Había un octavo y era Fernando Grande-Marlaska. El viernes por la noche, pocas horas antes de anunciar la destitución de siete de sus ministros, Pedro Sánchez tenía decidido guillotinar al ministro del Interior. Pero le salvó un golpe de suerte.
Tal y como ha podido conocer EL ESPAÑOL de fuentes solventes, el presidente del Gobierno tenía claro el nombre del sustituto de Marlaska, pero no contaba con que la persona elegida le diera un no por respuesta, como así ocurrió. Sánchez ya no tuvo capacidad de reacción: al día siguiente tenía decidido comunicar la remodelación de su gabinete y, aunque intentó reaccionar, no encontró un recambio adecuado.
Las fechas se le echaban encima al presidente. Esta semana, el segundo homenaje a las víctimas de la Covid; la siguiente, cerrar la Comisión bilateral con Cataluña; después, viaje comercial a Estados Unidos; y la última, la Conferencia de Presidentes.
La remodelación ministerial, según las fuentes, sólo le encajaba este sábado 10 de julio para llegar antes del último Consejo de Ministros, el 3 de agosto, con su nuevo Gobierno rodado, y los ministros entrantes dispuestos a estudiar en vacaciones.
Los hechos arriba relatados resuelven uno de los tres grandes misterios de la revolución acometida por Sánchez en el Ejecutivo. Los otros dos son la defenestración sin mayores explicaciones de José Luis Ábalos y de Iván Redondo, y el apartamiento a la esquina del tablero político de Miquel Iceta.
Precipitado a última hora
La crisis la estuvo negociando Sánchez con su socia minoritaria, Yolanda Díaz, durante toda la semana. Incluso en los huecos de su viaje a las repúblicas bálticas, entre el martes y el jueves. El presidente tenía la intención de reducir carteras, y quería que Unidas Podemos hiciese lo propio. Pero la decisión debía ser de la líder morada en la coalición, quien se negó de plano.
La última conversación la tuvieron los dos socios el viernes noche. Y el presidente debió rediseñar todo su plan a última hora, según ha podido confirmar este diario en diversas fuentes del Gobierno. Así, las llamadas de urgencia no le dieron fruto y no halló un perfil adecuado para permitirse la destitución de Marlaska, que este lunes posó en la foto de casi todas las ceremonias de intercambio de carteras... con cara circunspecta.
Y es que Marlaska era un candidato claro a salir del Gobierno. Dentro del propio Consejo de Ministros estaba considerado como el más "quemado". Fue salvado de ser reprobado en el Congreso de los Diputados gracias a los votos de Bildu y de ERC después de grandes escándalos. El más grave fue el de la destitución del coronel Diego Pérez de los Cobos por no filtrarle información de la investigación del 8-M. El revés fue mayúsculo por cuanto, finalmente, la Justicia sentenció que debía restituirle en su cargo.
Tampoco fue menor la polémica por la agresión a Ciudadanos en el Día del Orgullo de 2019. Primero, Marlaska justificó que se recibiera de manera hostil a Ciudadanos en la marcha, con el argumento de que era lógico que tuviera alguna "consecuencia" el hecho de haber llegado a acuerdos con Vox.
Después hubo serios indicios de que Interior fabricó y filtró un informe policial para ocultar las agresiones a los políticos liberales, incluso achacándoles una voluntad de provocar en su intento de "acción publicitaria". Nadie se responsabilizó de aquel informe.
Estupor en Policía y Guardia Civil
Los traslados de etarras a prisiones vascas, algunos de ellos con informes contrarios de las juntas de tratamiento de las prisiones, también han ensombrecido la imagen de Marlaska y le han enfrentado tanto al colectivo de víctimas como a amplios sectores de la Policía Nacional y de la Guardia Civil.
De hecho, las filtraciones interesadas y acompasadas la mañana del sábado de autos de quiénes caían y quiénes entraban, se sucedían sin que apareciera el nombre del ministro del Interior, causando estupor entre policías y guardias civiles. "Ha desatado las mayores crisis en la Guardia Civil desde las últimas décadas", declaró a este periódico Pedro Carmona, portavoz de la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC).
El Sindicato Unificado de la Policía (SUP), por su parte, recordó que los policías se encuentran en un "desamparo institucional" total. "Nuestras demandas no son escuchadas. En el tiempo que lleva Marlaska de ministro, ni siquiera nos ha recibido. Ni a nosotros ni a ningún otro sindicato. Seguimos exigiendo que Cataluña y el Campo de Gibraltar sean declaradas zonas de especial singularidad", señalan.
"No ha hecho nada por nosotros. Es lamentable que aporte dinero para Marruecos y, en cambio, nosotros seguimos sin medios para defender nuestras fronteras ni material como chalecos antibalas. Muchos de nuestros coches, deteriorados. Por lo visto es más importante el acercamiento de los asesinos de ETA a las cárceles vascas", apuntaban desde Independientes por la Guardia Civil (IGC).
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