El nombre de Paloma del Río (Madrid, 1960) estará siempre ligado al periodismo y al olimpismo. En la misma medida. La periodista de TVE pone fin este domingo a más de tres décadas retransmitiendo los Juegos con la misma pasión; tres décadas en las que el Citius, altius, fortius se ha convertido en algo así como su lema vital.
Seguro que su voz se ha escuchado alguna vez en su salón. Y es que desde 1988, con su debut en las Olimpiadas de Seúl, se ha dedicado a comentar la gimnasia rítmica, el patinaje sobre hielo, la hípica... y todo tipo de disciplinas poco masificadas a las que ha sabido dotar de emoción e importancia.
Los Juegos de Tokio han sido los novenos de verano que ha narrado como periodista. Y los últimos. Los ha vivido desde Sant Cugat (Barcelona) debido a las restricciones y fuertes medidas de seguridad que hay para viajar a Japón, pero Del Río siempre tiene una lectura positiva de cuanto acontece: "Han sido raros, sí, pero yo pienso en qué hubiera pasado si estos nos los hubieran dado a Madrid en 2020. Eso sí que hubiera sido mala suerte...".
La periodista habla con EL ESPAÑOL para hacer balance de estos Juegos Olímpicos que hoy se clausuran, reflexionar sobre lo vivido en estas décadas como periodista y proyectar hacia dónde se dirige el mundo del olimpismo.
¿Cuál ha sido su mejor y su peor momento en estos nueve Juegos Olímpicos vividos como periodista?
El mejor fue la ceremonia de inauguración de Barcelona 92, con aquel Estadio de Montjuic gritándole "¡Hola!" al mundo. Y el peor, el atentado en el Parque Centennial de Atlanta 96, con todo lo que supuso en los días siguientes en cuanto a registros y demás. Esos fueron los Juegos peor organizados hasta hace cinco años, que llegaron los de Río.
¿Y cuáles han sido los mejor organizados?
Barcelona supuso un antes y un después en muchas cosas. Por ejemplo, en la ceremonia inaugural, que ahora ya es una especie de obra de arte en donde los organizadores buscan a los mejores cineastas y guionistas para impactar al mundo. Sirve de tarjeta de visita ante el mundo. Eso fue un antes y un después. Pero en Barcelona también hubo muchas innovaciones técnicas que aún hoy en día sobreviven.
Tanto la opinión pública como la comunidad médica japonesas pidieron la cancelación de los Juegos de Tokio. ¿Ha sido un acierto celebrarlos? ¿Tienen sentido unas Olimpiadas sin público?
Que los Juegos se hubiesen cancelado hubiera supuesto un descalabro económico bestial para el Comité Olímpico Internacional y para las Federaciones Internacionales. Posiblemente todo lo que hizo Samaranch para sanear el COI desde que estuvo en la presidencia hasta el 2001 se hubiera venido abajo porque el COI vive de la inyección de derechos televisivos por los Juegos Olímpicos. Eso le permite mantenerse vivo.
El 10% de lo que ingresan por derechos televisivos se lo queda el COI para subsistir, pero el resto lo reparte con las Federaciones Internacionales y los organizadores para poder organizar este espectáculo que luego se vende a esos precios.
En un principio iban a celebrarse con público internacional, luego japonés y finalmente sin público. Pero lo que estaba claro es que debían hacerse. Si no, el Comité Olímpico Internacional hubiera entrado en un periodo crítico económicamente hablando y hubiese sido muy complicada su supervivencia.
Simone Biles ha hecho muy bien: ha antepuesto su salud a lo que los demás esperaban de ella
La bandera olímpica tiene cinco anillos, tantos como intentos de Madrid de convertirse en sede. ¿Llegará en 2036?
Madrid es una de las grandes capitales europeas que aún no tiene unos Juegos. Pero claro, la inversión que se hizo para 2012, que luego se incrementó para 2016 y todas las instalaciones que había que luego se mejoraron para 2020 se deben revisar. Las instalaciones estaban pensadas para 2012. Si nos vamos a 2036 habrán pasado 24 años. La inversión tiene que ser muy grande. Posiblemente Madrid merezca unos Juegos, pero habrá que replantearse muy bien el proyecto.
A lo mejor ahora es el momento porque ya no hay tantas capitales que quieran ser sede, ¿a qué se debe?
Por el coste que genera ser sede de unos Juegos Olímpicos.
¿Necesitaría España otro Juan Antonio Samaranch para afrontar un reto de esa envergadura?
Sin duda. Juan Antonio Samaranch fue el hombre que desde dentro del Comité Olímpico Internacional tiró y apoyó la candidatura de Barcelona 92, que era la tercera vez que se presentaba. El hecho de que él fuera presidente ayudó mucho obviamente a que Barcelona, que era su casa, fuese sede. Hace falta tener a alguien que desde dentro del COI apoye la candidatura y convenza a sus miembros. Ahora tenemos tres, pero la presidencia es definitiva.
Ada Colau, la alcaldesa de Barcelona, retiró el busto de Samaranch del Ayuntamiento alegando que ostentó cargos durante el franquismo. ¿Le parece justificado?
Hay veces que se toman decisiones sin valorar la figura. Es verdad que a él le tocó ser dirigente del deporte español durante la dictadura, pero también es verdad que era un diplomático estupendo y que fue el primer embajador de la Unión Soviética. Ese tipo de situaciones deberían replantearse. Pesa más su labor en el Comité Olímpico Internacional que el hecho de que en ese momento, por edad, le tocara vivir en esa sociedad.
El récord de medallas sigue siendo el de Barcelona, con 22. Además, desde Atenas 2004 el medallero no ha dejado de decrecer: 20 en Atenas, 19 en Pekín, 18 en Londres, 17 en Río… ¿Cree que el deporte olímpico nacional está retrocediendo?
Se mantiene más o menos estable en torno a las 15-20 medallas. Los éxitos de Barcelona 92 fueron espectaculares porque hubo una inversión grandísima en el apoyo a los deportistas. Se profesionalizaron prácticamente todas las modalidades porque al ser anfitrión podías estar en todas las especialidades sin proceso de selección, cuando ahora te tienes que clasificar.
Rondamos siempre el mismo número de medallas y de finalistas, de diplomas olímpicos, que eso también es un valor muy importante porque estar dentro de los ocho mejores de unos Juegos Olímpicos no es fácil. Es una cosa en la que no nos fijamos nunca.
Una de las noticias de esta edición ha sido la retirada de Simone Biles, que ha generado un debate interesante. ¿Quién es el héroe, el que admite sus debilidades o el que se sobrepone a ellas?
Me parece que ha hecho muy bien dejando a un lado una serie de competiciones en las que su vida corría peligro. En apariencia, físicamente no le pasaba nada, pero la tormenta estaba en su cabeza, y si su cabeza no le permitía girar longitudinalmente era mejor que se retirara porque un accidente la podía llevar a una silla de ruedas.
Es muy valiente lo que ha hecho. Tenía el foco internacional puesto en ella y ha antepuesto su salud a lo que los demás esperaban de ella. Y cuando ha podido, ha salido, que ha sido en la final de barra. Ella no podía hacer un giro longitudinal, pero sí transversal, que es lo que al final ha hecho.
Seguramente haya a quien le joda una medalla por la condición racial, sexual o las creencias políticas del deportista
¿Sigue siendo la salud mental un tema a abordar en los deportistas de élite?
Hay que ver sobre todo cómo terminan muchas veces los deportistas internacionales y de élite. No tenemos que echar mucho la vista atrás para ver la cantidad de disgustos y malos ratos que se han llevado, no sólo en la competición sino al reincorporarse a la vida civil, a la vida de los estudios, a la vida profesional.
Para ellos es complicado, tras una vida dedicada al deporte en la que solo han tenido un objetivo, encontrarse entre una sociedad que de repente les resulta extraña. Hay gente que se retira y que no sabe hacer su vida sin la agenda, sin el guion que le marca el entrenador. Eso es tremendo.
Estos Juegos han estado marcados, también, por la participación de la primera atleta transexual en categoría femenina, la haltera Laurel Hubbard. Hay colectivos feministas preocupados porque dicen que esto va a alterar la competición. ¿Es una preocupación fundada?
A todos los atletas les hacen análisis de sangre, de hormonas y todo tipo de pruebas para ver si están físicamente dentro de los límites en los que pueden estar. Cualquier deportista, sea chico, chica o trans debe estar dentro de esos valores. No hay por qué limitar el acceso a los Juegos. Es más, muchos de los deportistas que no han llegado a los Juegos pero que han hecho la transición en el cambio de sexo se ven perjudicados porque el proceso de hormonación a veces perjudica a la musculatura y al tono muscular. El Comité está haciendo análisis en este aspecto y no permitiría ninguna injusticia.
Hay quien ha utilizado las medallas de Ray Zapata y Ana Peleteiro para hacer un alegato contra los "españoles racistas". ¿Cree que hay motivo para la polémica? ¿De verdad hay españoles molestos porque dos personas negras ganen una medalla con su país?
Me parecería lo último, que la gente se molestara por el color de los deportistas que ganan las medallas. Me parecería tremendo que tuvieran que sacar punta a eso. Son españoles que han vivido aquí toda su vida, ¿también hemos de sacar punta a eso? La gente tiene mucho tiempo libre…
Se lo pregunto porque la propia Ana Peleteiro, tras su victoria, dijo que a mucha gente le "jodería" su medalla.
Seguramente haya gente a la que le joda una medalla por la condición racial, sexual o las creencias políticas del deportista. No hay un estándar de un atleta perfecto, pero es que ahí está la riqueza. Somos muchos y variados.
¿Están los Juegos Olímpicos destinados a renovarse o el formato mantiene su romanticismo?
Estoy segura de que mantiene su romanticismo. Los niños que con cuatro o cinco años están haciendo sus actividades extraescolares quieren llegar a ser como algunos de los atletas que ahora están viendo en la tele. Eso va a durar siempre. No he conocido a ningun deportista que haya empezado a hacer el deporte que sea y que no haya soñado con una medalla olímpica, que luego llegan o no llegan.
Los Juegos Olímpicos son otra historia, tienen un sello que supera cualquier mundial o competición europea. Es a donde todo deportista con cuatro o cinco años aspira a llegar.