Manifestantes en Mali piden, en septiembre de 2021, la intervención de los mercenarios rusos del Grupo Wagner.

Manifestantes en Mali piden, en septiembre de 2021, la intervención de los mercenarios rusos del Grupo Wagner. Reuters

Política GUERRA EN UCRANIA

Rusia amenaza a las tropas españolas en el Sahel con mercenarios y presiona a Argelia, "socio estratégico"

España es el país de la UE con más soldados en Mali, 550 de los 1.000 de la EUTM. Las tensiones de Rabat y Argel "están alimentadas por Putin".

14 marzo, 2022 02:27

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Una de las regiones que más quebraderos de cabeza genera hoy en día a España, según fuentes diplomáticas, es el Sahel. España tiene presencia en Mauritania, Mali y Senegal en esa zona, a la que China y, sobre todo, Rusia, han echado los ojos en los últimos 10 años. Desde el verano de 2021, en las manifestaciones por las revueltas en Mali aparecen pancartas con nuevos nombres y nuevos colores: Rusia, banderas rusas, Putin y los mercenarios del Grupo Wagner acompañan al presidente del Comité Nacional para la Salvación del Pueblo, Assimi Goita.

"Es una región ni siquiera abandonada, mal enfocada", explica un diplomático que ejerció en la región. "Un espacio para el que no tenemos estrategia", añade Antonio López Istúriz, eurodiputado y miembro de la Comisión de Asuntos Exteriores, de las delegaciones para las Relaciones con la Península Arábiga y la Asamblea Parlamentaria de la Unión por el Mediterráneo.

Los ministros de Exteriores de los Veintisiete aprobaron en diciembre un paquete de sanciones contra el Grupo Wagner, organización paramilitar con sede en Rusia entre cuyos dirigentes hay exmiembros de las fuerzas de seguridad y servicios de espionaje de Vladímir Putin. La UE acusa a esta entidad militar privada de vulnerar sistemáticamente los derechos humanos en los países en los que opera, en particular Libia, Siria, Ucrania, República Centroafricana o la región del Sahel.

Malienses sostienen una imagen del líder de la junta militar Goita durante una manifestación en Bamako, en octubre de 2021.

Malienses sostienen una imagen del líder de la junta militar Goita durante una manifestación en Bamako, en octubre de 2021. Reuters

Pero de la región ya huye hasta Francia, hasta ahora potencia estabilizadora. Y en la que España, de nuevo, es el país europeo que más tropas aporta, el 55% de los 1.000 soldados de la EUTM (Misión de Adiestramiento de la UE). La retirada francesa, anunciada pocos días antes de la invasión rusa en Ucrania, será efectiva en seis meses.

¿Y después? ¿El Sahel quedará en manos de las mafias, armadas por mercenarios, traficando con drogas y personas? 

A finales de septiembre de 2021, las revueltas callejeras en Bamako se llenaron de banderas rusas. Y Choguel Maiga, primer ministro de Mali tras el golpe militar de mayo, arremetió contra París en la Asamblea General de la ONU por su retirada de la operación Barkhane. "Expone a Mali a un abandono a mitad de la partida, y nos lleva a explorar otros medios para garantizar la seguridad... o a otros socios", dijo.

La aproximación a Moscú la confirmó el mismo Sergei Lavrov, ministro de Exteriores de Putin. "Las autoridades de Mali no han podido hacer frente a la amenaza terrorista y se han dirigido a una empresa militar privada rusa", apuntó. Eso sí, desmarcando al Kremlin oficialmente de la operación... a pesar de que la primera vez que se oyó hablar de los mercenarios de Wagner fue, precisamente, durante el supuesto levantamiento prorruso en el Donbás (este de Ucrania), en 2014.

Desde entonces, han sido detectados en la intervención de Moscú en la guerra de Siria, en la contienda civil de Libia, en la República Centroafricana y en Mozambique.

La respuesta española

A finales del mes de junio España alojará la cumbre de la OTAN. No una cualquiera, sino la que redefinirá el "concepto estratégico" de la Alianza para la próxima década.

Cuando el año pasado se supo que la reunión iría a Madrid, hubo quien señaló la coincidencia de los 40 años de pertenencia de nuestro país como única razón para ello. Fuentes de Exteriores y de Moncloa prefieren "no desmentir, discutir o rebatir" esas afirmaciones. Pero destacan a este periódico que España es un aliado clave para la OTAN, y que así es reconocido.

A los sucesivos Gobiernos de nuestro país se les ha acusado de un bajo presupuesto en Defensa. De hecho, la invasión rusa de Ucrania permitió a la ministra Margarita Robles y al titular de Exteriores, José Manuel Albares, replantear este punto. Moncloa se planteó la opción, como informó este diario, pero sacó las cuentas ya previstas y sacó tres conclusiones.

Una: que el ritmo previsto de crecimiento ya es un acelerón. En dos años, España pasará del 1,02% del PIB al 1,22%... aún muy lejos del 2% que plantea la Alianza como ideal.

Segunda conclusión: que si la amenaza de Putin es a Europa, la respuesta debe ser "europea y solidaria", es decir, financiada por la Comisión con emisión de deuda mancomunada, como se ha discutido estos días en Versalles, a propuesta española.

Y tercera: que si bien no ponemos tanto dinero como los demás, sí somos los máximos contribuyentes -aparte de EEUU- en misiones de pacificación europeas y aliadas en el mundo.

Mali y la desestabilización

El pasado martes, Pedro Sánchez visitaba a las tropas españolas en Letonia. En la base militar de Adizi se reunió con el primer ministro del país báltico amenazado por Vladímir Putin, con el premier canadiense, Justin Trudeau -cuyo país comanda las fuerzas aliadas-, y con el secretario general de la Alianza, Jens Stoltenberg.

De todos, recibió el agradecimiento por la contribución española. Nuestro país es el segundo en contribuciones -por soldados y material- a la Presencia Avanzada Reforzada del flanco oriental de la OTAN. Y es, con mucho, el mayor contribuyente en total a las misiones de la UE y de la Alianza por el mundo [consulte aquí las 17 misiones españolas en el mundo, en PDF].

"Nos hemos especializado en eso, porque nuestros soldados son muy profesionales... y saben congeniar con la población", explican fuentes de la cooperación española.

Marchas de protesta en Bamako (Mali) con banderas rusas, el pasado mes de septiembre.

Marchas de protesta en Bamako (Mali) con banderas rusas, el pasado mes de septiembre. GPM

Por ejemplo, en Mali. El país del Sahel, centro de la desestabilización de la franja que divide el mundo árabe del África negra, vive nuevas convulsiones. Una nueva junta militar tomó el poder hace 10 meses, en el tercer golpe de los últimos 10 años.

Pero en este caso, hay una diferencia principal. Las fuerzas levantiscas, lideradas por Assimi Goita -que ya comandó el golpe de 2020- depusieron al presidente Ba N'Daou y al primer ministro Moctar Ouane, apoyadas por los mercenarios rusos. El conocido Grupo Wagner.

Presión a Argelia

En el vuelo de vuelta desde Letonia, Sánchez hizo una revelación clave en conversación informal con los periodistas: "El domingo, estuve hablando con el presidente argelino, Abdelmajid Tebboune".

En medio de las discusiones europeas sobre si la UE debe seguir "financiando la guerra de Putin" o dejar de comprar el gas ruso, Sánchez confirmó "no sólo la garantía del suministro, sino de la alianza estratégica de Argelia con España".  

No es poca cosa. "A nadie se le escapa que la inestabilidad entre Marruecos y Argelia ha sido alimentada por Rusia", explica a este periódico López Istúriz. "La cercanía de Rabat a Washington empuja a Argel a los brazos de Moscú... más con el conflicto del Sáhara, que a saber si es causa o consecuencia de la intervención rusa", añade un alto funcionario europeo.

¿Por eso Madrid debe guardar equilibrios al sur? "Precisamente", añaden fuentes de Exteriores. "Marruecos es un vecino y un socio inevitable; pero Argelia también", más allá de que su ruptura diplomática haya suspendido el uso del principal gasoducto que traía energía a España. "Por eso, hemos informado a Argel de nuestro acuerdo con Rabat para regasificar y revertir el uso de ese tubo para mandar energía a Marruecos".

Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN; el primer ministro letón, Krišjānis Kariņš; Pedro Sánchez y el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, en la base militar Adazi (Letonia).

Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN; el primer ministro letón, Krišjānis Kariņš; Pedro Sánchez y el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, en la base militar Adazi (Letonia). ADP

Cada cinco o seis años, Putin mueve ficha bélica. Chechenia, Georgia, Crimea... Llevaba años preparando el asalto a la Ucrania continental, y ya ha dado el paso para crear un cinturón de seguridad frente a la OTAN. Por eso amenaza desde el norte hasta el sur de sus fronteras con la Europa comunitaria: desde las repúblicas bálticas, pasando por Finlandia, Suecia, Polonia, Bulgaria y Rumanía, hasta Ucrania, Georgia y Moldavia

Por eso, estas tres últimas han pedido de urgencia ser reconocidas como "candidatas" a entrar en la UE y en la Alianza Atlántica.

Ucrania es frontera con los dominios rusos, salida al Mar Negro (y por tanto, al Mediterráneo) y el país más grande de Europa... porque Rusia es Eurasia, en todo: geográfica y genéticamente. Así define al enorme país que presiden Vladímir Putin con mano de hierro, desde hace más de 22 años, el profesor en Relaciones Internacionales Alberto Priego, de la Universidad Pontificia de Comillas.

Pero entretanto, el mandatario ruso no se ha quedado quieto y extiende su pinza al sur del Mediterráneo, en el Sahel. Las grandes empresas de su país y su diplomacia comercial lleva más de una década expandiendo sus tentáculos por el resto del mundo. En lo económico, ocupando espacios clave en sectores empresariales, en los medios sociales, y en mercados estratégicos.

El portavoz del Ministerio de Defensa de Mali explicó el pasado otoño que "la opinión pública está a favor de una mayor cooperación con Rusia dada la actual situación de seguridad". La presencia de los mercenarios de Wagner ha provocado la retirada francesa y puesto en peligro la financiación a Mali de los socios internacionales y las misiones de entrenamiento aliadas que han ayudado a reconstruir su ejército, dijeron cuatro fuentes diplomáticas y de seguridad.

Putin, a largo plazo

Tener mercenarios rusos en Mali fortalece el impulso de Rusia por el prestigio y la influencia global, y es parte de una campaña más amplia, a largo plazo, para sacudir las dinámicas de poder de larga duración en África, dijeron estas fuentes diplomáticas.

Grupo de mercenarios de la compañía Wagner Group.

Grupo de mercenarios de la compañía Wagner Group.

Más de una docena de personas vinculadas al Grupo Wagner reconocieron a Reuters haber llevado a cabo misiones de combate clandestinas en nombre del Kremlin en Ucrania, Libia y Siria. Las autoridades rusas niegan que los contratistas de Wagner cumplan sus órdenes.

¿Le es rentable a Putin? No, a corto plazo. De hecho, su economía está hecha unos zorros. La recesión que causarán las sanciones es incalculable, de momento, pero el PIB ruso antes de la guerra ya era una ridiculez comparado con su población, riquezas naturales y tamaño. Su riqueza es más parecida a la española -1,4 billones frente a 1,3 anuales- que su tamaño, que multiplica por 33,7 veces.

A la oposición ya no la puede matar, envenenar o encarcelar, como recientemente hizo Putin con Alexei Navalny. Porque ya no tiene líderes, sino miles de personas que protestan contra la guerra -diversos informes cifran entre 2.000 y 10.000 los detenidos en estas circunstancias desde el inicio de la invasión, el 24 de febrero-.

La oposición ya es en la calle. Aunque no peligra la victoria electoral del candidato eterno de Rusia Unida, el partido que inventó en 2001 en torno a su presidencia, efectiva desde un año antes pero real desde 1999. Porque Putin manipula noticias, los estados de ánimo, las fuerzas de seguridad y, si hace falta, las elecciones.

Pero las consecuencias de la guerra sí la pueden poner en riesgo: las colas en los cajeros, la retirada de las grandes marcas internacionales, el cierre del comercio y el consiguiente empobrecimiento de los oligarcas...

Hoy, una de las regiones que ocupa la influencia rusa es el Sahel. "Más nos vale darnos cuenta y pasar a la acción ya", concluye López Istúriz.