El ex presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, acaparaba todos los focos de la convención nacional del PP a su paso este miércoles por Madrid. En un diálogo con Pablo Casado, con el que entraba pasado el mediodía al auditorio del Museo Reina Sofía en medio de una nube de cámaras, Sarkozy comenzaba hablando de su relación con España ya desde sus tiempos como ministro del Interior galo, antes de su llegada al palacio del Elíseo en 2007.
Y lo hacía poniendo el foco en la lucha contra ETA, ya que, relataba, al principio le llegaron a decir en el Ministerio que el de la banda terrorista -"la que ha matado a más personas en Europa" recalcaba- era un "problema español". Un postulado que rechazaba tajantemente, afirmando con énfasis que él, entre "los cobardes y asesinos" y la "democracia española" no tenía duda de que "la República francesa estará siempre del lado de la democracia española, punto final" concluía entre aplausos.
Siguiendo el hilo, Sarkozy alertaba a la Unión Europea (UE) que no puede adoptar esa misma actitud sobre el separatismo catalán, dado que, afirmaba, tampoco "es un problema solo español" ya que, decía, "toda Europa pagaría el precio" de la "destrucción" de nuestro país.
Y ello porque, argumentaba el antiguo jefe de Estado francés, se podría producir un efecto contagio dado que "en otras partes hay tendencias secesionistas", entre las que citaba como ejemplo la propia Francia y Bélgica. "Para mí, todo esto está claro, hay una España, una España unida, una España que tiene una capital, que es Madrid, y una Corona, con un Rey que representa la unidad de España, y esto no puede cambiar" afirmaba el ex dirigente de la derecha francesa.
Las afirmaciones del líder francés -condenado este año por corrupción y que este mismo jueves podría recibir otra condena por financiación irregular de su campaña en 2012, cuando perdió frente al socialista François Hollande- provocaban la ovación de los presentes, entre ellos el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, su antecesor José María Álvarez del Manzano o la ex presidenta madrileña, Esperanza Aguirre.
"No sean timoratos"
Sarkozy, que cubría de elogios a su anfitrión y pronosticaba que será el "próximo presidente del Gobierno español" (una afirmación que ya se ha convertido en ritual en todas las jornadas de la convención de los populares) se declaraba como un amigo de España.
Durante su intervención inicial, Casado, que pronunciaba unas breves palabras de bienvenida en francés, afirmaba que Sarkozy fue "el primero que se tomó en serio la colaboración antiterrorista" y elogiaba que esa cooperación entre los dos países vecinos se extendiera también, explicaba, al ámbito comercial, agrícola o pesquero pero, "sobre todo a nivel de la defensa de los principios y valores europeos que hermanan a Francia y España". Se trata de dos países, enfatizaba el jefe de la oposición española, que en sus respectivas constituciones "con distintas fomas de Estado, consagran la unidad nacional". En forma de interrogación retórica, Casado planteaba si "alguien se imagina" al ex presidente "negociando con terroristas" o con secesionistas.
Sarkozy, por su parte, recomendaba a sus correligionarios españoles que no sean "timoratos" ya que los populismos, alertaba, emergen por la inacción de las fuerzas conservadoras tradicionales. "Nosotros estamos a la derecha, nunca he estado a la izquierda, pero no significa que seamos conservadores, estoy a favor del movimiento, estoy a favor de la toma de iniciativas, de la pasión en el debate político, y hoy en día, cuando hay tantos populismos, no tienen que creer ustedes que los populistas tienen talento, es que nosotros ya no decimos nada" señalaba a modo de lección estratégica.
En Francia el partido rebautizado como Los Republicanos, homogolo del PP, se quedó fuera de la segunda vuelta de las presidenciales de 2017, en las que el actual presidente, Emmanuel Macron, se impuso a Marine Le Pen, la candidata de la extrema derecha.
Al término de la sesión matutina de la convención, que continuaba por la tarde, Casado y Sarkozy veían juntos el Guernica de Pablo Picasso, el principal cuadro del Reina Sofía, y compartían un almuerzo.