En la biblioteca de Leopoldo Calvo-Sotelo, Ortega y Gasset se multiplicaba por tres. Literalmente. Había tres ediciones distintas de sus obras completas. De allí salió el lema que atravesó el corazón de quien fue presidente del Gobierno entre 1981 y 1982: "España es el problema, Europa la solución".
No se trata de sentimentalismo, sino de un hecho repetido. Así lo cuenta en una entrevista con este periódico su hijo mayor, también de nombre Leopoldo, hoy letrado del Consejo del Estado: "Ya desde los años cincuenta, mucho antes de entrar en política, mi padre era un europeísta convencido".
Lo hace apenas veinticuatro horas después de que Pedro Sánchez, durante su discurso en la tribuna del Congreso, olvidara mencionar a Calvo-Sotelo como padre europeo de la nación. Dijo: "Quiero dar las gracias a todos los gobiernos de distinto signo político que hicieron posible nuestro ingreso y la pertenencia de España a la Unión Europea. Y quiero nombrarles a todos. Se lo agradezco a Felipe González, a José María Aznar, a José Luis Rodríguez Zapatero y a Mariano Rajoy".
Ni rastro de Calvo-Sotelo. "¡Qué imprecisión!", coincidirán a lo largo de este artículo, además del mencionado hijo mayor, Soledad Becerril y Rafael Arias-Salgado, ambos ministros de aquel gobierno que decretó la entrada de España en la OTAN y arrancó las negociaciones para el ingreso en la Comunidad Económica Europea. El olvido no es baladí.
Leopoldo –será indicado así en el texto para no confundirlo con su padre– recuerda un dato de especial interés: "Con Suárez, fue ministro para las relaciones con las comunidades europeas. Hizo contactos muy importantes con el resto de países y trabajó mucho en lo que luego cristalizaría en la entrada de España a la Unión".
Sin embargo, eso sucedió tras la muerte de Franco. Antes, entre 1950 y esa fecha, Calvo-Sotelo trabajó primero en el sector textil y después en la empresa química. "Su vocación europeísta nace con lecturas, pero también con viajes. Durante veinticinco años estuvo desplazándose al extranjero con muchísima frecuencia, en particular a los países fundadores de la Unión. Alemania, Holanda, Francia, Bélgica, Italia...", recuerda Leopoldo.
–Ser europeísta entonces no era como ser europeísta hoy. Resultaba vanguardista.
–Aprovechaba para conocer aquellos sistemas políticos. Porque le encantaba la política. Compraba un montón de libros en francés al respecto que fueron completando su biblioteca.
A Leopoldo no se le olvida cómo su padre, al enseñarles a él y a sus hermanos algunas instalaciones industriales, se refería a las patentes europeas como "síntoma de progreso".
En los cincuenta y sesenta, Calvo-Sotelo no era un político, pero sí un ciudadano tremendamente interesado en la política que seguía con devoción los debates presidenciales franceses. "Me acuerdo de que vio aquel de 1974, cuando Giscard dijo lo de 'Señor Mitterrand, no tiene usted el monopolio del corazón'. Le apasionaba", recuerda el hoy letrado del Consejo de Estado.
Entramos ya en esa labor europeísta de Calvo-Sotelo olvidada por Sánchez: "Las negociaciones de adhesión a la Comunidad Económica Europea empezaron en 1979, con Suárez de presidente y él de ministro. Luego continuaron con mi padre de presidente. En el 82, cuando todo acabó, ya con González, las negociaciones estaban muy avanzadas".
Preguntado por ese olvido de Sánchez, el hijo del expresidente "contrarresta" esas palabras con las de otro socialista, Josep Borrell: "En el verano de 2019, se colocó un busto de mi padre en la embajada de España en la OTAN. Borrell, de manera elegante y generosa, explicó hasta qué punto mi padre tuvo la visión de la importancia de que nuestro país entrara en la Alianza. Incluso mencionó que el PSOE no pensó igual y luego cambió de opinión".
–¿Cómo se explica la imprecisión de Sánchez en el discurso?
–La información que se maneja hoy en política es extraordinariamente variada y caleidoscópica. Y no se caracteriza por la precisión. No diría que a mi padre le falte reconocimiento. En la opinión publicada y en las obras académicas, hay un pozo consistente. Aprovecho para recomendar un libro, Leopoldo Calvo-Sotelo y Europa (Ediciones Sílex).
"La ignorancia existe"
Soledad Becerril (Madrid, 1944) fue, con el Ejecutivo de Calvo-Sotelo, la primera ministra de España desde la Segunda República. Encarnó la cartera de Cultura. "Leopoldo fue un gran europeísta", señala al poco de iniciar su conversación con EL ESPAÑOL.
Igual que el hijo del expresidente, pone en valor el trabajo que Calvo-Sotelo desarrolló, con Suárez, como ministro para las relaciones con las comunidades europeas. "El ingreso de España en el mercado común tardó mucho tiempo. Fue González quien firmó el acta, sí, pero Leopoldo fue una pieza fundamental".
"Lo viví muy de cerca. Fue un empeño suyo. También me gustaría recordar a Pérez-Llorca que, aparte de padre de la Constitución, fue ministro de Exteriores en ese tiempo y se encargó de conseguir la unanimidad de todos los países para que España entrara en la OTAN", evoca Becerril.
La que luego fue alcaldesa de Sevilla y Defensora del Pueblo coloca a Calvo-Sotelo como el gran autor de la llamada "Transición exterior", es decir; la frontera que cruzó España para dejar atrás la dictadura e incorporarse a los organismos internacionales.
–¿Cómo es posible que Sánchez no mencionara a Calvo-Sotelo?
–Pudo ser por desconocimiento de la Historia, por ignorancia. ¡Es que la ignorancia existe! Hombre, si uno no sabe cuando es presidente, se espera que sus asesores tengan cabeza. Pero no la tuvieron.
"Europeístas radicales"
"Quienes coincidíamos en aquel Consejo de Ministros éramos europeístas radicales", responde Rafael Arias-Salgado, responsable entonces de la cartera de Administración Territorial.
"La petición de entrada en el mercado común se produjo con Suárez. Esa fue la antesala. Luego, el proceso negociador lo llevó Calvo-Sotelo. Finalmente, con la negociación ya muy avanzada, lo culminó Felipe González", detalla una de las personas (tres veces ministro con tres gobiernos distintos) que mejor conoce la Administración.
En la misma línea que Becerril, Arias-Salgado sitúa a Calvo-Sotelo como el impulsor de "una revisión de la Historia de España y sus relaciones exteriores": "Nuestro país, en cierto modo, se quedó al margen de Europa tras no haber participado en ninguna de las dos guerras mundiales".
Tal y como indica este exministro, "España sobrevivió muy bien porque el ministro Ullastres (todavía en tiempo de Franco) firmó un tratado comercial muy interesante con el mercado común europeo".
"En aquel momento, cuando Leopoldo tuvo que negociar con Europa, hacía falta alguien experto en lo institucional y en lo técnico. Él daba ese perfil, era un hombre culto, gran conocedor de la Historia de España y la de Europa", sintetiza.