Cinco años después, Felipe González sí se ha sentido representado. Una acreditación de corcho y cartón reciclados colgaba de su cuello, con el emblema del PSOE por primera vez en un lustro. Precisamente, desde que en julio de 2016 dejó por escrito aquello de que "el Partido Socialista debe aceptar el diálogo que ofrece Mariano Rajoy", mientras Pedro Sánchez escribía "no es no".
El viejo "jarrón chino" recordó ante los 3.500 congregados que "el secretario general y presidente del Gobierno sabe que estoy disponible, y que digo lo que pienso"... pero sólo lo hace si se lo piden, claro. Porque hacía cinco años que ni le llamaban. "Es que yo no interfiero", sonrió. Y efectivamente, no lo ha vuelto a hacer... no ha dicho más veces qué hay que hacer, sólo ha mostrado -varias veces- su desafecto.
Porque, explicó, su lealtad es "con el proyecto del partido, que lideré durante 23 años y que ahora lideras tú, Pedro Sánchez".
Se sintió representado Felipe al menos en las loas, los aplausos, los vítores y las metáforas que inspiraban su presencia en el congreso del PSOE. "Es el GPS de este partido", se rendía Emiliano García Page de buena mañana. "Cuando no sabemos adónde ir, basta mirarle, porque Felipe marca el camino".
¿Cuál, qué camino? Tal vez ése que citaba el propio González en el inicio de su discurso: "Socialismo es libertad, que ése fue nuestro eslogan en 1977".
Sobre eso reflexionó un poco cuando daba argumentos para sus críticas y desafecciones de este tiempo: "Creo en el socialismo democrático, y lo ejerzo porque digo lo que pienso". La frase, redonda, arrancó aplausos que Felipe quiso detener. "Ojo, esperad, que no he terminado... digo lo que pienso, pero no digo todo lo que pienso, porque a veces querría hablar sobre un buen mecanismo de ahorro energético... pero es que a mí ya no me toca".
Eso sí, "digo lo que pienso en libertad, pero pienso lo que digo con responsabilidad...", es decir, que algo se estaba callando, quede claro. "Y pido al secretario general que estimule en el partido la libertad para expresar lo que cada uno piensa, y responsabilidad para pensar lo que se dice".
Así sonaba menos estridente el derrapaje del presidente castellano-manchego. Pero qué demonios, si Felipe no soporta ideologías totalitarias y Pedro ha querido repartir los focos para que los reflejos de todo el PSOE le iluminen, cómo no aprovechar para decir, Page también, lo que piensa. Y como el barón se siente más de Felipe que de Pedro, se le notó: "El PSOE es un partido moderado, yo soy un moderado, y ERC no lo es", sentenciaba después de apuntarse al club del 82. "Yo me hice socialista entonces, con su ejemplo, el del presidente González".
Qué curioso que Felipe se autodefinía luego en el atril como "un moderado en todo menos ante los tiranos, a los que no soporto sean del signo que sean", porque "socialismo es libertad y democracia".
Los aplausos de Felipe
Los discursos previos al de Felipe habían sido, cómo decir... ¿esperables? Si un congreso sin competencia es aburridillo y no hay noticias, en éste en que hasta los viejos rivales acuden a recibir el abrazo del líder, habrá que fijarse en los matices.
¿Aplaudió Felipe a Adriana Lastra, a Unai Sordo, a Pepe Álvarez? ¿Dejó ver un apoyo a "deroguemos la reforma laboral", o a "Pedro cumple y hoy es el IPC y no el 0,25% del PP lo que sube las pensiones", o tal vez a "en 2022 este Gobierno subirá el Salario Mínimo a 1.000 euros"? No, ni una vez, no habrá vídeo que lo cace eligiendo qué aplaudir y qué no de todo eso. No cambió su cara de póquer. Se limitó a dar unas palmas al acabar cada alocución, sentado junto a Pedro, para no desentonar.
Luego, en su discurso, arrancó las risas de la concurrencia al admitir que, al oírlos hablar, se sintió "sorprendentemente de acuerdo con algunas de las cosas que han dicho los compañeros sindicalistas".
A Zapatero sí lo aplaudió, sobre todo cuando dijo que "el PSOE tiene la mejor historia de España y no es casual que se diga que es el partido que más ha servido a España". Y hasta se puso de pie, como todos los reunidos -incluso Sánchez, que este es "el congreso de la unidad"-, al recordar al "compañero tan inteligente como entregado a España, Alfredo Pérez Rubalcaba".
Cuando no aplaudió Felipe -sólo cerró los ojos y asintió- fue cuando ZP se recordó "testigo de aquella generación que celebró la gran victoria del 82, cuando aún dudábamos de si la democracia duraría, o si seríamos europeos, y que hoy se siente orgullosa de la ingente labor transformadora de los años de Felipe".
Y eso que a él, como dijo luego, le "llenó de preocupación el triunfo, aunque sabía que íbamos a ganar", recordó. "Pero luego hicimos pequeñas cosas, como la sanidad universal... ¿te imaginas, Pedro, haber tenido esta pandemia sin ese sistema que montó Ernest Lluch?".
Felipe propuso crear un premio para el inventor de la frase "régimen del 78", no por su intención, "sino por su torpeza". Esa mención lateral a Pablo Iglesias (el joven) fue su único pellizco a los socios morados de su sucesor, Pedro. "Porque yo estoy orgulloso de ser de los últimos de aquello, los que acabamos con un régimen y cumplimos el compromiso de traer otro, el de las libertades democráticas".
González es famoso por su ironía de viejo rockero. Y sacó su mejor estribillo al mofarse de "esos espabilados ilustres" que critican la Transición, dando lecciones con menos años que los 47 que él cumplía esta semana desde que fue elegido "en el exilio" primer secretario del PSOE. "Hasta yo, hoy lo haría mejor, claro".
Pero de inmediato cambió el tercio, para compensar, atizando al PP: "El problema no son tanto los que atacan la Constitución, sino los que diciendo defenderla, la irrespetan, incumpliendo sus mandatos".
El 'Un, dos, tres'
Pedro Sánchez hizo una ronda de llamadas, desde hace un par de semanas, para que "el congreso de la unidad" fuese un éxito en eso, en lo de unirlo todo.
El sábado había comenzado con un discurso de Ximo Puig, presidente del Congreso, anfitrión de la cosa y enemigo íntimo de Sánchez -la Ejecutiva federal no le ha podido poner más zancadillas desde que él apoyó a Susana hace cuatro años-. Pero fue después de eso cuando se anunció a los viejos secretarios generales: un paseíllo entre los asientos digno de aquéllos del 'Un, dos, tres', el programa de la tele en los años 80 y los 90: uno, Felipe; dos, Almunia; tres, Zapatero.
Presidente González, ¿viene usted en son de paz? Un, dos, tres, responda otra vez: "¿Y cuándo no he estado yo en son de paz?" Campana y se acabó... no hubo más en el corrillo con la prensa del hasta ahora decepcionado -"no me siento representado por este PSOE"- y hoy unido a la fiesta.
Y es que no sólo hablaron los viejos líderes. Habló, como en vida, el fundador, Pablo Iglesias (el viejo), al que revivieron las pantallas, como padre del partido y de la UGT.
En Valencia, el secretario general del PSOE está protagonizando el cónclave más feliz y personalista de las últimas décadas. "Había otra manera de salir de la crisis, y España ha sido el ejemplo para Europa", bramó Adriana Lastra, telonera esta mañana (y en adelante, que su papel va a ser más oscuro fuera de los focos). "El camino de la derecha fue el de la desigualdad y los recortes, el nuestro siempre ha sido el de la igualdad en la justicia".
En la mañana de este sábado, Pedro no tuvo el foco, sino que éste se posó sobre la obra del PSOE, reivindicada como la que trajo la democracia -aunque la Transición la liderara Adolfo Suárez-, como la que acabó con ETA -pese a que el 15 de octubre de 2011 ya estaban convocadas las elecciones que cerraron la etapa Zapatero- o como el que lidera la lucha contra la pandemia... porque somos los que más la sufrimos.