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¿Qué queda de Podemos después de Pablo Iglesias? La izquierda urbana mira a Más País

El nuevo votante urbano de izquierdas cree en la justicia social y el ecologismo, pero no en revoluciones, según revelan los sondeos.

18 julio, 2021 02:01

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El 15 de marzo, Pablo Iglesias, por entonces vicepresidente segundo del Gobierno y líder de Podemos desde su fundación, anunciaba su candidatura a la Presidencia de la Comunidad de Madrid.

La pompa que rodeó aquel anuncio, utilizando la sede gubernamental y no las dependencias del partido, junto a la exagerada reacción de sus adversarios provocó un enorme malentendido: Iglesias no se presentaba para ganar las elecciones ni para combatir nada. Iglesias se presentaba, simplemente, para impedir que su partido desapareciera de la Asamblea madrileña.

La decisión era desesperada… pero funcionó. Mucha gente habla del mal resultado de Podemos en esas elecciones autonómicas porque parten de una visión distorsionada: mantenerse en la Asamblea, incluso mejorar los resultados de dos años antes, era el único escenario de éxito posible para una formación en clara decadencia.

Iglesias, en ese sentido, cumplió su labor. No impidió la mayoría absoluta de PP y Vox porque era imposible de evitar. No pudo siquiera competir contra Más Madrid porque en la capital ya pasa lo que, más o menos, ha venido pasando en el resto del país: donde hay alternativa de izquierdas a Podemos, la mayoría del electorado prefiere dicha alternativa.

Durante años, Podemos solucionó eso, al menos a nivel nacional, con las llamadas confluencias. La gente que en Cataluña quería votar a En Comú acababa votando a En Comú Podem. Los que querían votar a Compromís en la Comunidad Valenciana acababan reforzando el grupo parlamentario de Podemos, y así sucesivamente.

Con el desplome de En Marea en Galicia, la desvinculación de Compromís y la agria separación de Adelante Andalucía, todo esto tiene pinta de cambiar en un futuro muy cercano. De hecho, si Íñigo Errejón consigue montar una infraestructura local razonable en torno a Más País, de manera que no sea la extensión de un partido madrileño, puede conseguir llevarse una buena parte del voto de Podemos que ahora mismo está en fuga.

Izquierda 'Greta Thunberg'

¿De qué voto estamos hablando? Las pasadas elecciones madrileñas lo dejaron claro: Pablo Iglesias funcionó de maravilla en los barrios y municipios realmente obreros, pero no pudo competir en los de clase media emergente.

Esos otros barrios están llenos de votantes de izquierdas que se sienten relativamente cómodos en el sistema. El PSOE les resulta demasiado conservador pero la Internacional y sus derivados les suena a otro siglo.

Es la izquierda Greta Thunberg, preocupada por la sostenibilidad, la ecología y un vago sentido de justicia social que no requiera de asaltos a los cielos ni de revoluciones. Una clase media urbana que quiere seguir siendo clase media sin sentirse culpable. Lo que en un principio fue el 15-M.

A Podemos le va a costar encontrar espacio entre tanto regionalismo y tanta moderación. Las encuestas, de entrada, le son muy desfavorables. La media de encuestas, conocida por su nombre en inglés, poll of polls, coloca a la formación morada por debajo del 10%; en concreto, en el 9,6%. Eso serían tres puntos menos que en las pasadas generales de noviembre de 2019 y casi un punto menos de lo que le daba Sociometrica para EL ESPAÑOL hace apenas dos semanas.

La proyección en escaños dejaría a Podemos en 25, aproximadamente, contando las citadas confluencias en Cataluña y Galicia. Es decir 25 diputados a repartir entre cuatro fuerzas: Podemos, Izquierda Unida, Esquerda Unida y En Comú.

Para una formación a la que las encuestas llegaron a dar más del 30% allá por 2015, parece poco. De hecho, en las elecciones europeas de 2014, Izquierda Unida en solitario ya superó ese listón del 10% con Willy Meyer y el apoyo de Los Verdes.

La situación de Podemos es precaria en ese sentido, y el supuesto avance de Más País -rozando el 5% en la media de encuestas- provoca a la fuerza una cierta parálisis: Unidas Podemos entró en el gobierno dispuesto a condicionar las medidas más conservadoras del PSOE, pero, ¿qué se puede condicionar desde una posición electoral tan débil?

En pleno apogeo del partido de Errejón y con unas perspectivas peores que las de la Izquierda Unida original, ¿cómo amenazar con una ruptura y una convocatoria de elecciones? ¿Adónde llevarían esas elecciones para Podemos? No pinta que a ningún sitio bueno.

Tal vez por eso, Sánchez ha aprovechado para colocar a Nadia Calviño, la que más veces se enfrentó directamente al ala de Unidas Podemos, como vicepresidenta primera en su remodelación de Gobierno. Eso sí, sin tocar ni un puesto de su compañero de coalición para evitar confrontaciones innecesarias.

Belarra, 'desconocida' sustituta

El reto de reorganizar un partido que tanto ha apelado a los sentimientos en un mundo político que va a toda velocidad es tremendo. En eso influye muchísimo la marcha del fundador y cabeza visible durante estos siete años: el propio Pablo Iglesias.

Todo lo que existe ahora mismo en Podemos existe en relación con Iglesias. No hay atisbos de renovación ni nada parecido. Los que no están de acuerdo ya están acostumbrados a marcharse, y en breve puede darse un problema similar al de Ciudadanos: tras la marcha de Albert Rivera quedaron muchos rostros conocidos… pero ninguno resultaba suficientemente atractivo por sí mismo como para evitar una debacle electoral tras otra.

¿Quién queda ahora mismo en Podemos? De entrada, la gran favorita a presentarse a las próximas elecciones, pues así lo insinuó Iglesias en su marcha, es una independiente cuyos vínculos tienen más que ver con Izquierda Unida que con Podemos. Hablamos de la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, que podría ser una muy buena candidata, pero incidiría en la deriva del partido a convertirse en un apéndice de la coalición que dirige Alberto Garzón.

Al margen de Yolanda Díaz, es decir, en lo que es Podemos propiamente dicho, los nombres difícilmente tienen el empaque necesario para afrontar una remontada electoral. De entrada, muchas de las cabezas visibles son desconocidas entre el gran público.

La secretaria general de Podemos desde el pasado 13 de junio es Ione Belarra. Belarra, actual ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030 -el ministerio que dejó vacante Pablo Iglesias- no es precisamente la política más conocida entre la ciudadanía.

En el barómetro del CIS del mes de abril, el último que recogía esta pregunta, el 61,6% de los encuestados afirmaban no conocer a la ministra, que obtenía la peor calificación (3,5) de todo el Gobierno. De entrada, no parece un buen principio, aunque quizá un mayor conocimiento implicaría una mejor valoración. A eso habría que ponerse.

Nuevos anzuelos mediáticos

Aun así, no está claro hasta dónde llega el poder interno de Ione Belarra. Detrás de un nombre que puede sugerir renovación, hay un equipo lleno de conocidos de la vieja guardia.

En el Consejo Ciudadano, órgano de decisión de Podemos, siguen los Echenique, Mayoral, Irene Montero, Isa Serra, el JEMAD Julio Rodríguez… Entre las caras nuevas más mediáticas podemos destacar a Lilith Verstrynge, hija del antiguo dirigente de Alianza Popular en Madrid, y a Pablo Fernández Santos, cuya labor en el parlamento de Castilla y León y su carismática melena al aire hacen que sea fácilmente reconocible por el gran público.

Verstrynge, recién nombrada secretaria de Organización del partido a sus 28 años, ha sido durante el último año y medio la mano derecha de Pablo Iglesias, más allá de rumores que nada tienen que ver con la política ni deberían influir en su capacidad para desempeñar su cargo.

De formación claramente internacional -estudió en Francia y trabajó en Bruselas colaborando con el grupo parlamentario de Unidas Podemos-, Verstrynge fue asesora principal de Iglesias en la Vicepresidencia y formó parte de su equipo en las elecciones madrileñas. No es, por tanto, alguien desconocido dentro del partido ni desvinculado de los poderes fácticos.

En cuanto a Pablo Fernández Santos, es un hombre difícil de ubicar, pero se agradecen sus buenas formas, que demostró durante el inicio de la pandemia en el Parlamento castellano-leonés. Eso no le impide mantener un discurso duro y contundente cuando es necesario, muy de cara a la gradería, revisto de los tópicos habituales contra “la derecha”.

Probablemente, sea uno de los nombres importantes en el futuro de la formación morada si es que queda algo de ella en su lucha por la existencia entre Izquierda Unida, las confluencias, Más País y el propio PSOE. Las últimas encuestas parecen reforzar su único escaño en las Cortes castellanas, lo cual ha de calificarse de todo un éxito.

En un momento en el que la derecha presenta sus mejores expectativas electorales en mucho tiempo, la supervivencia en la izquierda se hace más difícil. ¿Será capaz Podemos de mantener su propio nicho al margen de Izquierda Unida, es decir, del Partido Comunista? ¿Conseguirá Íñigo Errejón dar el salto fuera de Madrid y Barcelona y formar un partido sólido que pueda dar guerra a nivel nacional?

Diríamos que faltan dos años para comprobarlo, pero las legislaturas no son lo que eran. Una mala noche en la sede de ERC o del PNV, y a las urnas de nuevo.