtraciones. Pero lo que no encaja es que se saque de encima a todos los que le han llevado al poder, sin explicación alguna y de una tacada. El nuevo Gobierno no tiene vicepresidente político. Es más, su cúpula en Moncloa también ha desaparecido: Iván Redondo sale, Félix Bolaños pasa al Ejecutivo... todo el poder, ahora, queda en manos del presidente.
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