Un currículum que acaba con los exámenes de recuperación, que desprecia el valor de la memoria en el aprendizaje y en el que no existe un límite de suspensos, pero que cuenta con "perspectiva de género" y hace hincapié en las "identidades" y las "emociones". Ese es, grosso modo, el nuevo paradigma educativo que plantea el Gobierno a través de la LOMLOE (o Ley Celaá, en referencia a la anterior ministra de Educación, que fue quien inició su redacción) y de la Ley Castells.
En el último borrador de la LOMLOE, publicado hace unas semanas, se prevé que los alumnos puedan examinarse en Selectividad pese a tener una asignatura suspendida en Bachillerato, que ahora se podría cursar en tres años. Una medida que se suma a otras polémicas, como la que prescribe que no se puede repetir curso en la ESO ni en Educación Primaria, salvo en casos excepcionales.
Medidas polémicas porque cuentan con el rechazo de expertos como Javier Urra, pedagogo y ex Defensor del Menor, que es favorable al "esfuerzo" y a "exigir a los alumnos" porque "la vida es dura y exige competir". "A los jóvenes hay que exigirles para que luego sean buenos en sus trabajos y sepan dar respuestas preparadas a los problemas que plantea la vida. Me importan los alumnos, pero sobre todo la sociedad en la que van a vivir", señala.
Esa "exigencia" implica "suspender cuando sea necesario". "Hay que discriminar entre el que hace las cosas bien y el que hace las cosas mal, entre el que se esfuerza y el que no", asegura Urra, que abunda: "Hay que dejar atrás esta sociedad de la relatividad: hay cosas que están bien y cosas que están mal; hay alumnos que estudian y alumnos que no; alumnos que saben y alumnos que no saben".
"Se puede ser sensible a los alumnos y atender a sus circunstancias personales, pero no bajando el nivel mínimo exigible. Hay que tener en cuenta que en Corea y otros países del mundo las exigencias son muy altas. Nuestros alumnos van a tener que competir con esos alumnos y van a tener que salir fuera de España. Es bueno que estén acostumbrados a estudiar, esforzarse y memorizar", sostiene el ex Defensor del Menor.
¿Sin memoria?
A la polémica Ley Celaá se suma la norma que prepara el ministro de Universidades, Manuel Castells, que desacredita el papel de la memoria en la formación de los estudiantes. La llamada Ley Castells, en su preámbulo, aboga por "la autonomía del aprendizaje en un entorno digital que permite al profesorado centrarse en guiar la reflexión superando el papel tradicional del control de la memoria".
Una postura que choca con la amplia mayoría de representantes de profesores, estudiantes e, incluso, expertos en digitalización, que han desacreditado los alegatos de Castells contra la memorística asegurando que la memoria es clave en el desarrollo del conocimiento.
Mario Espósito, CEO de Classlife (un software que permite a los centros tener una única plataforma desde la que gestionar todas sus actividades docentes), afirma que la memorización "como tal" no debe desaparecer "porque, como humanos, necesitamos ese proceso": "Sin la memoria, sin una comprensión previa de las cosas, el conocimiento no se adquiere, sino que sólo se consume".
Una opinión que comparte Javier Urra, por cuanto "la memoria es esencial no sólo para reconstruir el pasado, sino para elaborar": "Sin memoria no se puede proyectar hacia el futuro".
¿Nuevo paradigma?
En el fondo lo que subyace es una enmienda a la totalidad del modelo tradicional de educación que, sin embargo, no es del todo novedoso. Como explica el filósofo y pedagogo Gregorio Luri, "buena parte de las ideas que hoy se presentan como innovadoras fueron aplicadas a principios de este siglo tanto en Estados Unidos como en Europa": "Tanto la llamada pedagogía progresista de Dewey como la Escuela Nueva defendían una educación sin libros de texto, con talleres, actividades, sin horarios, sin deberes...".
Lo que sí considera novedoso, explica el profesor, es "que se eleve a ortodoxia un único modelo de escuela" que tiene como consecuencia que "se resienta la pluralidad". Una pluralidad puesta en jaque, según Urra, por "quienes [paradójicamente] llevan luego a sus hijos a colegios privados".
Otra novedad referente al contenido curricular es que a partir de ahora, según el último borrador de la LOMLOE, los alumnos de Bachillerato estudiarán "las identidades nacionales" en Historia de España, aprenderán a "manejar las emociones" en Matemáticas y practicarán un "uso ético y democrático del lenguaje" en Lengua Castellana y Literatura.
En total, en un borrador que consta de 470 páginas, hay nada más y nada menos que 177 alusiones a la "identidad", 123 citas a las "emociones" y 93 referencias a los "sentimientos".
Detrás de todo, considera Luri, hay un "buenismo generalizado" y, sobre todo, "una confianza en que se puede tener pensamiento crítico con conocimientos ausentes": "Se anima a los jóvenes a cambiar el mundo al mismo tiempo que se les niegan los conocimientos que les permiten comprenderlo. El conocimiento ha perdido relevancia en favor de las emociones. El imperio del emotivismo. La cultura woke llevada a la escuela".