"La relación entre ERC y Junts es infernal", diagnostica un ministro que este miércoles se sentará en la mesa de negociación con la delegación independentista. "Y eso genera inestabilidad y fragilidad del gobierno catalán".
No es un análisis que descubra nada que no se sepa. Pero sí es ilustrativo de las sensaciones previas que llevan en sus portafolios los seis miembros del Consejo de Ministros que se sentarán frente a los (todavía no se sabe cuántos) consejeros del Govern.
A la hora de cerrar esta crónica, en Moncloa todavía se quería confiar en que Pere Aragonès sería capaz de arreglar el desaguisado que le ha montado su socio, el partido de Carles Puigdemont. Y se le aseguraba que Madrid no está "cerrada a ningún debate". Que es tanto como decir sin decir, y advertir sin amenazar, que no comience por el referéndum, porque así "no hay reencuentro", como dijo la ministra portavoz hace tres semanas en Moncloa.
Y es que este martes fue más que nunca la formación política del expresident huido y menos que jamás una cosa que responda al nombre que la bautiza. ¿Junts per Catalunya? Junts, ¿de verdad? Per Catalunya, ¿en serio?
La manera en la que el partido exconvergente boicoteó este martes la reanudación de la llamada Mesa de diálogo, negociación y pacto responde, en esencia, a su propia estrategia. Nunca creyeron en la posibilidad de llegar a "acuerdos con el Gobierno del Estado". Lograron que el propio acuerdo del Govern con Esquerra reflejara su "escepticismo" y aplaudieron el compromiso de Aragonès con la CUP de que se sometería a una cuestión de confianza a mitad de legislatura, para calibrar los avances de las conversaciones.
Pero el plazo real para Puigdemont no eran esos dos años, sino la convocatoria de la mesa. Después de los antecedentes, repasemos los últimos hechos:
El pasado 2 de agosto, Jordi Puigneró (JxCat) llegó a un acuerdo con la ministra de Transportes, Raquel Sánchez, para la ampliación del aeropuerto de El Prat. Lo hizo accediendo a la afectación de un paraje natural al que ERC se había comprometido a proteger. Y provocó lo que buscaba, mostrar a su partido como interesado en el futuro y el desarrollo de la comunidad autónoma ("del país") y atrapar a Aragonès.
¿Qué pasó? Que ERC sufrió una convulsión interna, que el president no pudo subirse al acuerdo, que la portavoz del partido anunció que los republicanos se manifestarían contra el proyecto de su propio Govern, y que el Gobierno -a la vista del carajal- anunció que retiraba los dineros.
¿Es decir? Victimismo independentista, una vez más.
El pasado 6 de septiembre, el fugado Puigdemont expresó públicamente su desconfianza absoluta en la celebración de las conversaciones con el Gobierno de Pedro Sánchez. Reclamó a los suyos que se prepararan para "la inevitable confrontación con el Estado" y que hicieran acopio de fuerzas "para la fase en que la respuesta del Estado vuelva a ser un 'no' a todo y mantenga la represión y la amenaza sobre miles de ciudadanos de Cataluña".
¿Qué pasó? Que los cargos públicos de JxCat llegó a las "jornadas de trabajo" convocadas por el líder en Bruselas efervescentes, que Jordi Sànchez calificó a Pedro Sánchez de "gobernante sin palabra", y que llamó a Pere Aragonès para suspender todas las negociaciones previas de la mesa. "Si no consigues el compromiso ya de que estará presente el presidente de España, no nombramos delegación".
¿Es decir? Chantaje independentista, de nuevo.
El pasado lunes, el presidente Sánchez -por fin- confirmó su asistencia "para presidir la delegación de ministros del Gobierno de España" en Barcelona este miércoles. De inmediato, los líderes de Junts activaron el plan previamente trazado -y ya sugerido hace meses, como informó este periódico, cuando ERC quería a Junqueras también- y propusieron a Jordi Sànchez y Jordi Turull -dos presos por el 1-O indultados por Sánchez- y a Miriam Nogueras, diputada en Madrid.
¿Qué pasó? Que Pere Aragonés interrumpió la reunión del Consejo de Gobierno, se plantó ante sus socios y los acusó de "deslealtad al romper lo pactado". Porque ERC y JxCat se habían confirmado mutuamente que serían sólo consellers los designados para la mesa. Igual que el Gobierno de España lleva sólo ministros.
¿Es decir? Boicot al diálogo, unilateralidad, como siempre.
"Aún confiamos en que Aragonès lo resuelva, estamos seguros de que lo hará", aseguran fuentes de Moncloa a este periódico. "Nosotros hemos hecho nuestro trabajo, tenemos una propuesta muy clara, sabemos adónde vamos y no queremos perder esta oportunidad histórica de rehacer los lazos afectivos entre catalanes y con el resto de España".
Las fuentes más cercanas al presidente Sánchez no confirman que el último movimiento anunciado -que el jefe del Ejecutivo sólo se reunirá con Aragonès y que luego se limitará a saludar a las dos delegaciones- tenga que ver con la jugada de Junts. Pero tampoco lo niegan. Eso sí, piden gestos a Aragonès, y audacia para que la mesa no se muera antes de empezar.
"No será un diálogo de sordos", aseguran, a pesar de que el Govern sólo quiera hablar de los dos temas que veta el Gobierno: autodeterminación y amnistía. "Lo que pasa es que, como en cualquier negociación, siempre se empieza por lo que con más facilidad nos podamos poner de acuerdo".